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los libros del año

Isaac Rosa, Manuel Vilas, Clara Usón, Mallo y Berges entre los mejores autores de 2018

Junto a las obras publicadas por ellos en el año que termina, cabe señalar también a otros escritores como son Muñoz Molina, Andrés Neuman, Daniel Ruiz, Natalia Cerezo, Mónica Ojeda, Miguel Ángel Hernández...

    La tarea de elegir los mejores libros del año es siempre la tarea del héroe. Máxime en un panorama como el de la literatura en castellano, en la que cada año se publican más títulos. Lo bueno, suele decirse, no pasa nunca desapercibido. Pero, quizás afortunadamente, el panorama editorial se ha fragmentado en los últimos años, con el surgimiento de numerosas editoriales de pequeño tamaño, que publican un número reducido de títulos. Entre todas suelen ofrecernos auténticas sorpresas literarias, traducciones que por alguna razón no habían entrado en los catálogos, autores que florecen de pronto desde una oscuridad que durante años no habían logrado romper. Así se construye el árbol literario. Así se alfombra de ficciones y poemas un año, aunque los límites temporales son, claro está, nada más una convención, nada más que un acuerdo.

    2018 ha dado a la luz unos cuantos libros extraordinarios. Y muchos muy notables, que, como es obvio, no pueden ser citados todos aquí. La elección es, como todas las elecciones basadas en las opiniones personales, subjetiva, aunque es seguro que muchos de los títulos que a continuación se mencionarán estarán en otras listas de lo mejor del año, y habrán sido elegidos también por otros críticos y otros opinadores. Mala cosa sería que no hubiera cierto consenso, pero también es cierto que, de pronto, alguna historia alcanza un inusitado fulgor en nuestra memoria lectora reciente, y entonces surgen algunas sorpresas, o se hace justicia con algunos olvidos.

    Vaya por delante, claro está, que lo escogido no deja de lado lo no escogido, sino que simplemente lo coloca un paso por delante, dentro de esa visión personal y subjetiva que es siempre la crítica. Hay, ya digo, muchos otros títulos que igualmente merecerían aparecer citados aquí, pero no hay sitio para todos. Existe un conjunto de novelas y ensayos, más allá de los que aparecen reflejados, que componen una cosecha literaria muy interesante en 2018, y que revelan también una gran actividad editorial, que parece por fin arrancar tras la crisis interminable, no sólo de los grandes grupos dominadores del mercado, sino también, como señalábamos más arriba, de las pequeñas y entusiastas casas editoriales.

    Isaac Rosa, un autor sevillano ya consolidado, seguramente una de las plumas más brillantes del panorama literario actual, ha escrito la que consideramos una de las mejores novelas del año, Feliz final (Seix Barral). Pero no podemos dejar de citar otras obras extraordinarias que en estos doce meses han visto la luz: de manera especial, El asesino tímido (Seix Barral), de Clara Usón, Ordesa (Alfaguara), de Manuel Vilas, Los desertores de Joaquín Berges (Tusquets) y Trilogía de la guerra (Seix Barral), de Agustín Fernández Mallo. En todas ellas se da un retrato íntimo de algunos momentos históricos singulares, con mayor o menos implicación autobiográfica, y con un pulso narrativo lírico, poblado de emociones y finísimos equilibrios, donde afloran historias humanas de un enorme calado, tragedias y alegrías, la descripción, en suma, de la extraña textura de la vida.

