El puente para fugarse

Llevo unos días que no doy pie con bola. De hecho, los puentes largos suelen coincidir con mis desgracias. Este año ha sido único: el pasado jueves, 28 de noviembre, me desmayé debajo de los soportales de casa cuando volvía de los recados... ¡Qué golpe! Ocho días después, Mónica, la enfermera del Centro de Salud de Boiro, procedió a retirarme los tres puntos de sutura de la ceja izquierda, pero sólo encontró dos... ¿Dónde estará el tercero? Creo que es endogámico y que se ha quedado a husmear por los interiores. Ya saldrá. De todos modos, estoy bien, mejor que antes del golpe. Como dice mi genio médico, el doctor Peris, hay golpes que te encajan o ajustan el cuerpo. A mí me lo ha dejado en forma -aparte la sangre y las cejas: los cimientos de las casas no temblaron; desmayado y chorreando linfa, el mundo giraba sobre mis ojos, saturados de angelitos. Uno de ellos se parecía mucho a Greta Thunberg. No era; aún no había dejado el catamarán en el Tajo.

Hoy he visto la prensa detenidamente; entre las riñas de gatas en celo, defenestraciones que no se justifican -o eso me parece a mí- y serias dudas de que los Tardá y compañía no tienen nada que perder ante un tribunal "español", se me ha pasado el tiempo sin enterarme de lo que le ha pasado al pobre Cayetano Rivera en Londres. Allá él con sus intimidades. No he sacado, pues, mucho provecho. Al final, siempre me pregunto si la situación de bloqueo del gobierno no tiene arreglo Para mí, sí. Los diputados catalanes condenados y encarcelados, no sólo han perdido su derecho a participar en los debates y decisiones del Parlamento español -ellos mismos juran que no son españoles- sino que son reos de prisión al declararse en rebeldía y pretender hacer de Cataluña querida República imposible y no constitucional.

Perdón: ¿Les he dicho que sigo en estado de shock después el golpe contra la pared de mi casa? Será por eso.