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LOS REYES DEL MANDO

Hinchazón

    PODRÍA ser que, desde hoy hasta el día 21 de diciembre, el día antes de la Lotería Nacional, hubiera un bajón mediático en el frenético argumento político de las últimas semanas. No porque crea que unas elecciones lo curan todo de repente, pero sí porque los partidos y los candidatos van a necesitar tiempo y cierta pausa para lo que se prevé una cita de muchas lecturas, y de notables expectativas. Seguramente ni unos ni otros (si es que hay dos posturas enfrentadas solamente) se van a dar por satisfechos con lo que suceda en estos días que vienen, imaginados tal vez para bajar la hinchazón, como dicen algunos, pensando que el 21 todo vuelve a la casilla inicial, a la página en blanco, y en este plan. Sabemos que no es así, porque nada desaparece como por encanto, ni hay artículo de la Constitución, aunque se aplique con todas las consecuencias, que tenga el efecto del bálsamo de Fierabrás, o cualquier otro efecto. La realidad es más compleja, aunque vivamos en tiempos maniqueos y preñados de posverdades, y el relato de la campaña vendrá aderezado necesariamente de todo ese enorme aliño colectivo, ligado con el morbo, la confusión, la duda, la sorpresa, el miedo, la desafección y el absurdo. Una ensalada notable.

    La llegada de Puigdemont a Bélgica (no se sabe por cuánto tiempo) ha abierto otro sendero en el jardín, otra vía informativa, jurídica y diplomática. Una nueva dimensión que ha producido jugosos réditos mediáticos apenas en unos días, porque el relato ha girado hasta alcanzar tirabuzones y saltos mortales de mucha enjundia catódica. Llámenlo efecto ventilador, lo que quieran. Pero nada de lo que ha pasado las últimas horas ha contribuido a que la hinchazón mediática baje un milímetro. Y en cuanto a la política, ya veremos. Sé que las cosas siguen su curso, pero la pregunta es si ese curso no acabará torciendo lo que se imaginaba como tiempo muerto, como cambio de paisaje, como oportunidad para volver a empezar.

    Este tiempo/colchón que va hasta el 21 de diciembre, el día antes de la lotería, no lo consumiremos en el área de descanso de la autopista constitucional o independentista, ni en la sala de espera de los componedores de afectos y banderas. Lo pasaremos de nuevo en un formidable intercambio de frases, ahora con ramificaciones en Europa: viajarán las palabras duras, se llegará al día 21 con narrativas opuestas que hablan de la ley innegociable, o del martirologio y la construcción del héroe. Pero las televisiones no quedarán huérfanas de materiales. Al contrario, uno tiene la sensación de que la actualidad desbocada ya no soporta el síndrome de abstinencia. La sobredosis de hechos ya no concuerda con los sueños ciudadanos de que baje al menos la hinchazón mediática. La gente se muestra asqueada, quiere irse al bosque, al cine, al mar del invierno. Pero muchos insisten enconadamente en el odio, en las frases de desprecio o de soberbia, en la siembra mutua de resentimiento. Hay gente que no ceja en el relato de la victoria. Y no es esto, no es esto. Así que esperaremos. Quizás los delicados cálculos de campaña mitiguen un poco los gestos desabridos, la tensa espera, porque nadie cree que las elecciones sean inservibles, lo mismo que nadie cree que sean la panacea.

    05 nov 2017 / 02:37
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