Treinta años con un Estatuto del 20 por ciento

El martes se cumplirán 30 años del referéndum del Estatuto de Autonomía de Galicia. No se prevén grandes fastos para celebrar la efeméride, lo cual puede interpretarse de distintas maneras. Es síntoma de normalidad, dirán los del vaso medio lleno, o muestra de que este 21 de diciembre, "anque chova" como predice Meteogalicia, tampoco genera mucho más entusiasmo que aquel soleado día en que se batieron todos los récords de abstención y por eso, a falta de fiebre autonomista se recurrió al humor ante el fracaso de la convocatoria (sólo dijo sí el 20,7 por ciento del censo electoral) y el éxito de la campaña: no llovió y la gente se quedó en casa.

El estado de las autonomías con sus problemas, agudizados por una crisis que todo contamina, funcionó hasta ahora relativamente bien, pero llegados a este punto debería cerrarse en pro de la estabilidad.

El incuestionable avance de la España autonómica ha tocado techo. En materia socioeconómica, incluso hay retroceso, achacable a la coyuntura internacional y a la nefasta gestión de Zapatero. Es un deterioro que se está contagiando a todos los ámbitos, incluido al de los derechos cívicos consagrados en la Constitución. La falta de coherencia y pérdida de valores, no sólo en el Gobierno sino también de los principales partidos de la oposición, es más que preocupante. El último episodio lo tenemos con la declaración del estado de excepción camuflado bajo la denominación de alarma y la militarización de un colectivo civil por un asunto laboral.

En medio de esta crisis de valores, recesión económica y la desastrosa actuación del Gobierno en materia de organización territorial en España no es fácil promover en Galicia la reforma del Estatuto, lo que pasados 30 años sería razonable. Ni la oposición, que en otros momentos hizo bandera, se ve con fuerzas para plantear seriamente ni el PP muestra interés. Pedro Puy, el experto en la materia, anda en otros asuntos como la coordinación de las municipales, cuestión que dada la tendencia electoral reinante no debería darle muchos quebraderos de cabeza. Peor lo tenían hace dos años.

Cierto que con la que está cayendo reformar el Estatuto no es prioritario, pero seguramente sí muy oportuno. Resulta más fácil lograr hoy el consenso con el PSOE en el Gobierno que mañana en la oposición. Y sentenciado que no hay más nación que la española, es razonable pensar que Feijóo y Blanco, en este asunto y en estos momentos, se entenderían.