Deportes

Los medallistas, Gallegos del Año

EL CORREO galardonará a la mejor generación olímpica de Galicia // El mayor botín de metales, con siete en seis deportes, recibirá el justo premio a una vida de constancia y sacrificio en la que han paseado nuestra bandera por todo el planeta

  • 15 ago 2021 / 01:00
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La mejor generación olímpica de Galicia pasará a formar parte del club de Gallegos del Año, premios promovidos por EL CORREO GALLEGO que en este 2021 galardonará a todos nuestros medallistas como homenaje a su destacada participación en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Los siete medallistas (en seis deportes) recibirán un merecido reconocimiento después de haber trasladado el nombre de Galicia a hogares de todo el mundo, que se han hecho eco de las gestas de unos deportistas que con esfuerzo y dedicación han sabido encontrar un lugar en la gloria olímpica, sin perder nunca de vista sus raíces.

Todos ellos serán nombrados Gallegos del Año, una distinción que ya conocen Teresa Portela, Ana Peleteiro y Rodrigo Germade. La palista canguesa volverá a ser homenajeada después de alcanzar el podio en Tokio. Su medalla de plata da testimonio de una vida dedicada al deporte que encuentra su justa recompensa a los 39 años, convertida en madre e inspiración.

También Ana Peleteiro, que ya fue reconocida en 2018 tras su medalla de bronce en el Mundial bajo techo de Birmingham, volverá a ser distinguida. La ocasión no es para menos. Ana paseó con orgullo el nombre de Ribeira y Galicia en la cita olímpica, en cuya final no dudó en batir el récord de España hasta en dos ocasiones para alcanzar el tercer peldaño del podio y un lugar entre las elegidas.

Rodrigo Germade obtuvo la distinción como Gallego del Año en 2016, después del diploma olímpico en Río de Janeiro, y volverá a ser galardonado nuevamente, esta vez junto a Carlos Arévalo. Ambos formaron parte de un K4 que hizo historia en Tokio, consiguiendo la medalla de plata sobre los 500 metros.

Además de Arévalo, obtienen la distinción como Gallegos del Año por primera vez Iván Villar, Nico Rodríguez y Rodrigo Corrales. El futbolista cangués se proclamó subcampeón en el torneo de fútbol. Su vecino y también guardameta, pero de balonmano, Rodrigo Corrales, fue una de las piezas clave de la selección que conquistó el bronce en Tokio. Idéntico color tiene el metal del regatista Nico Rodríguez, que en Japón encontró el premio a la apuesta por la vela que realizó en 2016. Cinco años de trabajo han dado sus frutos.

Los premios se entregarán en el transcurso de una gala que se celebrará en cuanto las autoridades sanitarias permitan reuniones de más de diez personas no convivientes, previsiblemente en los últimos meses del año.

El arte de no desaprovechar las segundas oportunidades
Carlos Arévalo

Carlos Arévalo (Betanzos, 1993) se quedó fuera de los Juegos Olímpicos de Río, viendo como se le escapaba un sueño por el que había trabajado duro. Lejos de venirse abajo, se tomó aquel sinsabor como una lección. Si lo hecho para ir a Brasil no era suficiente, solo quedaba reciclar las penas en una mayor fortaleza para buscar un nuevo objetivo: Tokio 20.

“Desde esa época he madurado en todos los aspectos de mi vida, como deportista y como persona. Fue un momento difícil pero que me llevó a estar donde estoy ahora mismo”, relataba Arévalo a EL CORREO. En su camino a Tokio su ingreso en el Ejército fue un gran aliado. En 2019 le llegaría la gran oportunidad, al ocupar el puesto dejado por Cristian Toro en el K4, junto a Saúl Craviotto, Marcus Cooper Walz y Rodrigo Germade. El betanceiro se integró al instante en la dinámica del equipo, ganaron la clasificación olímpica y la titularidad en los Juegos. De Japón regresa con una medalla de plata, el mayor reconocimiento a todos los años de esfuerzo.

