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Unos ‘mestres’ al pie del cañón

Cuatro rostros galardonados en la XVII edición de los Premios Mestre Mateo, los más importantes del audiovisual gallego, atienden a El Correo Gallego para hablar de sus nuevos proyectos e inquietudes. El director de cine Dani de la Torre, la actriz María Vázquez, el periodista Rodrigo Vázquez y el compositor Xavi Font. Todos ellos han conquistado sus respectivas escenas

El primer vídeo viral de Rodrigo Vázquez llegó en la pasada gala de los Premios Mestre Mateo. Recibió el reconocimiento a mejor comunicador y lanzó un sentido alegato a favor del uso de la lengua gallega entre los más jóvenes. Elocuencia artesana. Nada impostada. “Non esperaba tanta repercusión. Fixen un discurso honesto comigo mesmo. Sen o galego non traballaría igual”, reflexiona el presentador. “O mellor comunicador non pode facer un discurso baleiro. É como unha proba do algodón”.

- ¿Le hubiese gustado oír un discurso así de niño?
- Non o sei…, as circunstancias son diferentes en cada momento. Hoxe en día podería haber moitos máis nenos que falasen galego dos que o falan. Eles van ser o futuro. O galego é como un sacho, se o usas vale para algo, se ninguén o usa, non vale para nada por moito idioma noso que sexa.

He aquí un tipo refrescante, sensato y educado. Cuatro años han pasado desde la primera nominación a los Mestre Mateo y su flequillo es lo único que permanece inalterable en este periodista ourensano. Lo demás ha cambiado mucho. En este tiempo, ha estado en la terna por tres programas distintos (Oh happy day, O país máis grande do mundo y Ti verás), siendo el más joven en lograrlo. También ha presentado las campanadas junto a Xosé R. Gayoso y Lucía Regueiro, ha sido imagen de una conocida marca de cerveza y su Instagram parece un mapamundi con paradas en Cuba, Marruecos o Rusia. Ahora se enfrenta a la era pos-Mestre Mateo con la nueva temporada del concurso Ti Verás, en las tardes de Televisión de Galicia. “Estar catro anos seguidos entre os mellores xa é un premio. Un Mestre non creo que cambie a vida a ninguén.

Hai xente que non o levou e son grandes profesionais. Nisto do audiovisual o traballo sempre é colectivo”, afirma con una sonrisa franca, la misma a la que este periódico ha otorgado el premio Elegante recientemente y con la que resta importancia cuando cree que sus respuestas son demasiado largas. Por ejemplo, cuando se le pregunta por el momento en el que recogió el galardón: “Cheguei arriba e tartamudeei. Non me deu medo poñerme nervioso. É algo normal que te humaniza diante das cámaras”. Y resume.“Ese día, non quería traballar nin soltar un discurso como se levase un auricular. Quería soltar o que saíse de dentro”. Hay algo en él de muñeca rusa. Si se abre la matrioshka se llega a un Rodrigo más personal. “Pasei moita calor no patio de butacas do Palacio de la Ópera (A Coruña). Son moi paranoico coa suor. Cando rematou a gala, fun ao hotel, ducheime e púxenme unha camisa limpa. De feito, xa traía un par delas de reposto”. Al quitar la siguiente capa desvela sin pudor que ha aprendido a verse como espectador. “Antes era moito máis vergoñoso. Agora gústame verme en cada cousa que fago. É positivo para corrixir os erros”.

Quien también sabe de triunfos es el cineasta Dani de la Torre. Con La sombra de la ley regresaba a un terreno en el que nadie puede soplarle: el suspense. Se llevó tres Goya y diez Mestre Mateo, entre ellos, a mejor película y a mejor director. No pudo superar los doce cosechados hace tres años por su ópera prima, El desconocido, el filme más premiado por la Academia Galega do Audiovisual después de Dhogs. Sin embargo, el prometedor director monfortino dice que no se acostumbra al reconocimiento. “Los premios son regalos muy bonitos. Pertenecen a un gran equipo que ha trabajado muy duro. Soy un privilegiado, hago lo que me gusta y me pagan por ello”.

Ahora se rinde a los nuevos hábitos de consumo e irrumpe en Movistar con la miniserie, La unidad, un thriller policiaco sobre las brigadas antiyihadistas. En ella, el protagonista ya no es Luis Tosar, sino Zahera, ganador del Goya al mejor actor de reparto por su labor en El reino y miembro del club de los Gallegos del Año del Grupo Correo Gallego. Además, vuelve a apostar por Galicia como escenario. “Siempre he tenido compromiso con esta tierra. Me gusta traer a gente a rodar aquí y que la descubran. Tiene espacios únicos y singulares. También hay actores y personal técnico de alto nivel. Estamos en un gran momento en nuestro audiovisual, tenemos que seguir creciendo. Todos somos imprescindibles”, opina en referencia a la cadena pública autonómica y a las productoras gallegas.

