Eugenio Feijoo cumple su sueño después de 60 años

Durante 61 años ha acumulado notas, relatos, pequeñas historias y capítulos sueltos de la que ahora será su primera novela, Un ruiseñor en la Abadía. Con esta obra cumple su sueño el periodista y empresario, ya jubilado, Eugenio Feijoo Alonso, libro que mañana será presentado en el Gran Hotel de Santiago.

"Un ruiseñor en la Abadía es una delicadísima historia de amor entre el cura de Abeleda -localidad de Ourense en la que el autor pasó parte de su infancia- y su ama de llaves. Él, Luis, es un hombre ejemplar y ella, Olvido, también, pero el aislamiento de la casa rectoral, en un profundo lugar de la Galicia rural de la década de los años 40 y 50 desata esa relación", indica Eugenio Feijoo.

Esta es la primera novela de este periodista ya jubilado que dedicó una gran parte de su vida a la gestión y dirección empresarial, lo que apenas le dejaba tiempo para convertir en realidad aquel sueño que guardaba desde los once años. Hoy, con 72 años de edad, este madrileño de sentimiento profundamente gallego, ve materializada su ilusión y anhela que algún día no lejano también salgan a la calle Si no te llamas Martina y Cartas a Marie, otras dos novelas que ya está preparando.

Feijoo Alonso se confiesa como un entregado admirador de Delibes, de ahí que su obra sea también un homenaje a la descripción del paisaje, que sirve de marco a esa dura Galicia rural, aislada del mundo. También sorprende el lenguaje enormemente poético que utiliza este autor.

Lo suyo ha sido una vocación no tardía, sino una vocación sin tiempo para desarrollarla, afirma Feijoo. "Entre mi trabajo como periodista y empresario y mis cinco hijos la vida ha transcurrido imparable y las necesidades me han arrastrado por otros derroteros distintos a los de la literatura", asegura.

Eugenio Feijoo desvela que él no escribe de una forma cronológica, ya que hay algunos capítulos escritos hace más de 20 años. También anuncia que está escrita en castellano con algunos pasajes en gallego y confiesa que le preocupaba que Un ruiseñor en la Abadía pudiera tener un marcado acento religioso, carácter que logró evitar en la obra.

Feijoo Alonso, que trabajó como mancebo de farmacia, barman, vendedor de periódicos y llevaba las vacas al campo, finaliza confesando que hoy compagina la literatura con su familia y su otra gran afición, la cantería.

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