ENTREVISTA
JAVIER SIERRA, escritor

“Las ideologías se han convertido hoy en el depósito de los dogmas”

Javier Sierra publica ‘El mensaje de Pandora’ (Planeta) y habla en esta entrevista de cómo las epidemias han provocado cambios profundos en la Historia. “Hay que volver a las Humanidades”, dice, muy crítico con el abandono que sufren tanto la antigüedad clásica como la filosofía.

11 jul 2020 / 23:24
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El escritor y divulgador Javier Sierra, conocido por su pasión por los misterios de la Historia, dedicó gran parte del confinamiento a causa del coronavirus a pensar en cómo la civilización se había sacudido tantas veces el mal y la enfermedad. La Historia, en efecto, está trufada de experiencias semejantes a la que estamos viviendo durante estos días. Fue así como Javier Sierra escribió ‘El mensaje de Pandora’ (Planeta), un relato de no muchas páginas que acaba de ver la luz, y que no es exactamente una novela, quizás tampoco un ensayo, sino una advertencia. Una advertencia a la sociedad en que vivimos que no sólo vive las circunstancias del brote vírico global, sino otros muchos problemas de compleja solución que se dibujan en un horizonte inmediato. Sierra propone revisar la realidad contemporánea a través de los mitos, que todo lo enseñan. Propone luchar contra la ignorancia, pensar en la importancia del lenguaje, en la necesidad de reflexionar y detenerse un poco, en medio de este vértigo actual. Sierra muestra en esta fábula el poder inmenso de la educación y de la ciencia, quizás dos elementos sin los que las posibilidades de sobrevivir se reducen drásticamente en este planeta.

Javier Sierra habla al otro lado del teléfono con su apasionamiento habitual. No escatima palabras. Se nota que está preocupado por la situación que atravesamos, pero, con su talante optimista, el escritor aboga por encontrar soluciones imaginativas, mirando también hacia atrás. Hacia la Historia. Hacia los mitos. Hacia los momentos en los que la vida en la Tierra sufrió, como ahora, el impacto de graves epidemias. Nada es nuevo, viene a decir. Lo importante es saber comprender, saber mirar. Recordar que “lo mejor y lo peor que le puede pasar a un ser humano siempre es invisible a sus ojos”, escribe en ‘El mensaje de Pandora’.

Durante muchos años Javier Sierra ha intentado descifrar algunos de los enigmas más extraordinarios de la Historia. Su vida parece estar poblada por innumerables preguntas, por una curiosidad infinita, que le ha llevado a visitar lugares lejanos, o a pasar una noche en la Gran Pirámide de Egipto, emulando a Napoleón. Javier Sierra nunca se detiene. Su amor por el conocimiento hace que nada de lo que parece a simple vista le convenza del todo. Y, así, ha penetrado en enigmas muy diversos, sin apartarse de la fascinación de los años infantiles, manteniendo intacta la pasión por saber.

Hablar con Sierra es, en sí mismo, una aventura. La conversación te llevará, inexorablemente, por caminos ignotos, por territorios desconocidos e inexplorados. A su enorme capacidad como comunicador, Sierra une una habilidad no muy común: la de ensartar episodios históricos, momentos de diferentes épocas, hasta encontrar entre ellos un hilo conductor que explica muchas cosas de nuestra existencia. Dice Sierra que quizás hemos perdido la capacidad de mirar atrás, o de hacer caso a los viejos. Se trata de la caída del Humanismo a manos de un vértigo estúpido que va desmoronando la sabiduría de siglos, que nos va desnudando de las defensas que fuimos construyendo. Muchas de esas defensas tienen que ver con la pasión por el conocimiento: “la ignorancia sí que es una plaga difícil de erradicar”, afirma.

La epidemia de coronavirus nos ha colocado ante nuestra propia imagen, es un espejo que nos devuelve una humanidad asustada, quizás sorprendida, pero, al tiempo, demasiado convencida, al menos hasta ahora, de poseer las verdades absolutas e innegables. Sin embargo, ya sabemos que estábamos equivocados. La soberbia del progreso ha sido golpeada por este mensaje de fragilidad que tal vez nos reconduzca y consiga que nos apartemos de muchos caminos equivocados. De eso habla Javier Sierra en su último libro.

