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Botánico, médico y pionero de la educación de la mujer

Gallego por los cuatro costados, el joven Faustino cursó estudios en el Santuario de Nosa Señora dos Milagres, en Monte Medo (Ourense) no muy lejos de su Xamirás natal y con 19 años ingresó en las Escuelas Pías. Fundada por el aragonés San José de Calasanz en 1617, esta Orden religiosa fue la primera del mundo creada con el objetivo de dedicarse exclusivamente a la educación de la infancia y de la juventud más necesitada y sin recursos.

  • 05 dic 2021 / 00:00
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Faustino (recibió el nombre de Manuel en la pila del bautismo) Míguez, nació en la aldea de Xamirás, perteneciente a la parroquia de San Xurxo de Acevedo do Río (Ourense) el 24 de marzo de 1831, siendo el menor de cuatro hermanos. Su muerte tuvo lugar en Getafe (Madrid) el 8 de marzo de 1925, días antes de cumplir los 94 años de edad. El escritor y político gallego Celso Emilio Ferreiro Míguez (1912-1979) cofundador, en 1934, de la Federación de Mocedades Galeguistas, fue sobrino-nieto suyo.

Gallego por los cuatro costados, el joven Faustino cursó estudios en el Santuario de Nosa Señora dos Milagres, en Monte Medo (Ourense) no muy lejos de su Xamirás natal y con 19 años ingresó en las Escuelas Pías. Fundada por el aragonés San José de Calasanz en 1617, esta Orden religiosa fue la primera del mundo creada con el objetivo de dedicarse exclusivamente a la educación de la infancia y de la juventud más necesitada y sin recursos.

Completados sus estudios de teología y latinidad en el seminario de los Padres escolapios, Faustino Míguez se ordenó sacerdote el 8 de marzo de 1856 en la iglesia de San Marcos, en Madrid. A partir de entonces y hasta el final de sus días, la vida de aquel entusiasta y activo gallego estuvo dedicada enteramente a la educación (especialmente de las niñas y de las jóvenes, quienes en aquel tiempo raramente gozaban del acceso a la educación) y al estudio de la medicina botánica.

Y es que, en su faceta de investigador médico, San Faustino Míguez llegó a registrar un total de 12 medicamentos que, derivados de distintos compuestos de plantas, siguen figurando en el registro oficial de Sanidad. Estos medicamentos se comercializaron con gran éxito durante años en las farmacias de toda España, llevando el nombre genérico de «Específicos Míguez», los cuales combatían eficazmente numerosos tipos de afecciones y de enfermedades.

Rumbo a Cuba. El 26 de noviembre de 1852, la reina Isabel II había firmado un decreto por el que se autorizaba la fundación de dos colegios de escolapios en la Isla de Cuba. El gran obispo San Antonio María Claret los reclamaba y esperaba como precioso tesoro, para la educación de los niños y jóvenes de su diócesis. De manera que, quizás por el hecho de su galleguidad, tan asociada a la emigración a América, pero sobre todo por las capacidades e inteligencia que aquel joven sacerdote demostraba a cada momento, en 1857 los superiores de la Orden decidieron enviarlo al colegio de Guanabacoa. Allí Faustino impartió clases de ciencias naturales y desarrolló su vocación por el estudio de las plantas, que ya en su niñez, encantado por las leyendas que las ancianas de su Xamirás natal le contaban sobre los acebos y los poderes que los druidas a estos arbustos otorgaban, ya había manifestado.

Así mismo, y dados sus excelentes conocimientos del latín y del griego, las autoridades españolas destacadas en La Habana le encargaron que ordenase y catalogase los fondos de la biblioteca del Gobierno español, trabajo que llevó a cabo con suma diligencia, formando a otros escolapios para que, una vez regresó a España, en 1860, continuasen con la labor bibliotecaria en la isla.

Cofundador del colegio de los escolapios de Celanova. El 18 de febrero de 1868, el diario «La Época», daba la noticia a sus lectores de la próxima apertura de un nuevo colegio en Celanova: “Los Padres escolapios piensan montar un nuevo centro educativo en el antiguo monasterio de San Rosendo (que antes perteneció a los benedictinos) con arreglo a los últimos adelantos, abriendo cátedras, desde primeras letras hasta ciencias físicas y naturales, matemáticas, agricultura y demás enseñanzas prácticas para la juventud. Conocimientos todos ellos que el gobernador de la provincia y la Diputación provincial de Orense alientan activamente”.