    Javier Pintor, profesor de literatura y gestor cultural en A Coruña, coincide con el crítico a la hora de glosar la altura literaria de Feliz final, y el impresionante crecimiento de Isaac Rosa en el panorama español como autor especializado en remover las entrañas emocionales de los lectores. Uno piensa que Final feliz, definida como 'una autopsia de los deseos, las expectativas y los errores de los protagonistas', nos golpea con elegancia, pero nos golpea, nos hace descender al horror del desamor, pero de pronto es posible descubrir entre sus páginas leves momentos de felicidad que aún brillan en medio de la destrucción de los afectos, gotas de agua en las que aún anida aquella luz del sol de los primeros años. "Isaac es un autor que perturba al lector, es una de sus habilidades", comenta Pintor. "Su trayectoria es asombrosa, pero sobre todo esa capacidad para interrogarnos sobre la época en que vivimos. Después de leer Feliz final te preguntas muchas cosas: personalmente, pero también socialmente. Hay una imbricación entre lo íntimo y lo histórico en lo que escribe Isaac Rosa', sigue diciendo Pintor. Por no hablar, claro, del extraordinario dominio de las voces narrativas y de la concepción de la estructura, que, en este caso, implica una narración inversa, empezando por el final y terminando por el principio. Se trata de la destrucción de un gran amor y de cómo el amor se perdió, se gastó, se diluyó en el tiempo y en las circunstancias. Y las iluminaciones son grandes, y las tristezas infinitas. Y la desazón, inabarcable. Pero siempre hay, a cada rato, una bocanada de aire, un suplemento de oxígeno.

    Mercedes Corbillón, una de las libreras más dinámica de Galicia, o quizás de toda España, propietaria de Cronopios en Compostela y Pontevedra, admite el impacto emocional que surge de la novela de Isaac Rosa, también entre sus favoritas, del año, pero coincide con Pintor, y con nuestra opinión crítica, en la necesidad de reivindicar a Clara Usón, que este año volvió a las librerías con El asesino tímido, también publicada en Seix Barral. "Es un novelón impresionante. Clara habla aquí de sí misma, es un libro con dolor y con memoria. Es una novela distinta de las anteriores, con su gran carga de autoficción, mezclando tres historias como sólo ella es capaz de hacer", explica Corbillón. El asesino tímido supone, en efecto, un salto diferenciador en la narrativa muy sólida de Clara Usón. Un salto también desde la valentía y el reconocimiento de lo que nos construye. aunque nos duela. En la novela, Usón mezcla la historia de una jovencísima actriz del destape Sandra Mozarowski, que murió en extrañas circunstancias, y la del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, además de la suya propia. "Es algo muy potente, como comprobará el lector. No sólo por lo que conocemos sobre Mozarowski, sino, sobre todo, por lo que Clara cuenta sobre sus adicciones en el pasado, que provocaron momentos muy duros en su vida, y sobre la figura de su propia madre", sigue diciendo Corbillón. Y concluye: "creo que la literatura de Clara Usón debería ser tenida mucho más en cuenta". Una vez más, como a ocurrió en La hija del Este, aunque de otra manera, la potencia de la mirada interior de Clara Usón nos maravilla y nos toca profundamente.

    Algo semejante a lo que ha ocurrido con Manuel Vilas, autor también de una de las grandes novelas del año, Ordesa (Alfaguara), en la que se relata igualmente el pasado personal, la vida íntima, la vida doméstica, el amor de los padres y el crecimiento de las inseguridades del autor, que desembocaron también una vida difícil. En una entrevista con este diario, Manuel Vilas se mostraba emocionado con la aceptación que su historia personal ha tenido por parte de los lectores. Pues, al final, se trata de un caudal hermosamente lírico de su propia vida, un río de emociones que fluye ante nosotros con incontable belleza. El poeta Vilas siempre termina apareciendo.

