Ilegales y el tiro de despedida de un grupo con disco de diamante

Charlar con Jorge Martínez es mezclar a los Sex Pistols con los hermanos Marx, una locura de final feliz.

Quedamos a la puerta de este diario. Cuando llego, está junto a dos policías de peto fluorescente. Temo lo peor. Falsa alarma, Jorge preguntaba por una calle. Es el humor de este astur.

Llega mojado tras perderse cerca del Arco de Mazarelos. Viene de catar pulpo en el mesón Os Concheiros, "pulpo y algo más, demasiado más...", dice uno de los pocos guitarras del mundo a quien Gibson le regala guitarras de privilegio limitado. Jorge es peculiar, dentro y fuera del escenario. Lidera a Los Ilegales, grupo que acaba de recibir un honorífico Disco de Diamante por vender un millón de discos durante 30 años de carrera. En Latinomárica son dioses. Y aquí, dicen adios con 126 canciones ilegales, antología que centra su despedida. "Y ésta vez es de verdad", dice Jorge con tic malévolo.

Mañana tocan la sala Capitol de Santiago, en un tour que finalizará en el Festival Internacional de Benicassin (FIB), y cuyo repertorio será votado por sus seguidores en Facebook.

En cada show, Los Ilegales proponen un reclamo especial... la entrada VIP. Cuesta 50 euros e incluye ver su concierto exclusivo durante la prueba de sonido con temas que luego no escuchará el público general, festín donde el selecto club de fans compartirá barra libre y fotos con Jorge y su banda. Es la nueva promoción musical. Mahoma y la montaña brindan juntos favor del rock.

"Las discográficas han probado su total voracidad a la hora de recortar derechos por todas partes y llevarse la pasta de los artistas, esa es su naturaleza pero los de Pop Up son diferentes, hay otros acuerdos...", dice piropeando al sello conducido por Roberto Nicieza. "Han tenido que meter al horno unas bobinas de 1978 para rescatar trestemas inéditos, ¡y además meten libro! Eso no lo hace nadie, están locos, por eso les quiero".