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Fdez. Teijeiro habla de las cartas entre Varela de la Iglesia y F. Giner de los Ríos

juan José Fernández Teijeiro ha llevado a cabo un curioso libro que recoge la relación epistolar entre Ramón Varela de la Iglasia y Francisco Giner de los Ríos y que ha sido editado por la Real Academia de Medicina de Cantabria. Henos hablado con él al respecto.

¿POR QUÉ VARELA DE LA IGLESIA?
Hace más de quince años comencé a investigar la obra y la vida de Ramón Varela de la Iglesia (1845—1922). Me había llamado la atención que siendo una de las figuras que había contribuido al despegue científico de los estudios de Medicina de nuestra Facultad permaneciese en el olvido. Hasta bien entrado el siglo XIX las enseñanzas médicas permanecían ancladas en el hipocratismo. Varela, que con 30 años se incorpora al claustro universitario de Santiago, y aunque era catedrático de Fisiología, es el que introduce la microscopía y la histología, una nueva ciencia, ya antes de que fuesen creadas en España las cátedras de esta disciplina. Con Varela de la Iglesia entra la modernidad de la ciencia en Fonseca en la misma ruta que venía impulsada desde Europa. Puso a disposición de los alumnos microscopios —él mismo patentó y comercializó un modelo— y una de las revistas alemanas de mayor influencia en su época, los Archivos de Volkmann, llegaban mensualmente a Santiago, los traducía al español antes de que fueran traducidos al inglés o el francés; después los editaba en su propia imprenta.

¿POR QUÉ ESTE LIBRO?
Estas cartas de Ramón Varela de la Iglesia a Francisco Giner de los Ríos (1839—1915) —escritas entre 1872 y 1906— vienen a completar las investigaciones que habíamos realizado hace años y cuyo resultado fue nuestra tesis doctoral «Ramón Varela de la Iglesia. Positivismo e Histología en Fonseca». Como documentos personales nos han revelado aspectos muy variados de la personalidad de este catedrático compostelano.

¿QUÉ DESTACARÍAMOS EN ESTA OBRA?
Personalmente me ha costado entender cómo fue posible que una figura como Varela de la Iglesia, indiscutible hombre de ciencia en su época, hubiera quedado un tanto marginada, casi caída en el olvido. Sin duda fue un hombre polémico y nada acomodaticio. Era consciente de la precariedad universitaria que le rodeaba y estaba casi en una lucha permanente por mejorar la calidad de la docencia. Su amistad con Francisco Giner lo vinculó a los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Trabajo y honradez. Sin duda fue un hombre serio y trabajador. Las cartas que damos a conocer nos revelan aspectos humanos inéditos de su personalidad tanto afectivos, como emocionales, familiares, doctrinales y también polémicos. Casi podemos afirmar, entre unas cosas y otras, que la polémica acompaño toda su vida a don Ramón. Hasta en la ciencia.

¿POR QUÉ POLEMIZÓ EN LA CIENCIA?
Varela, aun sin ser vanidoso, era consciente de su formación; «sabía lo que sabía». Cuando se convoca en 1890 la cátedra de «Histología e Histoquímica normales y Anatomía Patológica de Madrid, no duda en presentarse compitiendo con Cajal y Simarro. Las recusaciones que formula a los distintos tribunales que son propuestos retrasan los ejercicios una y otra vez, con la consiguiente demora. Al final, en 1892, logrará la cátedra Cajal; con todo merecimiento, seguro, pero Varela mantendrá hasta el fin de sus días la doctrina reticularista frente a la teoría neuronal de Cajal. Hasta el final, genio y figura. El anecdotario de Varela, a lo largo de su vida, es amplio, variado y hasta en muchas ocasiones divertido. Cuando está preparando la cátedra de Histología de Madrid le escribe a Giner: «aquí me tiene Farruquiño en esta cárcel…». Y no digamos las expresiones que dirige al Marqués de Cerralbo, albacea de la testamentaría del marquesado de Monroy, por ser parte interesada como heredero familiar por vía paterna.

