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ángel guerra, presidente de la Asociación Galega de Bioética, cita a Cicely Saunders:

"Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarte a morir en paz, pero también para que vivas hasta el final de tus días"

    Debido a los problemas legales, algunos optan por el suicidio asistido y fallecen con dolor, sin una muerte digna.

    Conviene tener clara la definición desuicidio asistido, que es la ayuda o asistencia a otra persona que desea terminar con su vida haciéndole entrega del material necesario (normalmente medicamentos) para llevarlo a cabo.

    Este tema es peliagudo, pues para tomar una decisión mucho menos comprometida a esta, como es la sedación paliativa, que consiste en la administraciónón deliberada de fármacos, en las dosis y combinaciones requeridas, para reducir la conciencia de un paciente con enfermedad avanzada o terminal, tanto como sea preciso para aliviar adecuadamente uno o más síntomas refractarios, y con su consentimiento explícito, implícito o delgado, o bien la sedación en la agonía, todo se realiza actualmente en las Unidades de Cuidados Paliativos mediante una toma de decisiones compleja y responsable del equipo facultativos, que, antes de actuar, debe preguntarse: ¿Qué, cuándo y a quién informar? ¿Si hay proporcionalidad de los medios diagnósticos? ¿Si la hay en las medidas terapéuticas? ¿Qué decisiones son las más pertinentes en lo referente a la alimentación e hidratación del paciente? ¿Si es precisa una sedación paliativa? Y, si lo fuese de qué tipo: ¿primaria; ­intermitente o continua; superficial o profunda?

    Demasiada responsabilidad para dejarla en manos de un no profesional, pero, en ningún caso, debido a los problemas legales.

    Puedo entender que un médico no sea partidario de ayudar a morir a un paciente, de la misma manera que hay otros que no practican abortos. No se trata de obligarlos por ley.

    Faltaría más: ese es el derecho a la objeción de conciencia. ¿Qué pasaría si todos los médicos se negasen a practicarla? Nadie ha estudiadoMedicinapara suprimir vidas humanas, sino para curar enfermedades. A todo el personal sanitario se le ha enseñado a eliminar la enfermedad, no al enfermo. Es verdad que no siempre se puede curar, pero sí se puede mejorar y consolar. Si tuviésemos una buena red de cuidados paliativos, no nos plantearíamos la eutanasia: esa es la forma fácil, barata e inhumana de cuadrar las cuentas. Es tan fácil quitar la vida que hasta los políticos pueden hacerlo a quien se lo pida.

    Sin duda, es inmoral dejar sufrir a alguien con dolor y agonía. Ahí, los paliativos son absolutamente imprescindibles, y deben mejorar.

    Efectivamente. Viene aquí a colación una frase de Cicely Saunders, pionera en el desarrollo de estos cuidados al final de la vida: 'Importas porque eres tú, hasta el último momento de tu vida. Nosotros haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarte a morir en paz, pero también para que vivas hasta el final de tus días'.

    Normalmente, para todo el personal sanitario supone una gran satisfacción tratar a pacientes encontexto proeutanásicoy comprobar que, con el respaldo y atenciones de profesionales sanitarios, familiares y de la sociedad, siguen aferrándose a la vida.

    ¿Por qué temen que si se aprueba la ley quedarán sin cuidados paliativos muchos pacientes?

    El Gobierno español actual quiere aprobar la eutanasia cuanto antes (incluso antes que los presupuestos), ya que es la forma más fácil de cuadrar las cuentas. Si cada vez hay menos nacimientos y mayor esperanza de vida, los trabajadores en activo no son suficientes para sostener la economía del país.

    Por otra parte, gran parte del presupuesto de la Seguridad Social se emplea en cubrir la pensión de los jubilados, que cada vez viven más años y exigen subidas proporcionales al IPC. Además, son los que más gastan en atención médica y ­farmacéutica.

    ¿Cómo solucionarlo? El Gobierno propone una ley que facilite acabar con las vidas improductivas: no solo de ancianos, sino tambiénde personas dependientes por enfermedad o discapacidad. Por supuesto, a petición propia.

    Yo creo que no es incompatible estar a favor de los cuidados paliativos y de la eutanasia.

    Pues a mi juicio no es así. Considero que todo depende de lo que se entienda por persona humana. Si se entiende que es mera materia física, genética y neuronal, lo que es propio del materialismo en sus distintas acepciones o bien algo que se construye por la cultura y la libertad; es decir, que su ser deriva de su obrar, no habría dificultad alguna en considerar que su dignidad sería perfectamente vulnerable y se la podría manejar al arbitrio y antojo del propio hombre.

    Sin embargo, si la persona se considera un yo con dimensiones reflexiva (apertura al propio ser), comunitaria (apertura al cosmos, a la sociedad y a la historia) y participativa (apertura a la trascendencia), es decir, un ser mixto entre lo físico o biológico y lo espiritual, que es la posición fundamental de los códigos éticos y jurídicos vigentes en las diferentes culturas a lo largo de la historia, su dignidad es de tal naturaleza que no está en manos de otros hombres socavarla, y mucho menos privarla de la fuente primaria de todos sus derechos, que es la vida.

    Así pues, a mi entender, la eutanasia va en contra de una ley aprobada durante siglos en el mundo civilizado: No matar. Nuestra civilización ha progresado eliminando las excepciones a la prohibición de matar (pena de muerte, por ejemplo). Considero que legalizar la eutanasia supone dar un paso atrás, y, en cierta forma, un planteamiento utilitarista de la persona; cuando se ­considera innecesaria, su vida ya carece de sentido.

    ¿La expresión de un deseo de muerte cree que depende de un estado de ánimo?

    Muchas veces así es. La experiencia de numerosos expertos en cuidados paliativos es que esa expresión, tan natural cuando se tiene un sufrimiento grande, desaparece cuando el paciente es tratado adecuadamente.

    Quizá entre los familiares o allegados pueda existir un sentimiento más permanente, pero el sentimiento no es buen criterio para legislar.

    La limitación del esfuerzo terapéutico permite la muerte del enfermo, pero ni la produce ni la causa. ¿Cómo etiquetan ese fallecimiento si lo desconectan?

    Ningún paciente está obligado a que con él se utilicen terapias que no pueden curarle, sino que ­simplemente prolongan su vida en condiciones penosas, es decir, un tratamiento desproporcionado que prolonga su vida ­artificiosamente. Esta práctica es éticamente incorrecta. No hay por qué etiquetar ese fallecimiento, pues queda claro por lo dicho anteriormente.

    08 mar 2020 / 21:53
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