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LOS REYES DEL MANDO

¿Los felices años 20?

    ME pasé varios días felicitando el año (en enero, claro) con la cosa de los años 20, y en este plan. Es verdad que aquello fue un sueño pasajero, una fiesta tras el derrumbe que llevó a otro derrumbe, porque todo tiene sus ciclos indestructibles, pero me pregunto qué será de nosotros cuando volvamos a una realidad renovada, crucemos los dedos. Justo 2020, ese número, ha devenido en una tortura, en un infierno. Como para fiarse de los números. De feliz, podemos decirlo ya en marzo, no ha tenido nada.

    Los años 20, en este adolescente siglo XXI, vienen marcados por la pandemia, que siempre está ahí, dicen los científicos, acechante. Y que se manifiesta con mayor o menor virulencia, según las circunstancias. Eso ocurre desde que el mundo es mundo. No faltan los titulares que cuentan que esta es la guerra de nuestra generación, frente a las guerras de nuestros antepasados. No es que no haya guerras propiamente dichas, que vaya si las hay, y más de las que parece. Lo que sucede es que, si comparamos esta pandemia con el impacto de las catástrofes bélicas del siglo XX, muchos encuentran algunos paralelismos, sobre todo en esta alarma generalizada, en este contagio globalizado del dolor y la angustia. Son, sin embargo, asuntos muy diferentes. Aquello fue apocalíptico, destruyó países hasta la raíz más honda, desde el fondo del corazón, y nosotros, de paso, tuvimos también nuestra propia guerra. Esta crisis es tremenda, desde luego, pero cabe esperar que se detenga antes de que se parezca a las atrocidades que vivieron nuestros antepasados.

    La pregunta es qué sucederá cuando salgamos de ella. No será sin coste, no hay más que verlo. Aunque la economía se abre camino con sus grandes cifras, anunciando lo que vendrá después de que se detenga el problema sanitario (sólo recibimos malas noticias, no hay manera de sacudirse esa maldición), lo cierto es que la epidemia se mueve en el temblor de la escala doméstica. Los balcones son la medida de todas las cosas. Hoy España es un país asomado al balcón del dolor y al balcón de la esperanza. Tras ellos se escruta la calle vacía, y en ellos se aplaude con reconocimiento, con nueva solidaridad, con increíble emoción, en ellos se canta, se juega y se ríe. Lo que se puede hacer en un espacio diminuto (la mayoría de los balcones lo son, me temo) es realmente increíble. Hasta en ‘Zapeando’, que se emite, como casi todo, desde la casa de los presentadores (unos con más fortuna en la ubicación de la cámara que otros), se han inventado un Balcón Talent, no les digo más.

    ¿Habrá felices años 20? Hasta ahora el siglo era adolescente, aburrido y con tendencia al bucle. Escucho a filósofos que esto nos va a cambiar de tal manera que por fin valoraremos la vida más o menos tranquila que nos parecía, como mucho, lo más normal del mundo. A veces la normalidad es un regalo que no sabemos apreciar. Si todo va a cambiar, entonces concluiremos que tendremos que cambiar nosotros. Que vuelva el prestigio de la alegría, el estallido del humor, porque nos estaba quedando un siglo bastante puritano, encorsetado y gris. Quizás los nuevos años 20 nos esperen a la salida de este túnel. Quizás la verdadera revolución no ha comenzado todavía.

    25 mar 2020 / 23:04
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