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EDITORIAL

Lo que ofrece Bugallo se llama ilusión

    PODRÍA PARECER UNA PARADOJA, un contrasentido, que Xosé Sánchez Bugallo lance su campaña a la alcaldía de Santiago enarbolando la bandera del cambio, él que durante tantos años llevó con pulso firme el timón de Raxoi. Y sin embargo, hoy, el candidato socialista es la más sólida imagen del cambio para los votantes de izquierda. Arropado por un equipo que conoce las necesidades de la ciudad y los laberintos burocráticos, pisa Bugallo la arena del circo electoral con un discurso fresco y atractivo, con la oferta de un proyecto nuevo y sin complejos, decidido a sacar de su decadente marasmo a Compostela para que lidere la Galicia de la tercera década de este siglo convulso y vertiginoso. Serán los votantes, por supuesto, quienes determinen el futuro del alcaldable socialista y el de la capital, pero su sólida candidatura ya ha conseguido provocar reacciones positivas: ha despertado a una ciudad que parecía resignarse a sobrevivir a otra legislatura mareante, por la ausencia de alternativas creíbles en la izquierda y en el nacionalismo, y ha generado ilusión en amplios sectores sociales. No es pequeño logro, no, para comenzar a recorrer un camino sembrado de minas. Lo que ofrece Bugallo tiene sentido, lo tiene reinventar Compostela en una urbe atractiva, amable y acogedora, con una Administración local ágil, con recursos y que favorezca los proyectos de los emprendedores; en pocas palabras, todo lo que ahora echamos en falta. Coincidimos -¿cómo no vamos a hacerlo si llevamos cuatro años de incansable y casi siempre solitaria denuncia?-con el diagnóstico que el alcaldable socialista hizo este jueves, en su noche de baño de multitudes, sobre el tiempo que se ha perdido, para vergüenza propia y ajena, en una ciudad pasmada y gobernada por políticos acomplejados que no están a la altura -lo han demostrado por activa y por pasiva en esta legislatura interminable- de los retos que debe acometer con urgencia la capital de Galicia. Lo que trae Bugallo a la mortecina vida municipal es ilusión por el cambio y una manera de hacer política que bebe de virtudes hoy arrinconadas: el diálogo sin engañifas con todos, la capacidad de tejer consensos con la oposición para sacar adelante los grandes proyectos de ciudad -esos que ahora brillan por su ausencia, bien sabemos por qué-, y su rechazo tanto a sectarismos cuanto a dogmatismos. Son razones más que sobradas para aplaudir el paso adelante, valiente, de un candidato al que le duele Santiago, este Santiago empapado en el napalm ideológico y hundido en las fochancas del desgobierno. En mayo, los compostelanos decidirán en las urnas.

    01 feb 2019 / 21:58
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