    El zaragozano Joaquín Berges parece haber alcanzado su mejor momento literario, después de una trayectoria en la que destacaron obra de comedia y humor, pero que ahora gira hacia la integración de las emociones individuales y los acontecimientos históricos, en este caso la Gran Guerra. Los desertores, publicado por Tusquets, es la épica interior de un viaje en busca de una tumba, la de Albert Ingham, un soldado británico muerto en la batalla del Somme, en 1916. El pulso narrativo de Berges merece ser destacado por su gran brillantez, su habilidad en las transiciones, su capacidad para unir las emociones y los paisajes doloridos donde habita el conflicto que atraviesa los pliegues de la historia. "Esta novela me ha fascinado", dice Pintor. "Berges me parece un autor fantástico que debería aparecer más a menudo, porque tiene una gran capacidad narrativa. En esta novela, especialmente. Los personajes son potentísimos, y la mezcla de lo cotidiano y lo histórico está resuelta de manera muy lúcida. Hablábamos de Rosa y su capacidad para desestabilizar al lector, pero creo que ahí hay asuntos como el abandono, la soledad y la culpa que están magníficamente tratados. Merece mucho la pena leer Los desertores, explica. Y no podemos menos que estar de acuerdo. Seguramente este libro marcará un antes y un después en la narrativa de Joaquín Berges.

    Otro de los autores que ha completado un año fascinante es el coruñés Agustín Fernández Mallo, al que dedicamos aquí el reportaje de inicio en este suplemento la pasada semana. Fernández Mallo, celebrado por el proyecto Nocilla (que ahora publica Alfaguara en un solo volumen), ganó en febrero el Premio Biblioteca Breve con Trilogía de la guerra, sin duda, también uno de los grandes libros del año, con ese tono vanguardista y distópico que hace de Fernández Mallo uno de los autores más sorprendentes de todo el panorama literario actual. La historia de Trilogía de la guerra ofrece múltiples matices, un estudio extraordinario en el que se entreveran acontecimientos históricos, conflictos singulares, epopeyas y visiones tecnológicas. Mallo completaría su magnífico 2018 con Teoría General de la Basura (Galaxia Gutenberg), probablemente, como corrobora Javier Pintor, uno de los mejores ensayos del año, que merece la pena ser leído con atención. La teoría de que todo lo nuevo crece sobre la basura, sobre lo no considerado como útil en época anteriores, domina este magnífico libro, aunque, por supuesto, Mallo es siempre un festival de citas, menciones cruzadas, influencias y sabores que hacen de él un cóctel poderosísimo.

    La obra de Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente (Seix Barral), completa la lista de lo mejor, en nuestra opinión, de este año que termina. Muñoz Molina elabora aquí una curiosa narrativa, con toques ensayísticos, donde se analiza la comunicación y la falta de comunicación del presente. Es una visión del mundo y su mecanismo contemporáneo, siguiendo también el rastro de autores que hicieron del paseo, del camino, del movimiento, y de la observación de la que pasa alrededor, una de las bellas artes. Libro también fundamental, sin duda, en 2018.

    Cabrían otros títulos (y otros géneros) para completar esta visión de los últimos doce meses. "Me gustaría señalar a Miguel Ángel Hernández y El dolor de los demás (Anagrama) como otra de las obras de 2018", dice Javier Pintor. "Está basada en una terrible historia real, y creo que es conmovedora y realmente impactante. La recomiendo". Muchas más, sin duda, cabría citar, como obras recomendables. Maleza, de Daniel Ruiz (Tusquets), es también uno de los libros mejor conseguidos del año. Como el siempre provocador e intuitivo Andrés Neuman, con Fractura (Alfaguara), otra novela muy señalada de las publicadas en 2018. "Hay libros que prometen mucho, como Los asquerosos (Blackie) y lo último de Cristina Morales, que deberían tenerse en cuenta en una lista que se precie.

    También relatos hermosos sobre la juventud, la adolescencia o la ciudad, como En las ciudades escondidas (Rata), de Natalia Cerezo", señala Javier Pintor. No se pueden dejar de citar lo último de Padura, y en eso coincidimos con el propio Pintor, y Mandíbula de la ecuatoriana Mónica Ojeda (Candaya).

    No se trata de agotar las posibilidades de lectura, sino de ofrecer una mirada hacia lo que consideramos más granado. Las traducciones y la literatura en lengua gallega quedan para la próxima entrega. Disfruten.

    22 dic 2018 / 20:33
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