Sonidos de verano

CADA estación tiene sus sonidos propios. Los otorga la naturaleza y, también, el acontecer cotidiano de cada cual. Suenan, en cada instante, de forma diversa el mar y la montaña, la ciudad y el campo…; cada momento es, en este sentido, diferente y, en ello, está implícita la vida misma. Del simple ruido a la más excelsa música los humanos estamos rodeados, embargados, en sonidos, también propios, todos aquellos que contamos con el don de poder escuchar.

Poder escuchar y saber hacerlo son, en tanto, cuestiones diferentes. La sapiencia ha de estar, en todo caso, en saber elegir, en orientar nuestra capacidad de oír hacia aquello que, verdaderamente, merece la pena. Estamos en verano y es éste un tiempo especialmente idóneo para vivir lo que la plenitud de la naturaleza nos otorga a todos: el son apacible del mar, con el peculiar venir de cada ola, el tenue arrullo de un curso de agua cualquiera, el canto de las aves en su discurrir continuo, trenzando alegrías en el cielo…

Y, también el de las músicas de tantas fiestas, que se diseminan por Galicia entera, como el de la alborozada pólvora, rasgando noches. El verano, con su ser, nos acompaña y debemos, porque podemos y sabemos, gozar de cada instante. Y es que a los silencios, que nos invitan a la reflexión, le ha de seguir, como complemento natural de nuestra vida cotidiana, esa voz de la naturaleza, o de la fiesta, que nos otorga este sonido del verano gallego, gozoso e intenso.

Catedrático de Arte