Una deportista convertida en leyenda y ejemplo de vida
Teresa Portela

“Quien la sigue, la consigue”, decía Teresa Portela (Aldán, 1982) nada más salir de su piragua como subcampeona olímpica. A sus 39 años, Teri, como la llaman todos los que la conocen, ya había hecho historia por el mero hecho de acudir a los Juegos de Tokio, convirtiéndose en la deportista española con más participaciones olímpicas. En su sexta edición encontró, además, el premio que llevaba tanto tiempo buscando, la medalla que tantas veces se le había resistido. La plata de Japón es la recompensa a una vida de esfuerzo y sacrificio, palabras que en su piel dejan de ser tópicos para convertirse en realidad.

Teresa demuestra que es posible rendir a pesar de la edad, pues era la tercera palista más veterana de todas cuantas rivales se encontró en Tokio. También, que compatibilizar su labor de madre con la de deportista no es impedimento para permanecer en la elite, en la que lleva más de veinte años instalada, que no acomodada. Porque Portela quiere más. Si en Japón, con 39 años, acaba de interpretar su mejor actuación, por qué no mirar hacia París. Teri siempre ha sido de ponerse retos a corto plazo, año a año, pero no esconde que en su mente ya asoman las aguas de Vaires-sur-Marne, sede del piragüismo y el remo en la edición de 2024.

El mejor broche al duro camino de promesa a realidad
Ana Peleteiro

La de Ana Peleteiro (Ribeira, 1995) es una historia de lucha y superación. De lucha contra los ecos que aventuraban un futuro prometedor como deportista, y también contra sí misma. Con 16 años, recién proclamada campeona del mundo juvenil, no era fácil gestionar los miles de focos que se posaban sobre una adolescente. Desde aquel 12 de julio de 2012 Ana tenía un puesto reservado en la elite del triple salto. Pero tenía que ir a por él, salvar el trecho entre ser una promesa y convertirse en realidad.

Pasó por momentos duros, no pudo siquiera luchar por ir a Río 2016, pero ni todas las sombras hicieron que se dejara vencer. La luz llegó de mano de Iván Pedroso, a las órdenes de quien se entrena en Guadalajara. Con el técnico cubano Peleteiro ha sabido sacar su gen competitivo y elevarlo a la máxima potencia. Ana se crece ante las dificultades, se supera a sí misma en competición, y también a las rivales, que como en la final de Tokio a veces se presentan con mejores marcas. No importa, porque en la lucha por las medallas surge una Ana ante la que los límites quedan difuminados. En Japón batió el récord de España hasta en dos ocasiones para hacerse con el metal de bronce (14.87). Lejos de conformarse, ya piensa en París y en romper la barrera de los 15 metros.

Cuatro fronteras y un destino: el podio de Tokio 2020
Rodrigo Corrales

Todo parece fácil cuando un deportista alcanza la elite y las luces ocultan cualquier sombra. Pero detrás de todo éxito hay una larga historia de dedicación, perseverancia y sacrificios. Rodrigo Corrales (Cangas, 1991) es uno de los guardametas indiscutibles en los planes del seleccionador nacional de balonmano, Jordi Ribera, pero para llegar a echar el candado a la portería de los Hispanos ha tenido que cubrir un largo camino que encuentra su clímax en Tokio, pero que no se detiene en Japón.

El camino del éxito llamó a su puerta siendo prácticamente un niño, ofreciéndole una oportunidad en Barcelona. Hizo las maletas para cambiar Cangas, tierra de medallistas, por Cataluña, y empezar a construir su propia historia. Se forjó en Huesca, dio el salto a Polonia, en el Wisla Plock, y al PSG francés. Convertido en uno de los porteros de elite en Europa actualmente milita en el Veszprém húngaro, a las órdenes de Arpad Sterbik. En su peregrinaje por el mundo ha sabido trasladar su elegancia en el trato personal al interior de la pista. Con grandes actuaciones en cada cita internacional su nombre apunta a buscar próximamente otra medalla con la que adornar el bronce de Tokio. En Japón cumplió un sueño que recompensa todos sus esfuerzos.

