Galicia

El villano digital: un retrato patológico

  • 30 may 2020 / 21:41
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LA HISTORIA DEL DERECHO ES UNA DISCIPLINA DE ENORME INTERÉS, aunque a veces pasa por ser una de las parientes pobres de esos estudios, en los que brillan los derechos civil, procesal y penal. Si nos asomamos un poco a esa disciplina podremos ver, por ejemplo, cómo en la historia de los delitos y las penas, desde el Antiguo Oriente a épocas muy recientes, el número de delitos fue relativamente reducido, no por su cantidad, sino por sus formas o tipos. Los delitos más importantes fueron aquellos que atentaban contra la propiedad en todas sus formas, contra la vida y la integridad física de las personas, yendo desde el asesinato hasta las lesiones, pasando por los delitos de índole sexual. A ellos podían sumarse otros tipos, como la traición, importantísima en tiempos de guerra, el perjurio, el incumplimiento de los tratados y los pactos o la manipulación y tergiversación de la administración de la justicia.

TODOS LOS DELITOS MANAN DE LA MISMA FUENTE, que no es otra que la voluntad de hacer el mal, de infligir un daño a otro. Durante siglos se creyó que lo único importante en la comisión de un delito era solo el daño mismo. Y por esa razón no se tenía en cuenta la intención con la que el acto delictivo se había cometido. Eso llevó a que se pudiesen juzgar, como se hizo hasta el siglo XIX, a los animales como responsables de delitos. Así se hacía, por ejemplo, con cerdos que se habían comido o dañado a los bebés, con bueyes que habían matado a personas, e incluso con las ratas en época de epidemias. Tenemos documentado todo un sistema procesal para el juicio de las plagas de ratas. En él se les asignaba un abogado defensor, que normalmente argumentaba ante el tribunal que las ratas, en tanto que creadas por Dios, tenían derecho a vivir. Se intentaba un acuerdo con ellas, conminándolas a que abandonasen la ciudad infestada, antes de tomar contra ellas medidas, muchas veces inútiles. El cuento del flautista de Hamelin es un pequeño reflejo de esos juicios; al fin y al cabo fue contratado para llevarse a las ratas de una ciudad.

EN LA HISTORIA DEL DERECHO LA IDEA DE RESPONSABILIDAD se fue perfilando lentamente, pues en principio la responsabilidad de la comisión de un delito no fue individual sino colectiva y lo fue tanto a nivel activo como pasivo. Si una persona cometía un asesinato, por ejemplo, eran considerados culpables del mismo el delincuente y toda su familia. Y por eso se podía vengar la ofensa matándolo a él o a cualquier miembro de la misma; a eso le llamamos responsabilidad pasiva. Y lo mismo ocurrió en la historia del derecho con la aplicación de las penas, en la que se pasó de la venganza y el principio de “ojo por ojo y diente por diente”, a las formas establecidas para ejecutar la pena de muerte. Unas penas que siempre tuvieron una carácter simbólico y se asociaron a las identidades locales o nacionales: la guillotina francesa, el garrote vil español, la horca, la decapitación con hacha o espada, la hoguera, de uso en caso de herejía.

LOS DELITOS Y SUS FORMAS, AUNQUE SIEMPRE NACEN de la voluntad de hacer el mal, dependen de los contextos históricos, sociales, económicos y tecnológicos. Se puede matar de diferentes formas, pero no a tiros si no existen las armas de fuego. Se puede engañar a la gente, pero no es lo mismo vender una res enferma que hacer una emisión fraudulenta de acciones. Por eso podríamos decir, que a pesar de que la crueldad de muchas penas del pasado sería hoy intolerable: pensemos en las ejecuciones públicas, o la quema en una plaza de herejes vivos; y ya no digamos en el uso de la tortura como medio de prueba judicial; sin embargo los delitos, sus tipos y su número van a la par que el progreso técnico. Cuanto más progreso, más poder y cuanto más progreso, más ingenio para robar, engañar, coaccionar, acosar, e incluso matar de modo industrial.