Seis meses después de esta noticia, en agosto de 1868 Faustino Míguez fue destinado a este nuevo colegio de Celanova, el cual pudo ser abierto, en buena medida, gracias al incondicional apoyo del entonces diputado a Cortes por la ciudad, Cesáreo Fernandez de Losada. La lectura del discurso inaugural correspondió –como escolapio gallego– al Padre Faustino Míguez, cuya acta se custodia en los archivos centrales de las Escuelas Pías (el colegio escolapio de Celanova cerró sus puertas, tras 62 años de andadura, en 1930) escrita de puño y letra del P. Faustino y por él firmada como secretario del colegio.

Y como quiera que los bachilleres de los colegios escolapios hacían entonces exámenes públicos y orales ante tribunales presididos por autoridades y distinguidos académicos, el mismo año en que el Padre Faustino pasó al colegio de su tierra natal, mereció la felicitación del magnífico Rector de la Universidad de Santiago de Compostela, José Montero Ríos, por la excelente preparación literaria de sus alumnos, cuyos exámenes presenció personalmente. Hecho que prueba la capacidad y preparación docente del escolapio ourensano.

Bibliotecario de El Escorial. Durante los convulsos años del Sexenio Revolucionario (1868-1874) y bajo el reinado de Amadeo de Saboya, el Gobierno cedió a las Escuelas Pías de Castilla el uso del Real Monasterio de El Escorial, en el que en enero de 1873, abrieron un colegio.

Y, una vez más, la curia escolapia pensó en uno de sus más ilustres maestros del momento, el Padre Faustino Míguez, para que impartiera a los alumnos su sabiduría en esta catedral del arte mundial. Además, durante el período de su estancia en El Escorial (1873-1875) el escolapio ourensano fue nombrado director de la célebre biblioteca del Monasterio (una de las más prestigiosas del mundo, gracias al afán de saber del rey Felipe II) lo que le llevó al estudio de lenguas orientales para estar a tono con su cargo, en el ejercicio del cual desarrolló una brillante labor de estudio y catalogación de los fondos.

El propio Faustino Míguez dejó en la biblioteca de El Escorial uno de los libros por él escritos. De manera que, aún a día de hoy, en el salón principal del ilustre archivo, se encuentra su obra «Análisis de las aguas públicas de Sanlúcar de Barrameda con indicación de sus virtudes medicinales». Un riguroso trabajo científico que –a petición del consistorio de la localidad gaditana– realizó el sacerdote gallego en 1872. Y como reconocimiento al mérito del estudio que hizo de sus aguas, en los manantiales denominados «Las Piletas» de la ciudad de Sanlúcar, se halla aún la siguiente placa: «manantial escolapio descubierto por el padre Faustino Míguez. Año 1872».

Rector del colegio de Monforte de Lemos. En el año 1873 los escolapios abrieron un colegio en el hermoso palacio de Monforte de Lemos, conocido como Colegio Nuestra Señora de la Antigua, de estilo herreriano, construido (palacio e iglesia) por orden del cardenal arzobispo de Sevilla, Rodrigo de Castro –hermano del Conde de Lemos, Pedro Ruiz de Castro– a finales del siglo XVI.

Quienes por vez primera impartieron enseñanza en este bello edificio fueron los jesuitas, pero tras su expulsión de España en 1767, el centro cerró sus puertas. Así que hubo que esperar hasta el año 1873, en que, gracias a las gestiones de José Guitián y García –diputado a Cortes por Monforte de Lemos– ante el propietario del conjunto monumental, el duque de Berwich y Alba, se decidió a instalar en él un colegio de escolapios.

Una vez más, los superiores de las Escuelas Pías tuvieron en cuenta el origen gallego del Padre Faustino Míguez, quienes lo designaron rector de este colegio en el año 1875, cargo que ejerció hasta 1878. En este privilegiado centro de enseñanza (que sigue manteniendo una fecunda y activa labor docente en la ciudad lucense) impartió el Padre Míguez clases de ciencias naturales, física, química, geografía inglés y francés. Materias todas ellas (especialmente los idiomas) muy poco frecuentes en los programas de los sistemas educativos del siglo XIX.