Una de las convicciones que Sierra tiene en esta novela reside en el hecho de que la peste negra medieval pudo ser, en realidad, el motor del Renacimiento. En el acercamiento que Arys y su tía, los personajes que nos llevan de la mano, hacen al pueblo de Vergés durante un viaje por el sur de Europa en busca de los signos de la civilización, una mujer (a modo de sibila) les recuerda que en la primera parte del siglo XIV la peste negra se llevó a uno de cada dos europeos, y obligó a una gran transformación de los modelos sociales, laborales, culturales y políticos, a un cambio radical en la manera de entender el mundo. La peste fue terrible, qué duda cabe, y hay textos literarios que lo corroboran, como ‘El Decamerón’ de Boccaccio, el gran libro clásico en el que asistimos al confinamiento de diez jóvenes a las afueras de Florencia.

Javier Sierra cree que ahí se inició una nueva manera de entender la vida, una nueva pasión por el arte y por la libertad. No fue algo inmediato, porque la sociedad quedó gravemente herida, pero con el tiempo se abrió un universo completamente desconocido para el hombre, se despejaron muchas de las tinieblas medievales y emergió una confianza nueva en los saberes de los hombres y en su capacidad para transformarlo todo. No cree que las cosas tengan que ser ahora de otro modo. Piensa Sierra que es posible que nos acerquemos a un fin del mundo tal y como lo conocíamos hasta ahora, pero eso puede significar un nuevo impulso, una renovada manera de vivir que quizás ni siquiera atisbamos todavía.

Tenemos que pensar, asegura, que después de las tinieblas debe volver la luz. Sin embargo, no es algo que vaya a suceder de manera natural, sino que será necesario poner varios mecanismos en marcha. La sensación de que hemos agotado un modelo, de que el planeta nos prepara para un cambio que no podremos soslayar, es ahora mismo muy fuerte. Sierra cree que no debemos tener los cambios, sino estar preparados para ellos. El mayor enemigo, afirma, es la ignorancia. Y el dogmatismo.

Javier, creo que este es el libro más singular de todos los tuyos, hasta el momento.

Este es un libro que no estaba en mi agenda, como no estaba tampoco la pandemia. Yo diría que es un libro de máxima necesidad. Me di cuenta de que esto que nos ha pasado, o que nos está pasando, no es una anécdota, sino un episodio vectorial de nuestra civilización. Y también me di cuenta de que los escritores, la única forma que tenemos de entender los episodios históricos es escribiendo. Así ponemos en orden los datos y las ideas. Lo que he hecho con este texto es confrontar la actualidad, la Historia, con la ciencia y la mitología. Así surgió esta carta en la que pretendo contar que las enseñanzas del mundo antiguo pueden servirnos para entender este momento y por supuesto para encontrar soluciones.

Tú eres un gran amante de la Historia, y de los episodios más oscuros de ella. Has investigado mucho y te has apasionado con ellos. Encuentro muy interesante que veas en la antigüedad clásica una fuente extraordinaria de enseñanzas para el presente. Justo ahora, que apenas se le hace caso a esa antigüedad en los planes de estudio: Grecia y Roma parecen olvidadas, los jóvenes ignoran esos mundos. La supuesta modernidad nos ciega.

Una de las partes más importantes de este libro habla de cómo no podemos prescindir de las Humanidades. Es un grave error hacerlo. La técnica está muy bien, claro, pero las Humanidades nos llevan a un horizonte mucho más lejano, no permiten marcar un rumbo. La filosofía y el mundo antiguo nos pueden ayudar muchísimo. Los árboles sólidos son los que tienen raíces profundas. El sistema educativo actual está ignorando esas raíces. Lo que llevamos en la mochila de la Historia nos da más esperanza que ninguna otra cosa, incluso más que la tecnología que hoy lo invade todo. Nos dice que las epidemias del pasado, con muchos menos medios, fueron combatidas. Y la humanidad, a pesar de todas esas enormes dificultades, salió adelante.

