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las crónicas de jac

Lo mejor, enemigo de lo bueno

    "LE mieux est l'ennemi du bien", o lo que es lo mismo "lo mejor es enemigo de lo bueno". Esta es una frase de Voltaire base de una trampa lógica que se conoce como la 'Falacia del Nirvana', que consiste en rechazar una acción o una idea comparándola con lo mejor, con eso tan "mejor" que resulta inabarcable o imposible. Lo malo, es que muchas personas no son conscientes de la trampa del argumento y se toman en serio esta falacia, asumiendo una posición moral e intelectual muy gratificante, ya que hay que pensar muy poco y hacer menos.

    ¿Por qué esforzarse en perseguir lo que resulta de suyo imposible conseguir? En otras palabras, por no ser capaces de alcanzar "lo mejor", o acaso "lo menos malo", lo cierto es que acabamos estancados y sin hacer nada, perpetuando un cierto status quo, que en muchas ocasiones es una alternativa que evita que avancemos e incluso mejoremos como sociedad.

    ¿Cuántas veces por querer encontrar la mejor novela nunca comenzamos o terminamos una? ¿Cuántas veces por querer que algo sea perfecto terminamos por no finalizar eso que queríamos hacer?

    Cuando se es más joven, y con el maximalismo propio de la edad, uno piensa que lo mejor siempre es mejor y punto. Luego, poco a poco, con la vida misma y las contradicciones a las que nos enfrentamos, se descubre que lo mejor, entendido como utopía luminosa, no existe.

    Hace poco hemos tenido e­lecciones municipales y esto permite recordar que en política incluso más que en la vida real, a menudo la búsqueda de lo extraordinario, de lo mejor, evita que se preste atención con la misma intensidad a lo más ordinario, lo bueno.

    Queremos una depuradora con la mejor tecnología del mercado, la menos contaminante, la que mejor se adapte al medioambiente y con el menor impacto posible y sobre todo distinta de la propuesta por otros gobiernos, y mientras decidimos como construirla no tenemos ninguna y seguimos contaminando. O queremos ser la smart city más desarrollada del mundo y sin embargo descuidamos la recogida de basuras o el transporte local.

    Los alcaldes deben huir de la desafortunada pretensión que tienen muchos de considerar irrelevante y hasta poco lustroso lo pequeño, cuando precisamente a veces esto es lo grande. Estos políticos olvidan que la transformación del mundo y también de sus ciudades, ha de comenzar por lo pequeño, por lo elemental, por lo básico. Ya que es precisamente aquí, en el buen funcionamiento de los servicios básicos donde los ciudadanos encuentran su principal punto de satisfacción.

    Valorar la importancia de las cosas pequeñas es una premisa simple pero no sencilla, porque la multitud de acontecimientos que nos rodean hacen que a veces esto se olvide o pase a un segundo plano. Las pequeñas cosas funcionan como los ladrillos de una casa, o de un ayuntamiento: por grande que sea el resultado final, o ambicioso el resultado, alcanzar el mismo depende de la cantidad y calidad de las pequeñas unidades. Como dice el refrán, "grano no hace granero, pero ayuda al compañero".

    Alguien decía también con razón que si no se tiene la oportunidad de hacer grandes cosas, al menos hay que hacer cosas pequeñas a lo grande. Por supuesto que tenemos que tener la sana ambición de acometer cosas grandes, pero en lo pequeño comienza el mundo, y si no, no tenemos más que pensar en el átomo.

    joseantonioconstenla.wordpress.com

    03 jun 2019 / 21:01
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