Fundador de las religiosas Calasancias de la Divina Pastora. De los muchos destinos que tuvo como maestro escolapio, el que habría de marcar el signo de la vida de San Faustino Míguez fue el del colegio de Sanlúcar de Barrameda. Así, en agosto de 1878 dejaba el Padre Faustino el rectorado de Monforte de Lemos y era destinado al escolapio colegio sanluqueño, en donde ya había impartido clases en el año 1872.

Allí (escriben sus hagiógrafos) quedó el Padre Faustino Míguez impactado por el abandono intelectual y moral en el que se encontraban las niñas de familias pobres, lo mismo que de su miseria material. Muchas niñas, carentes de instrucción, deambulaban por las calles sin que nadie las atendiera. Y fue entonces, cuando llevado del lema de su Orden (Piedad y Letras) fundada por San José de Calasanz –persona imprescindible para conocer el cambio radical que la pedagogía experimentó a nivel mundial en el ecuador de la Historia Moderna– decidió crear tambien una institución que, inspirada en el mensaje educativo de Calasanz, se dedicase a la educación de las niñas y de las jóvenes procedentes de familias pobres o con escasos recursos.

Tuvo ya entonces San Faustino Míguez muy clara la visión de que las niñas de hoy son las mujeres del mañana y que por ello, la sociedad será también, en buena medida, lo que sean y decidan en el futuro (en igualdad de condiciones con los hombres) las mujeres.

Y fue así cómo, llevado de esta premisa, creó en la iglesia una Institución de religiosas educadoras con el espíritu y el estilo pedagógico de San José de Calasanz. El 2 de enero de 1885 nacía el «Pío Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora», que San Pío X aprobó el 6 de diciembre de 1910. Y años más tarde, en 1922, fueron aprobadas, escritas de puño y letra del Padre Faustino Míguez, sus Constituciones. El éxito de este Instituto fue fruto del extenso saber de su fundador y de la puesta en marcha de una metodología educativa pura y genuinamente calasancia: hacer la enseñanza progresiva y adecuarla a la capacidad de las niñas y de las jóvenes. Premisas plenamente vigentes en los sistemas educativos más avanzados y exigentes.

Actualmente, los colegios de las religiosas Calasancias se hallan presentes en los cinco continentes y cómo no, también en la Galicia natal de su fundador.

San Faustino Míguez, el tercer santo ourensano. Fiel al cuarto voto específico de los religiosos escolapios, el de la enseñanza, Faustino Míguez (al igual que dejó plasmado Goya en uno de sus grabados) siguió estudiando y aprendiendo hasta el último de sus días, ya que como siempre decía a sus alumnos y compañeros escolapios: “el que hace voto de enseñar, también lo hace de aprender”.

Frase en la que el gran maestro ourensano demuestra su sabiduría, virtud solamente propia de personas humildes como él lo fue, y por eso precisamente, santo, pues el grado de santidad se mide por el grado de humildad.

Una humildad que quizás fue determinante para que el Papa Francisco, uno de los Papas más humildes y cercanos de la historia, procediera a la canonización del Padre Faustino Míguez en Roma, el día 15 de octubre de 2017. Fue inscrito en el Libro de los Santos de la Iglesia con el número 884 de los proclamados durante el pontificado del Papa Francisco y figura como el tercer santo ourensano, junto a San Rosendo y San Francisco Blanco.

Ocho de marzo, día de su festividad religiosa. Para celebrar la canonización de su paisano, se oyó en aquel día en el Vaticano la música de la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense, con la que se pudieron deleitar los superiores y religiosos presentes de las Escuelas Pías, así como el resto de autoridades y miles de fieles procedentes de muy diferentes lugares del mundo, pero muy especialmente, de Galicia y del resto de España. La festividad religiosa de San Faustino Míguez se celebra el 8 de marzo, coincidiendo con el aniversario de su muerte, acaecida el 8 de marzo de 1925. Casualmente, el 8 de marzo también es el Día de la Mujer, cuyo derecho al acceso a la educación, a finales del siglo XIX, se consolidó en España, en buena medida, gracias a la creación de su religioso Instituto educativo: las Calasancias de la Divina Pastora.

De manera que con sus cruciales logros en tiempos difíciles, la vida de San Faustino Míguez (preocupado por el cuidado del cuerpo –a través de la medicina– y del espíritu –a través de la educación–) bien podría resumirse en este proverbio latino que, en los actuales tiempos de pandemia que vivimos cobra todo su sentido: «Virtus infirmitate perficitur»: La virtud se acrisola en los momentos de crisis.

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