Dar vida a los viejos cementerios

EN OTROS PAÍSES, por lo general con poblaciones de mayoría protestante, muchos cementerios no son los espacios tristes, lúgubres y atrincherados que tanto abundan en España, cuyo vacío solo se llena a finales de octubre y principios de noviembre con motivo de la festividad de Todos los Santos. En esos atípicos -allí no- camposantos no se celebran fiestas, pero están abiertos al paseo y a la gente no le parece raro caminar, ir en bici o hacer deporte entre tumbas, panteones, lápidas y bellas estatuas inspiradas en el más allá. Infinidad de visitantes que huyen de las banalidades propias del turismo de masas se dedican también a descubrir complejos mortuorios que se han integrado en parques frondosos llenos de senderos y con un ambiente muy especial. En Londres, por ejemplo, existe la ruta de los Siete Magníficos, que permite conocer cementerios muy singulares plagados de árboles y los lugares donde yacen personajes clave de la historia británica y universal, desde poetas a militares o científicos. Se trata de un excelente ejercicio para acercarse a la muerte de una forma natural y de quitar oscuridad al dramatismo ambiental que reina en los camposantos de otros países, entre ellos España. Opiniones habrá para todos los gustos, pero a primera vista parece una excelente idea que el hermoso cementerio de la Orden Tercera franciscana haya sido rehabilitado por el Consorcio de Santiago con el objetivo de abrirlo a la ciudadanía. La capital gallega gana, así, un nuevo rincón para pasear con sosiego por un espacio cargado de historia al lado de uno de los edificios religiosos más bonitos de Galicia y España, que aporta de esta forma un nuevo plus para acercarse a conocerlo a fondo. Una de las actuaciones más inteligentes llevadas a cabo en Santiago en las últimas décadas fue dar vida al viejo y abandonado cementerio de Bonaval, hoy sin duda uno de los parques más hermosos de la ciudad. Celebremos, ahora, la apertura del de San Francisco.