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Más conejos en la chistera

    LOS entusiastas defensores de la España plurinacional recuerdan bastante a un presidente norteamericano llamado Woodrow Wilson al que Europa le debe una cosa positiva y otra no tanto. En parte gracias a su decisión de abandonar la neutralidad, los aliados ganan la Primera Guerra Mundial, pero a él se debe igualmente un desorden nacionalista que ayudó a desencadenar la Segunda. Sus célebres Catorce Puntos plantean un despiece improvisado de los viejos imperios destinado a que el viejo continente fuera mucho más plurinacional de lo que era. El problema de su plan consistía en que se creaba una Europa más heterogénea con nuevos estados obsesivamente homogéneos, dónde las minorías eran olvidadas, proscritas o perseguidas. Las nuevas naciones, con la excusa de consolidarse, actuaban como las antiguas monarquías imperiales. El resultado fue calamitoso aunque Wilson no pudo saberlo porque falleció antes de que estallara el nuevo conflicto.
    El plurinacionalismo de Pedro Sánchez no aclara a cuántas naciones se refiere, ni cómo se proclaman. Si todo depende de la voluntad de cada territorio, nadie querrá quedarse rezagado en la carrera por miedo a perder algún privilegio anexo. Eso es malo, pero incluso sería peor que una autoridad decidiera quién es nación y quién se queda en una segunda división. ¿En base a qué principio? ¿Quizá tendrían que aprobar los aspirantes una especie de oposición nacional? ¿Valdría con aportar documentación histórica, o la aptitud para ser nación se mediría por la presión social tal y como sugiere Pablo Iglesias?
    Sin embargo la objeción fundamental tiene que ver con la limitada aplicación del principio. ¿Por qué España es plurinacional y no Cataluña, Andalucía o mismamente Galicia? Si admitimos que dentro de España coexisten diferentes sentimientos nacionales, habría que hacer lo mismo en sus comunidades porque es innegable que hay catalanes que se ven a sí mismos como nación, y otros que no, de la misma forma que una mayoría de gallegos se sienten tan españoles como gallegos, y unos pocos suspiran por la independencia total. Los nacionalistas resuelven la dificultad negando la pluralidad de sus sociedades e intentando imponer el pensamiento unico, pero eso no vale.
    Los padre de la denostada transición, socialistas muchos de ellos, tuvieron la virtud de no incurrir en los errores de Wilson. El Estado de las Autonomías, el mismo que la nueva dirección socialista considera caduco, crea un sistema que garantiza la España plural y también la Galicia, la Cataluña o la Andalucía plurales. ¿Es perfecto? Claro que no, pero quienes pugnan por levantar en su lugar un Estado plurinacional deben ser mas concretos y desde luego admitir que la plurinacionalidad estaría vigente dentro de las comunidades. ¿O es que ser nación sería obligatorio?
    Wilson tenía una disculpa: la distancia. Se metió a reordenar un rompecabezas del que sólo tenía una idea superficial. Pedro Sánchez está aquí y puede consultar con Zapatero las consecuencias de intentar revolver la España autonómica dejándose llevar por la improvisación. Uno sacó de la chistera estatutos y el otro saca naciones. En fin.
    Periodista

    10 ago 2017 / 20:16
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