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No son de aquí ni son de allá

    CHESTERTON sigue siendo la inevitable compañía si se quiere hablar de uno de los principales achaques de la democracia representativa que es, precisamente, la representación. El gran maestro de periodistas podría decir hoy que los informadores dan cuenta de que Marta Rivera de la Cruz ha dejado de ser diputada por A Coruña, para que se enteren aquellos que no sabían que era diputada por A Coruña. Es un desconocimiento que no afecta solamente al vulgo, como lo demuestran las informaciones que dan cuenta del nombramiento de la escritora como consejera de Cultura y otras cosas de la Comunidad de Madrid.

    En su mayoría omiten ese detalle. Se explayan sobre su prosa soberbia, que lo es, su cercanía a Rivera, sus responsabilidades en Ciudadanos y hasta su circunstancia de aristócrata consorte; sin embargo muy pocos recuerdan que fue elegida por un puñado de coruñeses para representarlos en el Congreso. Malo si el dato se ignora y malo también si se sabe y se considera irrelevante. En ambos casos estamos ante una muestra de cómo se ha ido devaluando la piedra angular del sistema. No solo sucede que los representados no saben quién es su representante, sino que el representante tampoco tienen noción de sus representados.

    Los historiadores que relatan el periodo que llamamos Restauración suelen apuntar al cunerismo como responsable de la crisis de un sistema que, por otra parte, no fue ni mucho menos lo peor de nuestra agitada historia. Como ustedes saben cunero era el candidato que el partido presentaba por una circunscripción con la que poco o nada tenía que ver. Podía ser Pontevedra, Murcia o Huesca, tener costa o estar en el interior, situarse en la llanura o la montaña. Hubo diputados nómadas que habían sido representantes de varios sitios sin haber pisado ninguno. La cosa se generalizó y aquel bipartidismo parecido al británico se fue erosionando hasta derrumbarse.

    La admirada y lucense Marta fue diputada por Madrid y en las últimas elecciones encontró acomodo en la lista coruñesa algo que muchos interpretaron como un anuncio de que Cs tomaba en serio a Galicia al repatriar a una persona de peso político y también literario, y resulta que ahora se nos va al Gobierno madrileño con un cometido que le va al pelo y en el que le deseamos la mejor de las suertes. Pero eso no impide subrayar que estamos convirtiendo la representación parlamentaria en algo ficticio. Hay elegibles y electores pero no representantes y representados unidos por el vínculo de la representación. He ahí una tara que partidos frescos como Cs tenían en su mano enmendar sin que hayan hecho nada al respecto.

    Por lo que se ve Albert Rivera, una vez depurados los críticos, posee una férrea nomenklatura que se reparte listas y responsabilidades como hacían en sus tiempos Cánovas y Sagasta. Marta Rivera de la Cruz hubiera sido una excelente representante gallega y quizá haber ayudado a que su partido no sea aquí extraterrestre, pero se ha visto condenada al nomadismo político igual que otros compañeros. Muchos de sus electores gallegos la echarían de menos si hubieran sabido que fue su diputada.

    Periodista

    21 ago 2019 / 22:36
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