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tribuna libre

Parafernalia. César Lombera

    ALGUNA VEZ tenían que encontrarse el barroco y el arte pop, sin embargo, quizás nunca nos hubiésemos imaginado que este encuentro se iba a producir en Compostela y a escasos metros de la catedral. Y es que, aunque inicialmente pudiera parecer lo contrario, son dos estilos que tienen mucho que ver entre sí, salvando las distancias temporales, las diferentes sociedades de cada momento y, sobre todo, los comitentes y mensajes a transmitir a través del arte.

    La primera palabra que se me viene a la mente, pensando en esa explosiva unión entre barroco y arte pop es parafernalia y, a continuación, se me aparece la figura de César Lombera, cuya obra me gusta considerar pop –o neo-pop–. No obstante, ya sabemos que las clasificaciones y categorizaciones en el mundo del arte, y máxime en el contemporáneo, siempre son relativas y, fundamentalmente, una excusa que buscamos los historiadores del arte para ir ordenando las distintas personalidades y procesos creativos de los artistas que suelen coincidir, en un sitio, en un tiempo determinado.

    Conocí personalmente a César Lombera hace ya unos cuantos años, en 2010, cuando preparábamos la exposición Santiago, punto de encuentro en la cercana sede de la entonces Fundación Caixa Galicia de la Rúa do Vilar. Titulamos el primero de los ámbitos de aquella muestra que, a través de la historia del arte planteaba diálogos entre piezas diversas de las colecciones catedralicia y de Caixa Galicia, Sin escala, pretendiendo poner de manifiesto cómo, la alteración del canon clásico de belleza y proporción logrado no solo a través de la distorsión de tamaños, sino mediante el uso de figuras como las máscaras, consiguieron, en distintos períodos, hacerse un hueco en el ámbito artístico aportando momentos de subversión del orden establecido. Para ilustrar todo ello, se pusieron en diálogo, en la exposición, máscaras de Maruja Mallo y otras piezas, con las figuras del Coco y la Coca de la Catedral de Santiago, obra de César Lombera a partir de los modelos originales, realizados en 1660 por Mateo de Prado, que se encontraban en muy mal estado de conservación. Así mismo, César restauró, para la ocasión, las cabezas originales de ambas piezas que abren la nueva exposición de la Casa del Cabildo. En aquel momento tuve la oportunidad de visitar el taller de César en Catoira y de trabar un contacto que, en poco tiempo, se convirtió en amistad.

    Luego, en 2011, llevamos a la exposición Ceremonial, fiesta y liturgia en la catedral de Santiago, celebrada en San Domingos de Bonaval, dos Gigantones de la catedral, con fotografías y grabados de los antiguos; y César Lombera realizó la maqueta de la Coca compostelana que también está presente en esta muestra; un trabajo de recuperación del patrimonio etnográfico y popular, en este caso de Compostela y sus fiestas tradicionales, que es uno de los apartados más destacables en la trayectoria artística de Lombera.

    Pero, sin duda, la fama ha llamado a su puerta, sobre todo en Compostela, a través de dos obras de arte público expuestas en lugares de especial significación para los compostelanos: As Marías y la figura de Ramón del Valle-Inclán que, en el Paseo de los Leones, aun parece dispuesto a entablar conversación con el paseante. Qué decir de As Marías, una de las fotografías de la ciudad para millones de turistas y no tan turistas. En esta exposición, las primeras versiones de ambas obras, se asoman desde los balcones de la Casa do Cabildo, auténtica parafernalia barroca en plena Plaza de Platerías, mirando, desde un lugar privilegiado, la fachada catedralicia.

    Junto a ellas, maquetas y otros personajes, como el Marqués de Sargadelos, que desciende azorado las escaleras del edificio, forman parte de ese universo pop autóctono con el que Lombera reivindica pasajes y personajes de la identidad local, incorporando un componente irónico que no tienen otras obras que estéticamente siguen una línea similar en el pop art español.

    Esta ironía y sentido del humor ácido, características inseparables de la obra y figura de César Lombera, también están presentes, con mayor crudeza, en su serie Humor negro, que ocupa una de las salas del espacio expositivo, una denuncia de la responsabilidad que occidente tiene y ha tenido, por acción u omisión, en el continente africano.

    Por último, hay que hacer referencia a Superficies mariñas “o meu grande amor, a miña gran paixón” en palabras del autor, que busca e invita a descubrir, a través de sus piezas, el universo que se esconde bajo las aguas.

    Enhorabuena al Consorcio de Santiago por el acierto al programar esta exposición monográfica sobre un gran artista que, nuevamente, ha conseguido, estudiando cuidadosamente la sede e integrándola en el discurso expositivo, crear varias escenografías –casi consigo hablar de Lombera sin referirme al teatro, donde tanto “pintou e segue a pintar”– que, desde la fachada telón por excelencia de Compostela, nos descubren su mundo creativo, resumido de forma magistral, en 2002, por Roberto Vidal Bolaño: “De ahí que non me vencese a extrañeza cando foi quen de erguer ese monumento á cultura popular que son as Marías, nin creo que me vaia vencer agora, diante desta exposición que (…) terá ademáis unha rotunda pegada teatral. En César, a relación entre escultura e teatro, son e serán sempre unha única cousa”.

    23 dic 2017 / 20:39
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