Parece un libro ideal para que lo lean los jóvenes.

Creo que ayudaría a muchos a valorar las Humanidades, ya que poco se habla de ellas en el currículum académico. En realidad, este texto es para todos. Es una obra pensada para crear conversación. Para sacar a relucir temas que tienen que salir a relucir. Mis dos hijos, que son jóvenes, han leído por primera vez un libro de su padre. Y les ha sugerido muchas cosas. Ojalá este libro ‘infectara’, como digo, a las generaciones jóvenes.

Es un libro amable, cercano. Quiero decir que resulta atractivo ese lenguaje conciliador, lleno de entusiasmo, precisamente para hablar de un momento decisivo y bastante duro en nuestras vidas.

Verás, creo que nos hemos enfrentado a esta crisis desde una óptica fundamentalmente cuantitativa y muy poco cualitativa. Muchos datos, muchas cifras, sobre economía, sobre contagios, pero poca aproximación humana. Lo que no se aprende con el sentimiento, se olvida. Así que he intentado subsanar esa carencia con este libro, en la medida que he podido.

Decíamos antes que tiene un gran valor educativo, por la mirada que ofrece sobre el mundo y sobre el futuro, pero también, creo, por la mirada sobre el pasado. Aquí se hace un repaso de muchos momentos históricos que fueron también complejos, derivados, por ejemplo, de epidemias feroces. Y se hace un repaso de los mitos, de cómo el mito y la razón se dan la mano.

Bueno, yo dedico el libro a Sofía, que es la sabiduría. La tecnología no sólo mejora nuestra capacidad productiva, sino que nos da más tiempo para la reflexión. La gran aportación de la humanidad es el pensamiento. Ahora estamos enfocando la tecnología hacia la obtención del entretenimiento. Es otra cosa. Ahora buscamos cómo distraernos. Creo que no es el camino adecuado. Sin duda, hace falta una gran reforma educativa que vuelva a colocar a las Humanidades entre sus materias troncales. La OCDE, en sus planes de estudio, nos está abocando a una vocación muy técnica. Y está en los planes de los últimos ministros. Tenemos un gran problema. Pero yo te digo que este momento histórico ha llegado para salvarnos de eso. Hemos descubierto que nuestros alumnos pueden hacer muchas cosas desde casa. Muy pronto descubrirán que el saber es universal. O descubrirán que podrán elegir cualquier universidad del mundo. Los niños del futuro van a poder escaparse de cualquier plan de estudio minimalista. El estudio no se puede reducir a lo local, jamás. Soy optimista, quizás no ahora, pero sí dentro de diez o quince años.

Evidentemente, ‘El mensaje de Pandora’ recoge también, como no podría ser de otra manera, la personalidad de Javier Sierra. Quiero decir que aquí están todos tus intereses sobre la ciencia, sobre el origen de la vida, sobre cómo hay enigmas que permanecen sin resolver, sobre lo mucho que importan para el conocimiento. Ese aire un tanto renacentista que tú aplicas a aquello que escribes. Aquí, por ejemplo, se nos dice que la vida puede proceder, a través de los meteoritos, de fuera de la Tierra, y que de alguna manera hemos podido ser ‘infectados’ de todas esas formas de vida.

Todo esto encaja como un guante con el mito de Pandora. Zeus hace que Pandora ‘infecte’ la tierra, al abrir la famosa caja. Todo esto es muy fascinante. La vida no puede ser algo circunscrito solamente al planeta Tierra. Eso se está viendo refrendado por la ciencia. La Universidad de British Columbia hacia público hace unos pocos días el número de planetas rocosos, semejantes al nuestro, que puede haber sólo en nuestra galaxia. Y ese número se eleva a seis mil millones de mundos, sólo en la Vía Láctea. Y ahí fuera hay otros dos mil millones de galaxias. Circunscribir la vida a una excepción planetaria es miopía humana. Tenemos que levantar la vista al cielo y reconocer que nuestro lugar es muy humilde.

Por ejemplo, mencionas la complejidad biológica encontrada en algunos esquistos en Sudáfrica. De la teoría de la ‘panspermia’, que postula que el “agente contaminante de la vida” podría hacernos infectado a través de meteoritos y cometas. Y hablas del Nobel Francis Crick, y de Chandra Wickramasinghe, al que creo que conociste.

