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Turismo oscuro

Chernóbil, Alcàsser o Puerto Hurraco no solo son escenarios de documentales y series por los sucesos allí acaecidos; también son el destinos de los turistas que deciden pasar sus vacaciones en sitios marcados por muertes o catástrofes: un turismo oscuro que se ha visto impulsado por producciones audiovisuales de éxito.

  • 08 may 2022 / 00:00
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Ya sea en Chernobyl, en Puerto Hurraco o en una frontera cruzada de forma ilegal. Destinos que recrean, enseñan o tratan meramente de impresionar a los turistas que buscan experiencias y sensaciones. Es el Turismo Oscuro

Recrear el drama que viven muchas personas en la frontera de EE.UU. y México en un tour experimental con actores disfrazados de policías mientras los turistas cruzan la frontera por la noche, visitar la cueva Tham Luang, donde quedaron atrapados doce niños tailandeses, o los escenarios de los genocidios de Ruanda o Camboya son algunos de los destinos del llamado “turismo oscuro”.

La ruta Helter Skelter que recorre en Beverly Hills los lugares de los crímenes de Charles Manson y sus seguidores o los narco tours que en Medellín recuerdan a Pablo Escobar se han convertido también en lugares de ocio y entretenimiento.

La palabra tanatoturismo es un oxímoron o figura retórica que utiliza dos conceptos de significado opuesto en una misma expresión, en este caso, mezcla el turismo concebido como una actividad relacionada con el placer y el disfrute y el dolor, el sufrimiento y la muerte. Aunque nos parezca reciente, este fenómeno es muy antiguo porque al ser humano siempre le ha atraído la muerte y ya en la Inglaterra del siglo XVII se preparaban tours para ver ejecuciones públicas con gran éxito de espectadores y, en Francia, las muertes por guillotina tenían innumerables seguidores.

El gran auge experimentado por el turismo en el siglo XX ha llevado a algunos operadores turísticos a explotar y rentabilizar el morbo del ser humano por la muerte.

Lejos de espantar a los turistas, la miniserie Chernobyl, el último éxito de HBO, incrementó el número de personas que visitaron la ciudad fantasma de Prípiat y la zona de exclusión establecida tras el accidente de la central nuclear, pese a que la serie narra el desastre ocurrido allí, la pésima gestión de la catástrofe y las consecuencias que se derivaron de ella.

En internet, antes de la invasión rusa, se podían encontrar anuncios de excursiones a Chernóbil que animaban a los viajeros a ver los devastadores efectos que tuvo el accidente de Chernóbil en los lugareños y otros que por 391,95 euros por persona proponían sumergirse en la zona con un guía experimentado, un traje contra la radiación y su propio contador Geiger, que permite medir la radiación de un lugar. El tanoturismo es un fenómeno complejo y heterogéneo en el que las motivaciones de los turistas son muy diferentes, así como los destinos y actividades realizadas. Este tipo de turismo, para muchos macabro, puede tener una motivación moral o espiritual, cuando se busca visitar el escenario de una tragedia o un genocidio para mostrar empatía con las víctimas, recordarlas y honrarlas.

Sería el caso de las visitas a los campos de concentración, como el de Mauthausen, que también pueden tener una vertiente pedagógica aunque se dan casos de personas más frívolas e irrespetuosas que se hacen selfis en los crematorios o junto a los carteles.

La fascinación y la curiosidad morbosa es otra motivación que arrastra a los turistas a estos lugares, incluso la alegría por el sufrimiento ajeno o ir a un sitio para asegurarse que la gente que sufrió allí recibió su merecido. La búsqueda de diversión relacionada con la muerte es un incentivo para algunos, mientras que otros visitan estos lugares sin una motivación concreta, solo porque está de moda o incluido en un paquete turístico.

La lista de destinos para este “turismo oscuro” es interminable y también incluye, según Liviano, museos sobre torturas, prisiones, como la de Alcatraz en San Francisco, cementerios o lugares de catástrofes naturales como Pompeya.

