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{ tribuna libre }

Las dos sillas de Amancio Prada

    Se abre el telón y dos sillas flanquean una mesa alargada sobre la que hay una zanfona, dos guitarras y tres margaritas. A ras de suelo, dos pares de zapatos finos con cordones. El alter ego de Lorca ocupa el asiento de la derecha, el de Rosalía el de la izquierda. Amancio, buceador en el alma de los poetas, alterna en ellas para darles aliento y música. Su voz, acompañada del arpegio, entona la “camelia branca do ar” y susurra “chove en Santiago na noite escura” y arrulla con la canción de cuna que escribió el de Granada, hechizado por la cantora del Sar. “Rosalía: te mando desde Andalucía claveles atados con rayos de sol”.
    A Rosalía de Federico es un espectáculo teatral bajo luces de ámbar y azul que recuerda el desgarro de los dramas del autor paseado en el 36 y las imágenes dolorosas, descriptivas, tiernas, reivindicativas… de Cantares Gallegos. Amancio Prada, camisa blanca y traje oscuro, canta coplas mientras pasea por el fondo del escenario, cambia de instrumento, se desprende de la chaqueta, hinca la rodilla y agacha la cabeza frente al espíritu de Rosalía, coge un libro en las manos, dice el cuento de la gallina idiota, hace de su pecho un pandero y repenica con el puño y la palma, se sienta en el proscenio con las piernas cruzadas y hace cantar al público estradense, que lo ovaciona tras hora y media de recital.
    El cantor muestra una guitarra romántica de 1841 mientras comenta orgulloso que ya tenía cuatro años cuando Rosalía nació, de caja adelgazada, mástil estrecho, seis cuerdas y clavijero sin adornos. De sus trastes arranca Amancio los sonidos de los ríos y las fontes y las campanas de Bastavales y ese chove miudiño eterno. Su registro vocal toma cuerpo, ensancha el timbre de los versos y sube hasta el cielo de ambos creadores.
    La interpretación actoral, sin atriles ni muletas, está a la altura de la puesta en escena, que es una idea original del monstruo de las bambalinas José Luis Gómez, y del que conservo un vívido recuerdo por su declamación valleinclanesca en el Gaiás. No pudo elegir mejor el trovador de cara a formatear su singular propuesta de unir el norte y el sur. Es un concierto para sentir hondo que el berciano llevará por varias localidades gallegas durante el verano. Ya le insinué que en la próxima función no pueden faltar las camelias en el jarrón.

    El autor es periodista

    03 jul 2013 / 19:25
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