HA NACIDO UN NUEVO TIPO DE DELINCUENTE, Y EN REALIDAD todo un nuevo tipo de ser humano que es el homo digitalis, si tuviésemos que bautizarlo como especie. La especie digital, como todas las especies, necesita un medio en el que nacer, crecer y reproducirse, y ese medio es un mundo paralelo al mundo real, un medio que tiene una existencia física, pero sobre todo una existencia virtual. Ese medio son los ordenadores, los teléfonos móviles y todos los tipos de soportes de la información digital. Todos esos medios poseen una existencia física y dependen de una única fuente de energía, la electricidad; y por eso podrían morir todos casi simultáneamente en un gran apagón. Pero esa existencia física es una condición necesaria pero no suficiente para que nazca la especie digital.

LA ESPECIE DIGITAL VIVE EN LO QUE PODRÍAMOS llamar una noosfera, una esfera del conocimiento o la información. En la noosfera, como en todo el mundo del pensamiento, no hay tal cosa sin sujetos, o máquinas pensantes. Y esas máquinas que hacen posible la existencia de la noosfera no son los electrones, sino los programas informáticos que hacen posible la codificación y la circulación de todo tipo de información. Esos programas son el recipiente que conserva y hace circular los contenidos. Pero todos estos programas tienen un autor -y una patente legal, por cierto- y de nada sirven si no hay personas que introduzcan la información y otras que la consuman. La noosfera tiene todas las características que definen a un mercado o a una sociedad: se compone de sujetos que interactúan según reglas y buscan su beneficio egoísta o la cooperación con los demás miembros del grupo.

EN LA NOOSFERA VIVEN TODA CLASE DE PERSONAS: decentes e indecentes, honradas y delincuentes, policías y ladrones, timadores y timados, y acosadores y acosados. Como en todas las sociedades del pasado y del presente se cometen en ella delitos, y para ellos debe haber nuevas penas, o penas ya tipificadas que se adapten al nuevo medio social digital. Por suerte los servicios de información militares y los medios policiales están intentando adaptarse a este medio, en el que el crimen va siempre por delante de la ley. Y no solo porque primero se comete el crimen y luego viene el castigo, sino también porque la creatividad delictiva tiene que ser muy ágil y dinámica, como forma darwinista de supervivencia y de adaptación al medio.

PERO LO MALO DE LA NOOSFERA NO ES SOLO SU PODER casi omnímodo, sino que en ella se pueden confundir los legisladores con los delincuentes, los héroes con los villanos y los verdugos con las víctimas, porque en ella todo es fluido y se desdibujan los límites que rigen el mundo físico, en el que todo está situado en espacio y el tiempo. La noosfera es el hábitat del villano digital, que como todo los villanos puede ser una persona ruin, falsa, y que busca su propio beneficio a costa de los demás. El villano digital es el delincuente que estafa y roba, que acosa, que intoxica la información de todo tipo, o que utiliza los medios digitales como instrumentos para mejorar la eficacia de sus delitos. Todo esto está muy claro, sabemos lo que es y deseamos que se disponga de cada vez más medios para combatirlo, pero a ello debemos añadir un nuevo problema, que quizás pueda ser aún más peligroso. Y es que el villano digital puede ser el legislador y el gobernante.

LOS MEDIOS DIGITALES FAVORECEN LA IMPUNIDAD, gracias a que hacen posible el anonimato, mediante el uso de falsas identidades. Esos mismos medios permiten crear y manipular la información, creando redes, empresas y organizaciones fácilmente manejables. Los medios digitales permiten manipular la opinión pública y alterar el sentido del voto de los electores, como se ha visto en los EE. UU. e Inglaterra en casos recientes. El procesamiento de la información con los big data, que solo pueden hacer los gobiernos y grandes corporaciones, permite el control de la población, de sus movimientos, de su consumo y de sus gustos y opiniones. Pero lo peor no es esto, lo peor es que el villano digital, además de compartir el poder político, militar y económico es además legislador. Un nuevo legislador desconocido hasta ahora en la historia del derecho, porque dicta normas y normas sin control y a su antojo. No se basa casi en códigos ni en principios jurídicos generales. Ignora la jerarquía normativa, que dice que las normas de rango inferior no pueden modificar las de rango superior. Y no solo eso, sino que tampoco legisla a partir de precedentes o sentencias. Legisla al pairo de las circunstancias. Y como las circunstancias cambian sin cesar y en la noosfera todo es fluido, ha nacido un nuevo villano: el delincuente que legisla para legalizar su delito, el delincuente que hace culpable al inocente, el acosador que se disfraza de protector y el estafador con piel de filántropo. Todo esto es nuevo, y nos daríamos mejor cuenta de ello si echásemos un vistazo a la historia del derecho.

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