La gloria olímpica como el premio a la perseverancia
Rodrigo Germade

Rodrigo Germade (Cangas, 1990) vivió en Tokio su segunda experiencia olímpica. La anterior, en Brasil, montado en el K4 1000, no salió según lo deseado. El barco español no llegaba con las mejores sensaciones y no podía alcanzar el podio. Una espina clavada con ánimos de revancha. Fue el único de aquel equipo que se mantuvo en el K4 de Japón, esta vez sobre 500 metros. Las combinaciones de palistas han ido variando a lo largo del ciclo olímpico, pero Germade, al igual que Marcus Cooper Walz, puede presumir de haber sido uno de los únicos que siempre han estado presentes en cualquiera de las formaciones probadas.

“Mi función y la de Marcus, que es un perfil más parecido a mí, es la de dar oxígeno al barco, mantener ese pico de velocidad el máximo tiempo posible”, describe Germade sobre su papel en el K4.

No pudo lograrlo en Río, pero Rodrigo supo perseverar en su sueño y luchar por una nueva oportunidad. No finaliza aquí su aventura, pues después de Tokio ya pone la vista en París 2024, donde podría vivir sus terceros Juegos e incluso probar suerte en el K2.

Una experiencia única ganada a pulso
Iván Villar

La llamada de la selección fue una auténtica sorpresa para Iván Villar (Aldán, 1997). No entraba en los planes iniciales del seleccionador, Luis de la Fuente, pero acabaría siendo citado para viajar a Tokio ante la lesión del guardameta de la UD Las Palmas Álex Domínguez. En las filas del colectivo nacional vivió la misma suerte que sus paisanos de Cangas, regresar con una medalla olímpica.

Iván Villar es de esos deportistas que saben ganarse su oportunidad a base de trabajo, un esfuerzo silencioso muchas veces cuyos frutos acaban haciéndolo visible. La pasada temporada fue la de su consolidación en Primera. Cuando Sergio Álvarez y Rubén Blanco se lesionaron, ahí estuvo para coger el testigo y defender la portería del Celta. No le tembló el pulso, cumplió con nota guardando el arco en veintiún encuentros. Fue el broche perfecto a una trayectoria como celeste que comenzó en 2008.

En Tokio le tocó aportar desde fuera, manteniendo la competitividad en cada entrenamiento, un trabajo que, sin duda, ayudó a hacer mejor a Unai Simón, el portero titular.

A veces los sueños se esconden a la vuelta de la esquina
Nico Rodríguez

A Nico Rodríguez (Vigo, 1991) la apuesta le salió bronce. Como a muchos deportistas, llegó un momento de su vida en el que le tocó decidir entre deporte y trabajo. Suele decirse que nos arrepentimos más por lo que dejamos de hacer que por lo que realmente hacemos, y cuando recibió la llamada de Jordi Xammar para formar equipo no dudó en soltar el boli y dejar sin firmar la oferta para entrar a trabajar en una clínica dental en los Países Bajos. Hizo las maletas y regresó a España, a la senda de sus sueños. Cuando pensaba que la vela al más lato nivel tendría que quedar aparcada, el barcelonés Xammar le proponía luchar por un podio olímpico, perseguir su verdadera vocación.

A aquella llamada le siguieron cinco años de duro trabajo, no exentos de dificultades, de dudas, penas y alegrías. Pero la gloria olímpica pertenece a quien la busca sin descanso y en Tokio mostró su cara amable: “Sabe a gloria. A trabajo bien hecho. Hemos sufrido pero al final los sueños se hacen realidad”.

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