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Secretario de ayuntamiento

Julio González Puente: “Administración y secretos, hoy por hoy, son conceptos antitéticos”

“En esta profesión no hay ni devoción ni vocación, fui secretario municipal por una simple circunstancia de la vida” ··“Me tocó vivir un pleno tenso y complicado, que fue el derivado de los sucesos de las patronales en Monforte”

Con cuarenta años de ejercicio en la profesión, Julio González Puente, secretario municipal de los ayuntamientos de Monforte y Pantón, acaba de jubilarse. Leer y recuperar con la familia el tiempo que la profesión le robó son ahora sus metas.

_ ¿Cómo se llega a ser secretario de ayuntamiento, por devoción o son circunstancias del destino?
_ No hay en esto ningún tipo de devoción, ni tampoco esa solemne palabra de vocación que no olvidemos que en su raíz latina significaba “llamada”. No puedo creer que exista una vocación de secretario de ayuntamiento, profesión modesta que no puede aspirar a aquellas cuatro vocaciones puras que definía Marañón: el sacerdocio, la milicia, la medicina y la judicatura. En mi caso, fue una simple circunstancia, ya que, cuando se convocó la primera oposición de la Administración local, yo estaba preparando la de técnico de Administración civil del Estado. Surgió la de secretario de ayuntamiento y me presenté sin pensarlo más, así de simple.

_ En sus cuarenta años de profesión, ¿cuál ha sido el momento más grato y el más embarazoso?
_ A decir verdad, predominaron los momentos gratos, claro que, a lo largo de tantos años, es lógico que se produzcan momentos embarazosos y desagradables. No es cuestión de hacer un recuento que a nada conduciría, mejor conservar el recuerdo de los buenos y olvidar los otros.

_ ¿Le tocó vivir algún pleno especialmente tumultuoso?
_ Sí, pero son gajes de la profesión. Tengo que decir que en los inicios de los ayuntamientos democráticos hubo un pleno tremendamente tenso y complicado, que creo que forma parte de la memoria colectiva de Monforte. Fue aquel derivado de los sucesos producidos en las fiestas patronales, o sea, historia lejana de un tiempo distinto.

_ Por el origen de la palabra ‘secreto-secretario,’ ¿tuvo que guardar secretos en el ejercicio de la profesión?
_ Confieso que no, y que existe algo de tópico sobre esto. Contra una opinión muy extendida, la Administración –y sobre todo la local, que está más cerca del ciudadano– tiende a la transparencia y esto casa mal con el secreto, ya que las sesiones son públicas y todo lo que se hace trasciende inmediatamente al exterior. Administración y secreto, hoy por hoy, son conceptos antitéticos.

_ ¿ Un secretario es una especie de policía que vigila la legalidad en la vida administrativa del concello?
_ Rotundamente no y, sobre todo, en el tiempo actual. Con la legislación anterior, podría pensarse en lo que apuntas, cuando existía aquello que se llamaba la “advertencia de ilegalidad”, que paralizaba inicialmente una decisión municipal. Hoy, por suerte, esto no existe: el funcionario informa y se acabó el tema. Supervisar la legalidad queda para otras instancias superiores.

_ ¿Hacen caso alcaldes y concejales de las recomendaciones legales del secretario?
_ Normalmente sí y esto es lógico, ya que a todos anima el mismo espíritu, que es el servicio público; el resto es cuestión de detalles intrascendentes.

Adaptarse a las fases de la vida

Sin ‘mono’ de boletines

Julio González, articulista colaborador de EL CORREO GALLEGO, hombre de familia y lector empedernido, no cree que la jubilación deprima. Asegura que “la depresión va en el carácter y en las circunstancias de cada uno. Hay que adaptarse a cada fase de la vida y no mitificar el pasado, porque de nada vale, además”.
Tampoco tiene mono de boletines y diarios oficiales. Es más, no duda en confesar que “no añoro ese tipo de lectura que es absolutamente aburrida. Lectura, además, no falta”. En otra vida, según se sincera, no repetiría profesión. Afirma que “uno, que está envenenado de literatura, siempre añoró no ser más que un humilde profesor de un instituto rural, como escribía Machado a Unamuno”.
Hombre que guarda en la memoria lo bueno y olvida lo malo, a la par que gran diplomático, dice de los políticos con los que trabajó que “la mayoría fueron grandes amigos con los que tuve una relación muy fluida y cordial”.
Sin embargo, reconoce “es lógico que destaque a un alcalde, que fue con el que más conviví: es obvio que se trata de Celestino Torres y que este recuerdo emocionado no es sólo mío, sino que puede decirse que todo Monforte lo comparte; eso creo, al menos. También fue muy grata y positiva la larga convivencia con el anterior alcalde de Pantón, José Manuel Ledo”, sentencia n


04 dic 2007 / 20:55
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