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contrapunto

El terrorífico martillo del soldador

    la memoria trae consigo, a veces, el recuerdo de escenas preñadas de demoníacas sensaciones. Y eso sucede, estos días, con la refriega ciberespacial que desde las últimas tardes del ferragosto protagonizan dos periodistas en la Red: José María Izquierdo y Pío Moa, vigués, reconvertido en polémico historiador de éxito que ha encontrado un filón en el elogio a la rebelión militar de Franco contra el Gobierno constitucional de la II República. Pues bien, la cosa gira en torno a aquellos tiempos en que Moa militaba en el Partido Comunista de España (Reconstituido), una organización que nació con ánimo de resucitar la leyenda revolucionaria que había liderado Pepe Díaz en los años previos a la Guerra Civil: una saga que don Pío revisa ahora a la contra con intención tan cáustica como disolvente, provocadora y eficaz en las librerías del país. Consecuente con las ideas que practicaba en el tardofranquismo, sin embargo, Moa se integró en el brazo armado del PCE (R), es decir, el Grapo (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) e incluso llegó a participar en algunos de sus más brutales atentados.

    "Yo llevaba un jersey muy grande y ancho y, oculto en la manga, un martillo de soldador (...) Cerdán llevaba una pistola pequeña, que casi parecía de juguete (...) se puso frente al policía y yo del lado donde éste tenía el arma. En caso de que la pistola de Cerdán fallase y él quisiera sacar la suya, pensaba destrozarle la mano de un martillazo". La frase, esgrimida ahora por Izquierdo, pertenece a Pío Moa y se refiere a uno de los cuatro atentados simultáneos que el día 1 de octubre de 1975, fecha que dio nombre al Grapo, llevó a cabo la banda formada en Vigo poco tiempo atrás. En uno de aquellos cuatro asesinatos, el acompañante del pistolero portaba al igual que Moa un martillo ¿de soldador? consigo... por si acaso. La víctima, un policía gallego llamado Antonio Fernández Ferreiro, acabó con la frente hecha trizas. Varios testigos del atentado declararon que el agente había recibido un balazo en el pecho y que al terrorista, que intentó disparar varias veces para rematarlo, se le encasquilló la pistola... ¿tan pequeña que casi parecía de juguete? Enloquecido, el acompañante del sicario armado se vio en la horripilante tarea de acabar la macabra faena a golpes, destrozándole la cabeza al joven policía Ferreiro.

    02 sep 2010 / 23:29
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