Sí, lo conocí. Está previsto que venga a Barcelona en septiembre, de hecho. Chandra tiene ochenta años, pero sigue estando muy activo. En realidad, hay un gran debate sobre todo esto, porque lo cierto es que, si aceptamos que estos materiales vienen de fuera, tendremos que aceptar que esa vida es indistinguible de la que tenemos aquí. Es un debate que me recuerda aquel de la Academia francesa de las Ciencias, en el siglo XVIII, cuando se discutía sobre cómo podían caer piedras del cielo, si en el cielo no hay piedras. Hoy ya sabemos otras cosas... Y es que la actitud de la ciencia debería ser crear dudas, no discursos dominantes.

Sí, una de las grandes críticas de tu libro es sobre el dogmatismo contemporáneo.

Nos aferramos a los dogmas porque nos dan confort. Los dogmas han dejado de ser importantes en otros ámbitos y han pasado a ser importantes en el mundo político. Creo que estamos viviendo una política fanatizada: con un fanatismo muy propio de las sectas de la Edad Media. Las ideologías se han convertido en el depósito de los dogmas. El mensaje parece ser: mi ideología es incontestable y si tú te atreves a contestarla, entonces te conviertes en mi enemigo. Eso es terrible. Y es lo que tenemos que superar como sociedad. Una vez demostrada la ineficacia de los dogmas, debemos hacer caer con nuestros votos a los políticos dogmáticos.

Hablas de los bulos y del mal de la ignorancia.

Intentan que creamos que las cosas son blancas o negras, pero no existe nada de eso. Cuanto más te acercas, más se difumina la luz. Y cuanto más te acercas a la realidad, más descubres que nada es blanco o negro. Pero es que vivimos en una sociedad binaria. Es lo que hemos creado. Unos y ceros, blancos y negros, izquierdas y derechas. Lo binario es útil como herramienta, pero no como guía para lo que debe ser la vida. En cuanto eliminas los matices eliminas lo humanista del ser humano: eliminas la música, eliminas la literatura, eliminas el amor.

Quizás por eso la creación artística está puesta en cuestión y sometida a control. Porque se separa del mundo binario.

Todo eso pasa porque a menudo los que deciden sobre el arte no son los artistas. A veces pienso que no se ataca la piratería porque hay más piratas que autores. Y eso se traslada hoy a la propiedad privada, por ejemplo.

Me resulta muy curioso todo lo que dices sobre la importancia de las radiaciones solares.

Es un tema fascinante. Ya sabes que el ser humano tiende a minusvalorar todo aquello que no ve. ¡Pero es tanto lo que no ve! Hemos sido capaces de crear mecanismos artificiales para alcanzar lo que nuestra vista no alcanza. Y los detectores de rayos cósmicos nos dicen que tienen gran influencia en muchos ecosistemas y que pueden ser la causa de mutaciones víricas. Nuestro planeta no depende de nosotros, sino del universo que habitamos, de todo el universo. La naturaleza no entiende fronteras.

¿Esta pandemia iba a suceder de todas formas?

Las pandemias están ahí desde que se inventó la ganadería y la agricultura y empezamos a vivir con los animales. Lo que nos está pasando no es un ataque, es un proceso natural que tal vez tenía que haber sucedido un poco antes. Era cuestión de tiempo que esto ocurriera. Deberíamos aprender más de la pandemia de 1918. Apenas dejó huella en la literatura. Apollinaire murió de aquella infección. No hay monumentos dedicados a las víctimas de aquello, pero sí los hay de todas las guerras. No sale en los libros de bachillerato. En fin. Espero que esta vez aprendamos la lección.

¿Consideras que la guerra bacteriológica es una posibilidad real?

Es la más antigua de las guerras. Los griegos impregnaban con veneno de escorpión las puntas de sus flechas. Y hay muchos más ejemplos. Es tan antigua como el hombre. Ahora, yo no me atrevo a decir que esto sea una guerra bacteriológica. Un error, tal vez.

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