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A SON DE MAR

Compostela, abierta a todos los vientos

    MUCHO ANTES de que nuestro país y el vecino Portugal se integrasen en la UE, el turismo, en este caso religioso, llevaba años rompiendo el efecto frontera con la proliferación de visitantes por autobús que hacían el circuito L­ourdes-Santiago-Fátima, como constatación de una actividad socio-económica que no sabe de fronteras ni de localismos.

    Mientras ello sucedía, aquí seguíamos y seguimos aún de espaldas tanto a nuestros vecinos del sur como entre nosotros mismos, lo que traducido al turismo y a las infraestructuras de comunicación que lo hacen posible determina la existencia de tres aeropuertos aislados entre sí y compitiendo por las migajas que le caen a la periferia occidental, buscando centralidades con Madrid y olvidando las internas y transversales, generadoras de riqueza.

    Ni siquiera la conveniente articulación de mecanismos inducidos por la propia UE para superar el limitativo efecto frontera -caso de las ya tres décadas de vida de la Eurorregión Galicia-Norte de Portugal o los diez de la constituida Agrupación Europea de Coordinación Territorial- ha propiciado algo más que un organismo limitado a la gestión de fondos comunitarios, pero carente de relato que la identifique, sin estructura ejecutiva, con nula implicación de los líderes locales y absoluto desprecio de una visión de territorio, de competitividad o economía, como tan acertadamente nos relata el ex conselleiro de la Xunta Méndez Romeu.

    Volviendo al turismo y a Compostela, que es el motivo que justifica estas reflexiones de lunes desde hace dos semanas, la capital gallega hace bien, como propugna su concejal de Turismo Guinarte, en romper las ataduras localistas y limitadoras que nos atenazan y abrirse a las sinergias e intercambios que superen esa visión reduccionista y no menos encapsulada de nuestras autoridades y sector turístico gallego.

    Santiago quiere intercambio con Oporto, las autoridades portuguesas de turismo quieren experimentar nuevas oportunidades con nosotros, hasta el esclerotizado Eixo Atlántico anda por las fronteras hispanoportuguesas hablando de turismo de frontera. Tienen, ellos y nosotros, a favor los doce millones de viajeros que llegan cada año a la terminal de Sá Carneiro y la oportunidad, ante las dificultades de crecimiento del de Lisboa, de convertir su aeropuerto en cabeza de puente a todos los continentes como salida alternativa y más próxima que Madrid a ese turismo intercontinental al que aspiran nuestras autoridades autonómicas.

    Cierto que la Xunta sigue empeñada en su monocultivo del Xacobeo -por más que el clúster en otra de sus genialidades visionarias acuda a Oporto para hacer promoción del Turismo Activo - y que tan limitativo resulta para una ciudad como Compostela, Patrimonio de la Humanidad. De ahí que en idéntica lógica a la de que como capital de autonomía tiene que evadirse de una vez y para siempre de cuanto suene a localismo, de igual modo, en aras de su reconocimiento mundial, precisa de políticas turística que vayan más allá de la mochila y el bocadillo, de la Compostela y el albergue. Incolsa tiene trabajo, pero más interno que promocional, más imaginativo que seguidista, más creativo que mimético.

    jsalgado@telefonica.net

    08 dic 2019 / 22:15
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