Número 50.000
FRANCISCO PUY MUÑOZ / Exconsejero

Catorce años en El Correo Gallego

  • 16 jun 2020 / 01:21
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En mi currículum vitae hay un apartado titulado Servicios Prestados a la Sociedad. La sociedad a que me refiero es, en sustancia, el conjunto político formado por España, Galicia y Santiago de Compostela. Ese apartado tiene 28 registros de funciones o cargos temporales o permanentes (bastantes de ellos siguen abiertos). El noveno de ellos informa de que fui consejero del Consejo de Administración de Editorial Compostela S.A., editora de EL CORREO GALLEGO (diario de Santiago de Compostela), desde 1976 hasta 1990.

En efecto, serví a EL CORREO durante catorce años con ilusión, empleando el tiempo libre que me permitía mi situación administrativa de exclusiva dedicación a la enseñanza y la investigación. Debe tenerse en cuenta que mis artículos para periódico fueron todos “pedagógicos”, y siempre “gratuitos”. Y también, que en 1975 había comenzado la transición democrática. Eran años complicados para todo el mundo en España, pero especialmente para los comunicadores. Y guardo muchas vivencias emotivas de aquella época...

Una primera y principal es el recuerdo del presidente del Consejo. FELICIANO BARRERA fue para mí un amigo y maestro muy especial. Compartía con él fe política, moral y religiosa. Lo pude confirmar al leer el ideario de la empresa que redactó y nos dio por escrito a los consejeros el 23 de septiembre de 1977, donde sintetizó muy bien el ideario fundamental de este periódico desde su fundación. Por ser de mayor edad que yo, y por su experiencia política y económica, lo acepté como “maestro gratuito” de entrada, y él me consideraba su aprendiz de politología galaica. De él aprendí a moderar mis ímpetus políticos, a respetar las opiniones ajenas, y a sintonizar con la moderación característica del genio gallego, con el sentidiño necesario para enfrentar los apuros. Me place aprovechar esta ocasión para rendir un homenaje a la memoria de un hombre que despertó mi admiración por su amor equilibrado a la tradición, al trabajo y al progreso. Y para darle las gracias por haber depositado su confianza en mí para nombrarme consejero, siendo un joven treintañero ajeno al mundo de la prensa hasta entonces.

Otra segunda vivencia se refiere al aquel Consejo de Administración. Lo formábamos personas de muy diversa procedencia social y profesional, que coincidíamos en el amor a Santiago de Compostela, y en la necesidad de mantener a todo trance un periódico que era y sigue siendo el portavoz de la ciudad en la Región y en la Nación. La seriedad y el rigor al tratar los problemas de financiación, de confección y de acogida de los lectores, de suscripciones, de publicidad, etc., así como las diferencias de planteamientos y su defensa viva, no empecían al trato afable y cortés de todos con todos. A ello contribuía mucho la serenidad persuasiva del secretario y letrado del Consejo, mi buen amigo Antonio Castro García. Como Feliciano, tampoco Antonio está ya con nosotros... ¡Triste condición humana mortal! Pero vuelvo al Consejo. Cada reunión terminaba con una comida, frugal en alimentos, pero pantagruélica en conversaciones interesantes, abiertas a toda clase de equívocos agudos, bromas ingenuas e historietas picantes. Todas ellas, conversaciones aptas nada más para auditorios dotados de sentido del humor. Allí aprendí también la filosofía de la retranca.

Mientras fui consejero de EL CORREO GALLEGO viví bastantes momentos de los que quedan prendidos en la percha del recuerdo. Por ejemplo, la peregrinación del Consejo, con el personal del periódico y muchos suscriptores a la Catedral que tuvo lugar el 31 de diciembre de 1976, cerrando las muchas que hubo ese Año Santo.

Una memoria muy especial guardo de la publicación de mis colaboraciones para el diario. Salvo error u omisión involuntaria mía, en aquellos catorce años salieron alrededor de ciento diez artículos míos. Naturalmente, esta prolongada colaboración que había comenzado antes de 1976, se continuó después de 1990. Pero obviamente alcanzó su máxima intensidad en el periodo en que mis obligaciones de Consejero me hacían frecuentar la casa madre, en la Rúa do Preguntoiro, y quizá se debiera a que el olor de las linotipias excita un deseo irrefrenable de publicar, y de debatir con los colegas que publican...

Como consecuencia de la prologada e intensa relación, se produjeron después otras muchas ocasiones de convivencia que refrescaron y consolidaron la amistad y la camaradería. Por ejemplo, las idas y vueltas que motivó en 1986 la impresión en los talleres de Editorial Compostela, de mi opúsculo El consenso autonómico en Galicia, editado por la Fundación Alfredo Brañas, y dedicado a Víctor Manuel Vázquez Portomeñe... Las reuniones celebradas en 2003 en Madrid para poner en marcha la Fundación Manuel Fraga... La peregrinación del Grupo Correo Gallego a la Catedral el día 30 de noviembre del año santo de 1899... Las clamorosas reuniones en el Hostal para celebrar la entrega de diplomas al gallego del año y gallegos del mes...

Debo concluir y concluyo felicitando a la empresa y haciendo votos para que EL CORREO GALLEGO llegue a los cien mil números.

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