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Los jacobinos se ríen de los gallegos

    A PRINCIPIOS de noviembre Forbes publicó la relación de los cien españoles más ricos, elaborada a partir del estudio del valor de mercado de sus empresas, de sus propiedades inmobiliarias y suntuarias y de su liquidez.

    Atendiendo a su residencia, los diez más ricos están encabezados por dos gallegos, padre e hija, pero el grupo más numeroso es el de madrileños, son seis, más de la mitad. Les siguen un balear y un valenciano. Si el criterio para clasificarlos fuese su actividad principal, el colectivo más numeroso es el de los constructores, que son cuatro, todos madrileños. El resto está diversificado: viajes, distribución minorista, centros comerciales, un inversor y dos, los gallegos, de la distribución textil, pero con sólido soporte industrial. Por género son siete hombres y solo tres mujeres.

    Realizando un ejercicio de brainstorming, tormenta de ideas, podríamos establecer un ranking de los diez más ricos, pero en negativo. El perfil que se definiría sería el de un madrileño, que fiscalmente se beneficia del inminente paraíso fiscal en que se está convirtiendo esa "autonomía", al modo de la City de Londres. Cuya riqueza se ha generado en gran medida con cargo a los presupuestos de las administraciones públicas, a través de obras o concesiones en las que los proyectos frustrados no les generan quebranto, pues los asume el erario, como es el caso de las autopistas o el fracking.

    Ese perfil se complementaría con una contribución prácticamente inexistente a causas sociales. Ninguno emularía, ni por lo más mínimo, a los Gates, Bloomberg o Buffet. Pero, eso sí, tendría querencia por el recurso a posiciones secundarias a su actividad principal que le proporcionaría una elevada exposición mediática, como la presidencia de algún club deportivo, lo que además le facilitaría una gran protección de los medios de comunicación, que no osarían criticarles.

    Pues no, el perfil negativo del rico que circula en los medios y redes no es ese. El club de los jacobinos de la izquierda madrileña ha dibujado un perfil completamente opuesto. Sus dardos se dirigen al gallego. El que ha creado tejido industrial, que exporta y que, en ocasiones, realiza donaciones relevantes. Al que se imputa la comisión de fraude fiscal, una fake new alimentada por aquellos que no saben leer en la sentencia del Supremo que debió ingresar una cantidad no por fraude, sino por cuestiones derivadas de la distinta interpretación de una norma fiscal. O el que ni aparece en los medios, o estos no le protegen, como a los otros.

    Como en Argentina, o en palabras de alguna política española fracasada, parece un mal chiste peyorativo sobre gallegos. No nos engañarán.

    Economista

    19 nov 2019 / 22:03
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