Galicia

El día de la marmota

    • 29 nov 2020 / 00:00
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    En zonas rurales del norte de los Estados Unidos y en parte de Canadá, existe una pintoresca creencia asociada a la hibernación de las marmotas, acontecimiento que concluye cada 2 de febrero, efeméride conocida así como el ‘Día de la Marmota’. Según la tradición, parece que, finalizado su letargo, si el animal no ve su sombra al salir de la madriguera –por ser un día nublado–, la abandonará, indicando así que el invierno será corto; por el contrario, si la ve –al tratarse de un día soleado– entrará de nuevo, lo que significa que el invierno se prolongará seis semanas más.

    Esta curiosa costumbre –cuajada, por lo visto, de una larga serie de marmotas famosas– inspiró además el título de una comedia romántica (Groundhog Day) dirigida en 1993 por Harold Ramis, protagonizada por un arrogante meteorólogo –interpretado por Bill Murray– que acaba enamorándose de su productora –algo no muy difícil, al menos en la ficción, considerando que le daba vida en pantalla la adorable Andie McDowell–. La trama de película desprende además un cierto aroma filosófico, dado que su protagonista se ve obligado a revivir siempre el mismo día, en el perdido pueblo de Punxsutawney (donde fue enviado precisamente a dar noticia sobre el vaticinio del peludo oráculo) hasta que cambia completamente su detestable actitud, terminando redimido por amor, como en toda comedia romántica que se precie.

    En verdad, este año 2020, que concluirá en un mes, recuerda casi todo él al día de la marmota, sea como efeméride, sea como película. Así, de un lado, parecería que los incesantes vaivenes en la gestión política de la pandemia –multiplicados por 17, en el caso de nuestro país y culminados con la falta de acuerdo ante la definición de la ‘Nueva Navidad’ que ya está llamando a la puerta– se podrían calificar de tan pintorescos como la creencia asociada al augurio marmotil, si no fuera por los tintes dramáticos que revisten sus consecuencias, desde el punto de vista tanto sanitario como económico: decididamente, la COVID no es una comedia romántica, ni se puede tomar a broma.

    De otro lado, cada día nos despertamos –al menos, quienes vivimos perimetralmente confinados y sin poder sentarnos a tomar siquiera un café con alguien conocido– con la permanente sensación de estar volviendo a vivir de nuevo el día anterior, acostándonos con la angustia de que el siguiente será igual, y así uno tras otro, tras otro, en este año sin fin; aunque, coincidiendo casi con su término, se empiece ya a vislumbrar la luz vacunadora al final del vírico túnel, así como el faro no menos imprescindible que supondrá contar con un plan de distribución. Igual que en el plano sanitario contamos con algún atisbo de esperanza, desde esta columna nos hemos esforzado en destacar aportaciones que avancen una salida airosa desde el punto de vista económico a la situación creada.

    Anunciamos así que este martes, día 1, organizadas por la Asociación Gallega de Empresa Familiar, se celebrarán las segundas jornadas sobre Empresa Familiar y Sostenibilidad, en el Campus Remoto de la Universidade de Vigo, y donde participarán ponentes de la talla de Patricia López Cacheiro o Javier Portela López (Finsa), así como Jorge Montero Escuder (Estrella Galicia).

    En este foro, se pondrá de manifiesto que las políticas para impulsar una economía circular se han convertido en una prioridad en Europa, especialmente desde la presentación del Pacto Verde Europeo (Green Deal) en 2019, nuevo marco político de referencia para avanzar en la economía circular, estableciendo una hoja de ruta con acciones para impulsar un uso eficiente de los recursos, restaurando la biodiversidad y reduciendo la contaminación. Asimismo, se destacará en el encuentro –según hemos venido exponiendo aquí desde hace meses– la trascendental importancia del Plan de Recuperación para Europa anunciado por la Comisión Europea, conocido como Next Generation EU, basado en tres pilares: ayudar a los estados miembros a recuperarse, relanzar la economía y apoyar la inversión privada, y aprender de la experiencia de la crisis.

    Las empresas familiares de la Asociación Gallega de la Empresa familiar (AGEF) no son ajenas a la realidad descrita y de ahí que quepa elogiar la organización de este workshop, planteado como un encuentro en el que algunas empresas familiares muestren su experiencia en acciones de circularidad económica. Sin olvidar que coincide asimismo con el anuncio, al momento de escribir estas líneas, de creación de una ventanilla única dependiente del Palacio de la Moncloa, para la gestión de los proyectos de cooperación público-privada que pretendan acceder a los jugosos fondos europeos, cuya implementación carecía hasta ahora en nuestro país de un marco regulador adecuado (aspecto de cuya importancia advertimos también hace tiempo).

    Distamos del perfil agorero de Wiarton Willie –la marmota más famosa de Canadá–, a quien posiblemente los sufridos –y escasos– lectores llegados hasta aquí estarán casi imitando en su actividad habitual (es decir, dormir). Pero no nos cansaremos de advertir semanalmente desde esta tribuna de las consecuencias perversas que, desde el punto de vista económico, encierra la pandemia que nos asola, muchas de las cuales aún están por venir. Y de que los mecanismos oportunos para hacerles frente pasan por establecer unos cauces adecuados para la cooperación público-privada, impulsando al mismo tiempo la renovación de los estándares de responsabilidad social corporativa, en el marco del nuevo modelo que supone el capitalismo de parte interesada. So pena, incluso, de que renombren nuestra columna como “elogio de la marmota”.

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