¿CUÁNTO TIEMPO HA SIDO NECESARIO PARA REALIZAR ESTE LIBRO?
La documentación se encuentra en el Fondo Giner de los Ríos, en la Real Academia de la Historia. En realidad, salvo algunas referencias esporádicas, no había sido estudiada en profundidad. Nuestro trabajo ha permitido clasificar las cartas para poder proceder a su estudio e interpretación posterior. Hemos hecho una distribución en seis categorías, de acuerdo con el contenido de las mismas: 1. Oposiciones y concursos, 2. Familiares, 3. Salud y Enfermedad, 4. Recomendaciones e influencias, 5. Testamentaria y Herencia, 6. Doctrina y Docencia. La clasificación fue la tarea más laboriosa, más que el tiempo utilizado en escribir el ensayo. Por otra parte teníamos mucho ya mucho material de nuestras investigaciones anteriores. Quizás la mayor dificultad ha sido lograr la edición. En principio consideré que la primera en interesarse sería la Real Academia de la Historia por ser la depositaria de los documentos, pero ni en Madrid, ni tampoco en Galicia tuvimos respuesta. Al final ha sido la Real Academia de Medicina de Cantabria quien ha patrocinado la publicación. Desde luego, en estos temas de minorías, más que el tiempo de dedicación, hay que hablar de entusiasmo y dedicación. Esto no nos ha faltado.

¿AÑORANZA DE GALICIA?
La verdad es que nunca, al igual que mi mujer y mis hijos, nos hemos sentido alejados de Galicia. Como la gran mayoría de los gallegos, en cualquier lugar, Galicia está con nosotros. Es más, esa distancia física de nuestra tierra nos anima aún más a penetrarla, a darla a conocer y a trabajar por ella. Otra cosa es recordar nuestras vivencias juveniles en Santiago, esos años tan decisivos en nuestras vidas. Ya la gran mayoría de nuestros profesores solo son un recuerdo y muchos de nuestros compañeros y amigos nos han dejado definitivamente; nada más fructífero frente a la nostalgia que las huellas eternas que todos hemos dejado en Compostela. Desde fuera las cosas se ven de otra manera. La endogamia universitaria empobrece nuestras universidades; desde un principio he visto con preocupación la desmembración de la Universidad de Santiago en tres campus, cuando hubiera sido más fácil —y hasta en el plano económico y operativo— una Universidad de Galicia con excelencia, con dos vicerrectorados en La Coruña y Vigo. Más lamentable aún, en mi opinión, haber hecho de nuestros idiomas una barrera y una bandera política. ¿Es qué pretendemos universalizar la lengua gallega cuando tenemos un idioma universal —tanto como el inglés— que es la lengua española? ¿Se le ocurriría
a los irlandeses hacer una universidad con el idioma gaélico en lugar del inglés? No respetamos el bilingüismo, cuando sería fundamental si queremos difundir la cultura gallega. ¿Es políticamente correcto hoy decir que Rosalía de Castro ha sido una excelente escritora en lengua española con sus novelas románticas? ¿Se enseña esto en nuestras escuelas e institutos? ¿Por qué nos olvidamos de los grandes escritores gallegos que escribieron en español?

¿Y EL CENTRO GALLEGO?
Sí, es cierto; entre los años 1999 y 2008 me entregué con entusiasmo y pasión, junto con el apoyo de un excelente equipo, a esa tarea de «hacer Galicia», logrando superar las dificultades de orden económico y estructural que venía padeciendo nuestra Casa de Galicia en Santander. El apoyo de Manuel Fraga y Fernando Amarelo, fue decisivo. Consolidamos y superamos la difícil situación de la sociedad. Llegamos a formar parte de la Comisión Delegada de la Galleguidad. Fueron ocho años extraordinarios y con resultados muy gratificantes. Las personas pasamos, pero las obras, lo realizado, permanece vivo.

¿ALGÚN NUEVO LIBRO O PROYECTO?
Suelo decir muchas veces que éste es mi penúltimo libro. Es una manera de no perder la esperanza. Es una gran satisfacción poder completar los años de mi trabajo clínico con las investigaciones que realizamos sobre las raíces de nuestro pasado histórico en estos últimos años de mi vida. Lo que hoy somos es resultado de lo que fuimos. En Medicina, como en otras ciencias, debemos cultivar el estudio histórico y no perder sus bases filosóficas. Ramón Baltar, Teresa Pensado, Cabeza de León, Jorge Echeverri y García—Sabell, entre otros, han sido pioneros con sus trabajos; hoy no faltan en nuestro entorno, a título personal, publicaciones muy meritorias de Carro, Fraga Vázquez, Gurriarán, Jiménez, Montes, Ponte y Villares. Con la prematura muerte del profesor García Guerra, catedrático de Historia de la Medicina, se perdió hace unos años la gran oportunidad que tuvo nuestra Facultad de crear un Instituto que canalizase los estudios y la investigación de esta materia. En mi opinión no me parece muy acertado que sea una asignatura en el comienzo de la carrera. Hasta ni la veo oportuna como tal asignatura, sino como seminarios que completasen la formación cultural del médico en su currículum. En una medicina tan especializada como la actual, debe ser el propio especialista el que buscará con avidez el conocer sus propias raíces.

(*)Romero Abelleira es periodista

21 ago 2017 / 11:21
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