Galicia parece un señuelo para la ficción nacional. Su línea de coordenadas está presente en numerosos estrenos. Al igual que la actriz María Vázquez, un imán para engarzar un papel tras otro. Primero en Quien a hierro mata, a las órdenes de Paco Plaza, grabada en la zona de Arousa y A Coruña sobre las erosiones del mundo de la droga y, más adelante, participará en la segunda temporada de la serie de Mediaset Vivir sin permiso. Dejando atrás las historias de narcotráfico, la intérprete viguesa se atreve con Néboa. Una serie de suspense mitológico rodada en paisajes naturales como Cabo Ortegal, Estaca de Bares, Ortigueira o Cariño para Televisión Española. Y recién salida del melodrama rural Trote, por el que recibió el Mestre Mateo a mejor actriz, la intérprete alza la voz contra la escasez de personajes femeninos. “Podo dicir que eu son unha afortunada pois cada vez hai menos papeis para mulleres a partir dos 35 anos.

A mocidade está sobrevalorada. Hai que contar historias para todos os perfís. Non todas temos que ser novas, guapas e ter corpos dez”. Precisamente, el debut de Xacio Baño fue un tributo a otros olvidados: los pequeños pueblos encajonados en el interior de Galicia que agotan, poco a poco, su pulso. “Dame moitísima pena o despoboamento do rural porque ao final son as nosas raíces. Nacín en Vigo, pero a miña familia é de Carballedo (Lugo) e trato de inculcar as miñas crianzas que mamen iso, porque de ahí vimos”, remarca orgullosa la actriz.

Como alivio a ese silencio raído, el compositor Xavi Font (Mestre Mateo a mejor música original por La sombra de la ley) siembra las notas en los surcos del pentagrama de O que arde, el largo del director gallego Oliver Laxe, preseleccionado a los Premios Goya 2020 en quince categorías, que obtuvo el Premio del Jurado de Cannes en la sección Una cierta mirada en su reciente edición en la que, por primera vez en su historia, ha acogido una película rodada en gallego. Un relato sobre la reintegración de un incendiario que, tras salir de la cárcel, regresa a su pueblo. “La película intenta sumergirnos en la naturaleza, pero con la música lo que hacemos es disociarnos de ella e intentar ponernos en la piel del protagonista. Me gusta que la polisemia de la película se acabe de cocinar en el espectador en función de su sustrato”, ilustra con voz pausada Xavi, encargado también de la producción de este prodigio de gran belleza visual. “Es curioso como esta película, a pesar de que está circunscrita a una zona geográfica muy concreta [rodada en Navia de Suarna (Os Ancares)] es capaz de despertar en el público, bien sea de Asia, de América o de Europa, ese vínculo atávico que todo el mundo tiene con la tierra. Un imaginario colectivo en el que todos, más o menos, tenemos con el origen rural, los abuelos o los bisabuelos”, sostiene el músico catalán afincado desde hace años en Compostela.

Prueba de ello es que, en ocasiones, basta un aroma o un ruido inesperado, para que, de repente, un recuerdo centellee en la mente como un relámpago. Así le ocurre a Rodrigo al rememorar su infancia junto a sus abuelos. “Do meu avó materno recordo as merendas. Tiña unha navalla moi vella, moi vella... e cortaba o xamón en taquiños mentres falabamos de parvadas na horta”. Se da una pausa y añade. “O outro avó, o avó Manuel, era carteiro. Tiña unha máquina de escribir e cando iamos comer á aldea ensinábame a mecanografar algunha cita ou carta”. Otras veces, las arrugas de la memoria son tan secas y profundas que solo dejan recordar algo por momentos. “As miñas avoas felicitáronme polo Mestre. Unha delas cústalle máis asimilar estas cousiñas”, matiza el presentador ourensano agradecido a sus abuelos por inculcarle el cariño por el idioma y por la tierra. “Cando eles me falaban das súas tradicións, do que era ir a unha festa, das matanzas, de cando foron a Venezuela ou a Alemania emigrados... iso todo contábanmo en galego. Eu descubrín o galego a través do galego non normativo dos meus avós. Por iso ten un compoñente emocional a maiores”. El mismo que sigue habitando en las pupilas de María. Para ella, el gallego también tiene un vínculo afectivo. “A lingua aprendina dos avós maternos. E cando morreron conciencieime moito de que os meus fillos tiñan que aprendelo porque eu vivía en Madrid daquela e non quería que se perdese. Pareceume precioso o discurso de Rodrigo. A lingua define a unha persoa. Non ten nada que ver coa política. É unha cuestión de identidade”. Porque el mundo siempre será un lugar mejor si hay un idioma, un pueblo o una memoria a los que retornar.

23 nov 2019 / 19:05
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