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lOS OTROS DíAS

La plenitud de la vida

    HOY, cuando conseguí asomarme a una ventana, mejor dicho, no vaya a ser que se piense que tantas son las dificultades que tengo, hoy, cuando decidí asomarme a la ventana pues antes no se me había ocurrido, pude ver que la hierba estaba salpicada de margaritas. Aquí y allá, la olorosa hierba que huele a manzanilla había poblado la superficie de luces blancas a las que les podías adivinar sus corolas amarillas. No sé si será o no una noticia pero a mi parecer, lo que se dice parecer, sí que me lo parece. También me parece que eso que ha sucedido, esa proliferación floral que se me antoja temprana, algo ha de querer decir. Lo que no sé es lo qué.

    El resto de la vegetación que me rodea también ha sufrido cambios. Las glicinias están a punto de reventar para ofrecernos sus colores malva y, quizá de una vez, ese blanco perla que tanto ansío y que nunca logro ver nacido, al menos al pie de mi ventana. El hibisco que vino de la casa de Carlos Valiñas está lleno de brotes verdes y los frutales han empezado a poblarse de flores de una manera que se diría escandalosa. La ameixeira, ya saben, el árbol que da esas ciruelas amarillas que en castellano llamamos yemas y que no se como en castellano se llama, ha devenido también en un resplandor, blanco y luminoso, que asegura una cosecha copiosa. Sucedió así el año pasado, luego llegó el viento, vino la lluvia y, entre ambos, se llevaron las flores y dejaron al árbol desnudo de su resplandor dorado.

    Por eso me inquieta esta aparición temprana de las margaritas; al fin y al cabo hace poco más de una semana todavía estábamos deslizándonos en los últimos días del invierno y no era el tiempo de que el campo se ofreciese revestido de lo que un cursi llamaría sus mejores galas; sin embargo, así era. Ahora espero que todos los árboles se cubran de hojas hasta ocultar la galería dentro de la que escribo a la vista de cualquier observador cercano encerrándome en un claustro que se diría si no nutricio, sí maternal y cálido.

    Quizá, llegado ahí, a esa situación que se diría uterina, pero también cálida y amena, comience de nuevo a escribir esas historias que algunos leen. Ojalá sea eso lo que anuncia la temprana aparición de las margaritas aunque, lo más probable, es que no anuncien nada y que lo más cierto sea que simplemente me haya sorprendido. El tipo de viajes como fue el que ya saben y del que yo regreso tienen estas cosas. Todo te parece cuando no nuevo sí sorprendente de modo que todo te emociona, todo te hace pensar y, por tu gusto, pasarías las manos con toda suavidad por encima de todas y cada una de las flores acariciando la plenitud de la vida que renace. He ahí el secreto de las margaritas. En su simplicidad, nos dicen que todo es sencillo y que renace, a pesar de que no nos demos cuenta.

    Escritor, Premio Nadal

    y Nacional de Literatura

    22 mar 2014 / 21:22
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