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Leticia Giménez-Arnau se casó en el pazo y una comparsa, en el exterior, hizo regresar a su abuelo

Una comparse resucita a Franco para exigir la devolución del pazo al pueblo ·· Celebran una contraboda que coincide con la de la bisnieta del general ·· 300 personas trataban de lanzar octavillas a los invitados que llegaban

Dos mundos antagónicos se dieron cita ayer a distintos lados del pazo de Meirás. En el interior del que había sido residencia de verano del general Franco, los invitados a la boda de su bisnieta Leticia Giménez-Arnau, con su prometido. En el exterior, unas trescientas personas que clamaban por la devolución del pazo al pueblo y cargaban contra el franquismo a ritmo de charanga. En el interior, probablemente, se celebró un enlace entrañable, como todos. En el exterior también, aunque éste fue más festeiro e irónico. Un circo sin trapecistas.

El protagonista fue Francisco Franco. "No estaba muerto, estaba de parranda", coreaban los miembros de la charanga Os Maracos cuando uno de sus miembros se bajó de un Rolls Royce caracterizado como el general y con una novia bajo el brazo. La charanga coruñesa quería de esta forma apoyar a la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica (CRMH), que organizó la contraboda en las puertas del pazo para protestar por la "provocación" de la familia Franco, muchos de cuyos miembros acudieron ayer al enlace de Leticia Giménez-Arnau con su ya esposo, Marcos Sagrera.

Su padre, el polémico Jimmy Giménez-Arnau, con quien no mantiene relación, no acudió al enlace y tampoco al contraenlace, a pesar de que la CRMH trató de que estuviese presente.

La protesta fue pacífica y por momentos histriónica, aunque no se produjeron enfrentamientos más allá del terreno verbal. Los miembros de la CRMH lanzaban octavillas explicativas en el interior de los automóviles de invitados y personal que accedía al pazo por una de las puertas laterales. En ellos explicaban el proceso de "usurpación" de un pazo que fue comprado por 1,2 millones a los herederos de la escritora Emilia Pardo Bazán en 1938 y al que se añadieron otras 10 hectáreas obtenidas mediante expropiaciones. Además, se aplicó un "impuesto revolucionario" para abonar el pazo a los ayuntamientos del 5%.

Más de 40 periodistas se mezclaban entre la multitud demostrando el interés y el morbo que suscitaba la protesta frente a la residencia de verano de Carmen Franco. Sin embargo, entre los manifestantes algunas voces recordaban que ellos habían contribuido con su sudor. Es el caso de Olga, de 74 años. "Con 13 anos empecei traballar nunha fábrica de telares preto da refinería da Coruña e cada mes quitábanme unha peseta para o pazo", gritaba ayer. Su sueldo era de 41,45 pesetas. "Eu choraba cando mo quitaban e meu pai dicía: ¡cala, cala!", recordaba mientras a su lado los manifestantes mezclaban gritos de independencia para Galicia o contra el fascismo.

A menos de cincuenta metros, la otra cara. Cinco vecinas de Meirás escupían con la mirada hacia el tumulto. Sienten desprecio por la protesta. "Para esto ya está el carnaval. Yo los vi y me hicieron gracia, pero no aquí", decía una vecina recordando que Os Maracos ya habían parodiado a Franco en febrero. El diálogo se tensa cuando se les pregunta por qué les parece mal. "Si te manifiestas en un pueblo pequeño, dejas claras tus ideas políticas y eso te pasa factura", dice sobre su negativa a dar más detalles. "Pero eso pasaba hace años, ¿no?", pregunta una periodista. "Antes había más libertad, pero vosotros no lo sabéis", zanja.

El novio llegó discretamente poco después de las ocho de la tarde, a menos de una hora de casarse, y recibió fogonazos de flashes como bienvenida. El grupo de manifestantes fue disolviéndose paulatinamente. Quizás querían grabar los programas nocturnos del corazón.

09 ago 2008 / 02:18
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