En España, también tenemos nuestros destinos oscuros como Puerto Hurraco (Badajoz), donde en 1990 unas rencillas familiares se cobraron nueve muertes, o Alcàsser, la población valenciana donde tres adolescentes fueron macabramente asesinadas, que son visitadas por turistas que quieren ver dónde ocurrieron las tragedias. Los habitantes de ambas localidades están bastante enfadados con esta situación y no les gusta que vaya gente a husmear dónde ocurrió la tragedia y tampoco la fama que se les ha quedado por unos hechos puntuales.

Normandía, más que turismo bélico. La imagen de la región de Normandía como referencia de una de las campañas militares más famosas de la Historia, escenario de famosas películas y libros, no puede ocultar la belleza de sus paisajes marinos, el verdor de bosques y prados (cortesía de las muy abundantes lluvias) y la riqueza de su patrimonio cultural.

Los aficionados a la historia pueden visitar las cinco playas del desembarco, de oeste a este: Utah, Omaha, Juno, Gold y Sword. En todas ellas, pero también en ciudades como Bayeux o Caen, hay museos con vehículos, armas, mapas, fotografías y todo tipo de objetos personales de soldados y civiles, como cartas, condecoraciones o imágenes privadas. Abundan también armas y equipos auténticos, maquetas, objetos de la vida diaria. Y tampoco faltan vehículos de gran tamaño como carros de combate, piezas de artillería o aviones. En las playas hay abundancia de monumentos, monolitos, placas y banderas en recuerdo a héroes individuales o a las principales unidades que combatieron.

Un monumento interesante está en la playa Utah, a la altura de Saint Martin de Varreville, donde desembarcó la 2ª División Blindada francesa. En esa unidad había una compañía, llamada popularmente ‘La 9’, formada en su mayoría por antiguos combatientes republicanos españoles y que fue la unidad que encabezó la liberación aliada de París en agosto de 1944.

Por todo el frente también pueden visitarse algunas instalaciones de defensa alemanas, como las baterías de artillería Azeville, Crisbeq o Longues-sur-Mer, que son algunas de las mejor conservadas. Sin duda, las visitas más impresionantes son las de los cementerios militares que abundan en la región: estadounidenses, británicos, canadienses y alemanes, en los que reposan decenas de miles de soldados. Destaca entre ellos el cementerio estadounidense de Colleville-sur-Mer, justo encima de la mortífera playa de Omaha, y que alberga casi 9.400 tumbas de soldados caídos en Europa, cada uno marcado por una cruz blanca. En La Cambe, entre Bayeux y Caen, hay un gran cementerio alemán con algo más de 21.000 tumbas, entre ellas las del famoso as de carros Michael Wittman.

Otra curiosidad es el maniquí con un paracaídas que sigue colgado permanentemente de la torre de Ste.Mere-Eglise, en recuerdo a John Steele, el paracaidista estadounidense que quedó enganchado en el templo en la noche del 5 de junio durante la gran operación de asalto aéreo que precedió a la llegada de tropas por mar.

Una curiosidad bélica final y muy visitada: Pointe-du-Hoc, una gran batería de artillería situada sobre un acantilado que domina varias de las playas. Un batallón de Rangers (fuerzas especiales estadounidenses) escaló el acantilado de la forma más penosa el 6 de junio de 1944 para conquistar las casamatas. Allí descubrieron que los cañones habían sido retirados y que su sacrificio había sido en vano.

¿Te atreves a entrar en una tétrica cárcel de Quito? El expenal ‘García Moreno’, una de las cárceles más tétricas de Ecuador convertida ahora en un excéntrico centro de memoria histórica, busca recrear a turistas valientes la escalofriante vida que padecieron en ese lugar los más célebres asesinos, narcos, políticos corruptos e, incluso, muchos inocentes.

