Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

La universidad gallega en el siglo XXI. Edad, igualdad, excelencia

El anuncio de la concesión de las Medallas Castelao por parte del Presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, es sintomático del empoderamiento femenino y del gran camino que se ha recorrido en la equiparación de la mujer en todas las esferas.

    En la edición de 2019, por primera vez desde su institución en 1984, las Medallas Castelao, que reconocen la labor profesional y cultural en favor de Galicia de personas y colectivos, se han otorgado íntegramente a mujeres.

    El anuncio de la concesión de los galardones el pasado 6 de junio por parte del Presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, es sintomático del empoderamiento femenino y del gran camino que se ha recorrido en la equiparación de la mujer en todas las esferas. Queda aún mucho por hacer, pero la movilización sin precedentes del 8 de marzo, que situó a España a la vanguardia del feminismo mundial, refleja que nuestra sociedad ha alcanzado un elevado nivel de sensibilización, requisito previo para acabar con la desigualdad de género en todas sus vertientes (brecha salarial, conciliación, acoso laboral, violencia sexual).

    En estas reflexiones, sin embargo, quiero referirme a otro tipo de desigualdad cuya subsanación en nuestro país marcha, en contraposición, muy rezagada: la discriminación por razón de edad -en inglés, ageism-, que ejemplificaré con el caso concreto de los profesores de universidad eméritos, colectivo al que pertenezco desde el 1 de septiembre de 2018. La figura del profesor emérito está contemplada en la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 21 de diciembre de 2001 y en los Estatutos de la Universidad de Santiago de Compostela (decreto 14/2014 de 30 de enero), con la finalidad de que un número reducido de profesoras y profesores "jubilados que hayan prestado servicios destacados a la universidad" (LOU, artículo 54 bis) puedan mantener su vinculación con la institución universitaria.

    En consonancia con ello, la Universidad de Santiago de Compostela convoca cada año un cupo de plazas de profesor emérito, como la que yo misma desempeño actualmente. Si bien el profesorado emérito no percibe en la USC ningún tipo de remuneración, se puede detectar falta de comprensión hacia su labor por parte de los distintos colectivos universitarios, pese a los esfuerzos de los responsables institucionales.

    Los argumentos esgrimidos se reducen en esencia a que a cierta edad sólo cabe refugiarse en el ocio. Cuando, por una circunstancia u otra, se hace precisa una argumentación más fundamentada, se aduce entonces que el profesorado emérito, al estar autorizado a impartir docencia en titulaciones de máster, compromete las expectativas docentes de los profesores en formación e impide, en términos generales, que se creen oportunidades de trabajo para los más jóvenes.

    Este último argumento constituye un exponente típico de la llamada 'falacia de la porción de trabajo' (lump of labour fallacy). Se asume que existe una oferta fija de trabajo y que por consiguiente reduciendo la jornada laboral de aquellos ya empleados, o jubilando anticipadamente a los sectores de la población de edad más avanzada, se creará demanda para nuevos trabajadores.

    En el ámbito económico, se ha demostrado hace tiempo que tal suposición es incorrecta, entre otros motivos porque el mercado de trabajo no consiste en un número de puestos que permanece invariable. Tampoco en el ámbito universitario, donde la oferta académica en el grueso de los países europeos no ha dejado de incrementarse a lo largo del presente siglo.


    Así, en el Reino Unido, que a menudo se describe como uno de los estados de la Unión Europea más afectados por los recortes en I+D+I, se convocaron en 2016 46,215 puestos académicos más que en 2004, lo que supone un incremento del 28 por cien (fuente: Times Higher Education, 13/12/2018). Por añadidura, no es ningún secreto para cualquiera que conozca el mundo universitario que un buen número de esos nuevos puestos han sido generados, directa o indirectamente, por investigadores senior de larga trayectoria capaces de captar financiación en convocatorias autonómicas, estatales o europeas, bien de proyectos de investigación o de programas de recursos humanos.

    El reconocimiento de este hecho innegable servirá para entender por qué Víctor Zue, nacido en 1944, continúa ocupando la Cátedra de Ingeniería Electrónica y Ciencias de la Computación en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y liderando la investigación sobre programas de interacción oral y reconocimiento de voz como Alexa y Siri, presentes hoy en millones de hogares en todo el mundo.

    Remitiéndonos a ejemplos más cercanos, en nuestro país los medios de comunicación se hacían eco recientemente (El País, 14/12/2018) de la 'Synergy Grant' concedida por el European Research Council (ERC) a Mercedes García-Arenal, Profesora de Investigación de Estudios Árabes e Islámicos en el CSIC. A la edad de 69 años, García-Arenal ha comenzado a pilotar un proyecto de investigación que se extenderá a lo largo de los próximos 6 años, con una dotación de 9,842,534 millones de euros. Casos equiparables podrían aducirse entre el elenco de los actuales profesores eméritos de la USC y de los que previsiblemente se incorporán al colectivo en fechas próximas.

    La diferencia fundamental estriba en lo que ya apunté más arriba: la percepción negativa de bastantes colegas sobre cuál pueda y deba ser la contribución a la institución universitaria de investigadores con trayectorias de excelencia y plena capacidad física e intelectual, pero que han alcanzado la edad de jubilación forzosa.

    29 jun 2019 / 23:58
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito