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Ricardo María Carles Gordó, el cardenal alpinista y amante de las fallas, en busca de la unidad de la Iglesia

    "Solo si nos ven unidos, el mundo creerá. No hay cuerpo posible si los miembros se odian unos a otros". En esta frase se podría resumir el pensamiento del cardenal arzobispo emérito de Barcelona Ricardo María Carles Gordó sobre la Iglesia, que a su vez se refleja en su lema episcopal 'Ut omnes unum sint'.

    Carles Gordó nació en Valencia el 24 de septiembre de 1926, tiene 86 años y con 82 años todavía era capaz de subir una montaña de mil metros, donde, según cuenta aprovecha para rezar en alto o incluso cantando. Ha jugado al fútbol, ha hecho alpinismo y espeleología. Tiene experiencia como actor de teatro y como solista de un coro. Además, como buen valenciano, le gusta el Mediterráneo, tiene amor por la Mare de Deu y le gusta la traca fallera.

    Gordó, que colecciona fósiles y cuenta con una inmensa biblioteca, admite que su vocación llegó gracias a Don Eladio, un sacerdote que solo hacía confesión y de cuyo confesionario salieron "más de un centenar de vocaciones", según cuenta en una entrevista concedida al director de la Oficina de Prensa de la CEE, Isidro Catela, y recogida en el libro 'Entrevistas con doce obispos españoles'.

    Realizó estudios primarios en la escuela de las Teresianas y secundarios en la de San José de los Padres Jesuitas, tras los cuales, ingresó en el Seminario Mayor de Valencia y en el Colegio del Corpus Christi. El 29 de junio de 1951 fue ordenado sacerdote y dos años después se licenció en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca.

    El 3 de agosto de 1969 fue nombrado obispo de Tortosa. Cuando monseñor Moralejo fue a comunicárselo un día de San Fernando del Rey, recuerda que cerró el despacho con llave y al decírselo, se quedó tan pálido que le hizo sentar porque creía que se desmayaba. El 23 de marzo de 1990 fue promocionado a arzobispo de Barcelona, donde creó un Instituto de Teología Espiritual.

    En 1995, el papa Juan Pablo II lo nombró miembro del consejo de cardenales para el estudio de los problemas económicos y organizativos de la Santa Sede y en el año 2001, al cumplir los 75 años y de acuerdo con lo previsto en el Derecho Canónico, presentó la dimisión de su cargo arzobispal, que no le fue aceptada hasta el 15 de junio del 2004.

    En la Conferencia Episcopal Española ha sido miembro de la Comisión Episcopal del Clero de 1972 a 1975 y miembro de la Comisión Episcopal de Misiones de 1972 a 1978. Por otro lado, fue presidente de la Subcomisión Episcopal para la Familia (1978-1984) y de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades (1984-1990). Además, fue miembro del Comité Ejecutivo de la CEE de 1990 a 2005 y vicepresidente de la CEE de 1999 a 2005.

    Ricardo María Carles Gordó no participará en este próximo Cónclave por superar el límite de edad. Sin embargo sí lo hizo en el cónclave en el que se eligió a Joseph Ratzinger. Antes de comenzar la reunión se reunieron los cardenales durante 15 días y, según recuerda, fue una "experiencia extraordinaria" que les permitió analizar la situación mundial.  De esos días, recuerda especialmente una anécdota que ocurrió la víspera del funeral de Juan Pablo II y que, a su juicio, demuestra la sencillez del Papa emérito.

    Aquellos días, había muchas medidas de seguridad y les explicaban todo con mucho detalle. Cuando todos se enteraron de que al día siguiente debían acceder a San Pedro por la puerta Petrina, decidieron continuar la sesión de trabajo. Entonces, el cardenal Ratzinger pidió la palabra como decano del Colegio Cardenalicio y dijo con ironía: "Después de estar veinte años entrando cada mañana por ahí a mi trabajo, me he enterado hoy de que entraba por la Puerta Petrina". Esta y otras demuestran, a su juicio, el tipo de persona que es, "muy inteligente, muy santo, humanamente muy sencillo".

    10 mar 2013 / 16:45
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