Este centro penitenciario, que lleva el nombre de su impulsor, el asesinado presidente ecuatoriano Gabriel García Moreno, forma parte ahora de una iniciativa que busca desprenderse del turismo tradicional para que el público palpe en carne propia la vida de un preso. A través de este proyecto de turismo negro, los visitantes conocen diferentes perspectivas de la vida en presidio, como la de los guardias penitenciarios o la de los familiares de los reos pues, en ese entonces, cuando una persona caía presa también caía su familia.

En la antigua cárcel de Quito circularon macabras historias de personajes siniestros que marcaron la vida nacional en algunas épocas, como el ‘Monstruo de los Andes’, un asesino serial, o el ‘Cuentero de Muisne’, un ingenioso estafador que engañó a pueblos enteros y que se fugó del centro vestido de sacerdote. Han proliferado relatos fantásticos e inverosímiles pero, otros, muy reales como el de un excapo de la droga, Óscar Caranqui, asesinado en otra prisión pero que en el expenal tenía una celda de lujo con bar incluido. También tuvo como interno a uno de los dirigentes más prominentes de la historia ecuatoriana, el expresidente Eloy Alfaro (1906-1911), un caudillo que encabezó la revolución liberal a finales del siglo XIX y cuyo nombre fue asumido por una guerrilla urbana en la pasada década de los ochenta. Relatos menos refulgentes son las riñas entre presos por robarse colchones, o el del ‘cinco latas’, reconocido por matar a alguien a cambio de cinco sucres, la antigua moneda nacional que dejó de circular en 2000.

Salir del turismo tradicional es una opción que esta experiencia brinda cada sábado a algo más de un centenar de personas que, por veinte dólares, están dispuestos a adentrarse en el corazón de este lugar ahora abandonado, envuelto de misterio y de señales de una historia que sigue latente y encerrada entre rejas.

Turismo de guerra en Sarajevo. Entrar en el túnel que conectó Sarajevo con el mundo durante el asedio a la ciudad, visitar el mercado de Markale, en el que 69 civiles murieron en un bombardeo, o cruzar la ‘Avenida de los Francotiradores, son parte de la oferta de turismo de guerra que ofrece la capital bosnia. Esas son varias de las paradas de algunos de los circuitos turísticos que recorren y recuerdan los años más tristes de la historia reciente de Sarajevo, los de la guerra civil de 1992-1995.

El Túnel D-B, popularmente llamado Túnel de la Esperanza, es uno de los destinos más solicitados. En 2016, el pequeño tramo que aún queda abierto y el museo que explica su historia fueron visitados por 120.000 de los 400.000 turistas que pasaron por Sarajevo.

Aún se pueden recorrer los últimos 25 de los 800 metros que tuvo el pasaje subterráneo de 150 centímetros de alto y 100 de ancho, por el que entraron armas, combustible y víveres a la ciudad y que fue también la única vía de escape durante los 30 meses que duró el asedio de las fuerzas serbobosnias.

Otra experiencia especial, única en el mundo, espera en el Hostal de la Guerra, según asegura su propietario, Arijan Kurbasic, que recibe al visitante en uniforme militar y con casco. En este sorprendente establecimiento los huéspedes pueden jugar a imaginarse cómo era la vida de los sarajevitas durante la guerra de 1992 a 1995, que enfrentó a musulmanes, serbios y croatas de Bosnia y causó unos 97.000 muertos. Sólo en Sarajevo hubo más de 11.000 víctimas mortales, 1.100 de ellas niños.

El hostal, por el que uno se mueve a la luz de velas, ofrece habitaciones con bombillas conectadas a acumuladores y ventanas tapadas con rollo de plástico y gruesas mantas militares. El personal de este especial hotel viste uniformes militares y sirve los alimentos que se comían en la guerra, como pastel de arroz, lentejas, pan sin levadura o una lata de sardinas. Quien pernocte aquí, escuchará durante toda la noche los ruidos de explosiones. En el refugio antibombas que se ha recreado se pueden ver documentales sobre el asedio y leer artículos de prensa de aquella época pegados a las paredes.

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