25 Xullo 2021
ULLO

Y la vida se abrió paso de nuevo

Milagros Otero Parga / Catedrática de Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho

  • 24 jul 2021 / 19:41
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La vida se abrió paso de nuevo. Decía el filósofo ARISTÓTELES, que el universo aborrece el vacío. Es lo que después se llamó el horror vacui. Dicho de otro modo, es preferible el ser a la nada. De ahí el instinto natural hacia la vida que, junto con el amor y la conservación de la especie, es uno de los más fuertes que experimenta el ser humano.

Vivimos tiempos de horror, de miedo, de angustia. Perdimos a muchos seres queridos, trabajos, músculo económico etc. Por momentos, sentimos desesperanza ante una situación que nos devoraba y frente a la que no podíamos hacer nada. Cada día aparecían nuevos casos y desaparecían las oportunidades de resolver el problema. Los hospitales se colapsaban, los medios escaseaban... Todos teníamos puestos los ojos en unas vacunas que no llegaban. Y cuando por fin lo hicieron, algunos decían que habían llegado demasiado pronto, con lo cual no podíamos fiarnos de su eficacia. Todavía más miedo.

La situación se prolongó durante muchos meses en sucesivas olas que parecían querer indicarnos, con machacona insistencia, que no estábamos fuera del peligro, que en cualquier momento el infierno podía ser peor pues, como acostumbramos a decir los gallegos “ainda se pode ir a peor”. Pero “tamén se pode ir a mellor” y eso fue lo que hicimos entre todos.

Quiero rendir un homenaje a todas las personas que ayudaron a que esto sucediese. A todos los que cumplieron con su parte; lo hicieron, lo hicimos de manera anónima, sin algarabías. No todos podíamos descubrir la vacuna, ni trabajar en laboratorios, ni estar en los hospitales, pero todos tuvimos un papel que desarrollar. Todos colaboramos en el respeto por las leyes, en el uso de las mascarillas, en el respeto por la distancia social, en el uso de geles. Por eso fue posible mejorar la situación hasta el momento actual. El estado no puede tener a un policía detrás de cada ciudadano, no sería adecuado que así fuese, de modo que la responsabilidad individual fue y sigue siendo crucial. Cada cual es responsable de sus actos. Lo es, porque es un ser libre con capacidad de decidir. Lo es, además, porque sabe mejor que nadie aquello que ha hecho y lo que ha dejado de hacer. Si ha cumplido o si no lo ha hecho y los motivos que ha tenido para actuar en cualquiera de los sentidos.

La responsabilidad es y ha sido un derecho y un deber de todos nosotros contados de uno en uno. Todos tenemos derechos, sin duda, pero a cada derecho le acompaña un deber al menos, el de respetar idéntico derecho en los demás individuos. Por otro lado, el bien común debe ser preferido al bien individual de modo que, en un caso, como el que vivimos y aún seguimos viviendo en parte, todos los ciudadanos debemos actuar dirigiendo nuestras acciones y comportamientos preferentemente hacia los derechos de los demás. No se trata de burlar la ley, no se trata de pretender ser más listos que los demás porque hemos hecho algo prohibido y no nos han descubierto. Se trata, por el contrario, de ejercitar la solidaridad, la responsabilidad, la empatía y el sentido común.

No es momento de egoísmos sino de amplitud de miras. Sólo de esa manera podremos salir de este problema, unidos y tendiendo la mano al que lo está pasando peor que nosotros.

La vida se está abriendo paso de nuevo. Santiago está empezando a recibir peregrinos. Las calles de nuestra ciudad se están poco a poco llenando de los sonidos de las distintas lenguas, de los colores de los atuendos, de las sonrisas satisfechas de quienes han logrado la ansiada meta de llegar a la tumba del Señor Santiago.

Estamos deseando que lleguen. Los recibimos con los brazos abiertos porque Santiago es una ciudad universal, acogedora y global. Un lugar de perdón, de encuentro. La esencia de la capital de Galicia, aquella que le da nombre, es precisamente el fenómeno jacobeo de peregrinación a la tumba del apóstol. De no ser por ello, es posible que la ciudad ni siquiera hubiera existido.

En la actualidad, desde luego, Santiago tiene mucho más que ofrecer. Su Universidad por ejemplo con más de cinco siglos de historia, que ha sabido modernizarse con el tiempo y consolidarse como una de las mejores de España.

También tiene arte, cultura, gastronomía, paisajes. Es la sede del gobierno gallego, e incluso, aunque no es una de las ciudades más industrializadas de Galicia, ofrece también alguna industria que debe ser considerada. Pero Santiago es, ante todo, la ciudad del Apóstol y así es conocida en el mundo entero. No debemos olvidarlo nunca y menos en este día en el que yo al menos, y estoy segura de que a mi voz se une la de otros muchos gallegos, damos las gracias al Señor Santiago porque seguro que una vez más sirvió de santo patrono para conseguir que una vez más la vida se abriese paso.

Señor Santiago en el día de hoy los gallegos te pedimos que hagas honor a tu himno y “defiendas a tus discípulos queridos y protejas a tu nación”.

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