Galicia
evolución del legislativo. La Cámara de O Hórreo también se ajustó a la dura austeridad de la pandemia y en 2020 disminuyó su número de grupos// Ausente la emoción rupturista, todo es más pronosticable y formal TEXTO Xosé Ramón R. Iglesias

El Parlamento gallego pasa del modelo parchís al tres en raya

  • 04 ene 2021 / 00:00
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El parchís es un entretenido juego de mesa con fichas de colores que admite hasta cuatro competidores, con una condición previa: es necesario sacar un 5 en los dados para poder empezar a participar. En esta regla se parece al Parlamento de Galicia, que exige a los partidos que se presentan a las elecciones autonómicas la obtención en las urnas del 5 % por ciento de los votos en una circunscripción para permitirles a sus diputados sentarse en sus escaños. En los últimos comicios celebrados en julio de 2020, los rupturistas no lo consiguieron –no llegaron ni al
4 % en el total de la comunidad– y se quedaron fuera de una Cámara que los había acogido en las dos legislaturas anteriores y que de esta manera redujo su representación de cuatro a tres grupos parlamentarios, regresando a los tiempos del primer mandato de Alberto Núñez Feijóo, tras su victoria en 2009.

En el año 2012, bajo la denominación de AGE y con el liderazgo compartido entre Xosé Manuel Beiras y Yolanda Díaz, se estrenaron en O Hórreo como tercera fuerza, relegando al BNG a la última posición. En 2016, ya con el magistrado Luís Villares como capitán de En Marea, su nueva marca, también superaron al PSdeG, consiguiendo ascender al segundo escalón. Y en su tercera y más reciente cita con las urnas gallegas, se volatizaron. No es que no resistieran la presión ante la imposibilidad de dar continuidad a la formidable progresión ascendente que llevaban, simplemente desaparecieron por un proceso de degeneración espontánea en las urnas, después de que sus dirigentes entrenaran con esmero para que eso ocurriera.

Con la gasificación invisible de Podemos-EU-Anova (su tercera designación electoral, una por comicio), se esfumó también la posibilidad de que el Grupo Mixto volviese hacer aparición en la actual legislatura, algo que se podría dar por seguro con los inquietos diputados rupturistas pululando por los escaños, pues la historia demuestra que son culos de mal asiento. Todo lo contrario que los que conforman los actuales tres grupos parlamentarios, pues sus señorías de PPdeG, BNG y PSdeG ya tendrán cualquier otro defecto, pero nunca el de la itinerancia parlamentaria. Hasta el punto que algunos, cuando agarran el escaño, lo consideran de su propiedad y no hay quien los eche en la vida.

En la pulsión ambulatoria de los rupturistas –siempre cambiando de siglas y de lugares–, ya se vislumbraba que de la misma forma sorpresiva que entraron también se irían. El hemiciclo tiende a regularse y, pese a sus innegables éxitos electorales, este grupo era su cuerpo más extraño frente a la solidez que muestran los otros tres que llevan toda la vida transitando por sus largos pasillos. Además, con ellos se fueron los escándalos y los tumultos. Es curioso que una de las características que se suelen valorar para definir un parlamento es su capacidad de generar aburrimiento o diversión, cuando en realidad su propia naturaleza de órgano legislativo lo debería hacer más inapetente que la biblioteca de buenas lecturas de un convento. Pero queda su función de control al Gobierno, donde los Beiras, Yolandas, Rufianes y Villares derivan la oratoria hacia el espectáculo. Ahora, con el BNG de Ana Pontón muy domesticado en las formas y los socialistas de Gonzalo Caballero en su habitual contención emocional, hasta puede que sea Feijóo el portavoz más propenso a combatir el tedio y mantener el interés.

Estos tres disertadores están condenados a jugar al tres en raya toda la legislatura, pero raramente se pondrán en línea. El verdadero tres en raya sólo lo disfruta el PP: Presidencia, Gobierno y Parlamento.

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