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{lOS OTROS DíAS}

Rodillo parlamentario

    HE CONTADO, más de una vez, la definición de fascismo que me dio mi padre pocos meses antes de morir. La diferenciación absoluta entre bondad absoluta y maldad absoluta, nosotros los buenos y vosotros los malos, eso, es fascismo; así me lo dijo, después de una escena familiar que también he contado más de una vez y no creo preciso volver a repetir.

    Ahora acabo de leer otra que también me parece muy acertada y que completa, a mayores, la que me dio mi padre. La de Bertrand Russell en su Autobiografía, ese libro suyo que estuve leyendo en los últimos días, poco a poco, y que parece que por fin ya voy a terminar de leer en cualquier otro de estos; aunque dejando de lado la copiosa correspondencia incluida en él, que me prometo leer despacio, después de haberle puesto cara y hechos a los más de los personajes que deambulan a lo largo de sus páginas. ¿Cuál es esa definición?

    Es la siguiente: "... en esencia, el fascismo es la subordinación del poder legislativo al ejecutivo". Russell la utilizó como argumento, ante los miembros de la embajada británica en Washington que le negaban el permiso de navegación, imprescindible para regresar a Inglaterra. Le sirvió de base a su argumentación de que, siendo él miembro de la Cámara de los Lores, debido a su condición de conde, y negándole ellos la posibilidad de emplearse en su papel de legislador, se convertían así en el poder ejecutivo que subordinaban su condición a su capricho o a su arbitraria opinión simplemente en contra. Los diplomáticos se rieron de la ocurrencia y le concedieron el permiso. Cosas del humor inglés, sin duda.

    Previsiblemente están acercándose tiempos de lo que, en otros momentos de nuestra democracia, se denominó rodillo parlamentario; es decir, tiempos de utilización aplastante de la mayoría parlamentaria. Hace muchos años, cuando él todavía era un chaval, algo que ahora tanto él como yo hemos dejado de ser, le oí decir a Mariano Rajoy,  más que probable, casi seguro presidente del próximo gobierno, que era partidario de los gobiernos de coalición pues, en ellos, estaban más fielmente representados el pensamiento y los intereses colectivos, de modo que era más fácil esquivar la posibilidad de equivocarse en la labor de gobierno. Ojalá siga pensando así, haciendo bueno su anuncio de contar con todos a la hora de gobernar este país que tanto parece haber perdido el rumbo en los cuatro últimos años. Se evitaría, además, el riesgo de subordinación de la cámara legislativa a las ocurrencias del ejecutivo, como ya ha pasado en más de una ocasión, y la más que previsible incursión en el peligro de ese solapado fascismo, de ese fascismo esencial, que definía Bertrand Russell. A estas alturas ya sólo cabe esperar, cruzar los dedos y desear también que el líder de la oposición sea quien ha traído el buque socialista hasta aquí, desarbolado en medio de la niebla y la calma chicha habidas luego de lo que es deseable que no constituya un total naufragio, si es cierto (y no es mentira) lo que Rajoy pensaba hace ya bastantes años.

    Escritor, Premio Nadal

    y Nacional de Literatura

    09 nov 2011 / 21:33
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