La Ciencia continúa siendo un sector con una profunda brecha de género
En el ámbito de la investigación, en Galicia hay una menor presencia de mujeres // Tanto es así que a pesar de que el 50 % de las tesis doctorales son femeninas, solo el 22,4 % son catedráticas
La situación de las mujeres a lo largo de la Historia viene marcada por la desigualdad y la discriminación, situación que todavía se puede encontrar en muchos lugares del mundo y en muchos ámbitos de nuestra sociedad. La igualdad de mujeres y hombres, además de un derecho, es una necesidad para construir una sociedad más justa, cohesionada y desarrollada, social y económicamente.
La igualdad de oportunidades es una forma de justicia social, en la que todas las personas (mujeres y hombres) tienen las mismas posibilidades de acceso, uso, control y beneficio de los servicios y recursos, así como de participación y toma de decisiones en todos los ámbitos de la sociedad: social, político, económico, cultural y familiar.
A pesar de los avances que se han producido para conseguir una igualdad formal, en muchos ámbitos de la sociedad sigue sin existir una igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres, persistiendo las brechas de género.
Una de estas brechas, que aún persiste, es la referente a la elección de los itinerarios educativos, por parte del alumnado que accede a los estudios superiores, que presenta un marcado rasgo de género. En general, las mujeres obtienen mejores resultados educativos y registran menores tasas de abandono escolar, lo que significaría que hay más profesionales en el mundo laboral. Sin embargo, a medida que avanzamos en cargos, adentrándonos hacia los directivos, resulta mucho más poco frecuente encontrar mujeres.
En concreto, en el área de investigación, tecnología e innovación, en Galicia sigue habiendo una menor presencia de mujeres dedicadas a Personal Docente Investigador en las Universidades gallegas. El porcentaje de hombres asciende al 58,8 %, mientras que el de mujeres se queda en el 41,2 %, 17,6 puntos porcentuales de diferencia.
Estos resultados llaman poderosamente la atención teniendo en cuenta que en el año 2018 en Galicia se leyeron 426 tesis doctorales, y el 52,8 % de las mismas fueron leídas por mujeres. Como se ve, a medida que se suben peldaños, desaparecen mujeres.
Desde EL CORREO hemos querido acercarnos hoy a la historia de algunas mujeres científicas que sí han triunfado dentro de sus profesiones y que sirven de referente a muchas niñas y adolescentes.
Santiago. “Yo creo que hay que diferenciar entre dos tipos de barreras: las reales y las mentales; y las mujeres tienen muchas más barreras mentales, porque estamos educadas en ese sentido, y son cosas que están en nuestra cabeza y contra las que podemos luchar, para terminar haciendo aquello que queremos o aquello que nos gusta”, asegura Mabel Loza, catedrática de Farmacia.
Esta prestigiosa científica de la USC explica a EL CORREO que empezó la carrera de Farmacia porque “quería dedicarme a algo relacionado con los cuidados sanitarios y la atención”, así que se le presentaron dudas entre Farmacia y Medicina, pero terminó descartando esta última opción “por razones personales, porque la sangre me producía mareo e incluso me desmayaba”, así que “opté por servir a la ciudadanía a través de la Farmacia”.
Y no se equivocó en su elección, pues “al acabar la carrera empecé en un mundo, el de la investigación, que me pareció impresionante”. Le cautivaba “el poder trabajar justo en buscar medicamentos para curar aquello en lo que había necesidades, por existir ausencia de tratamiento para ciertas dolencias”, asegura.
Durante su etapa universitaria, Mabel afirma que no vivió diferencia de género, ya que, de hecho, en su mayoría el alumnado del grado de Farmacia eran mujeres. Al igual que la mayoría de estudiantes del doctorado. Pero concede que, “a medida que iba avanzando en cargos, veía el efecto tijera”, es decir, que cada vez empezaba a haber menos mujeres y se encargaban de la toma de decisiones los hombres.
Tanto es así que nunca olvidará la primera reunión que tuvo de un consorcio europeo, donde “éramos cuarenta personas y solo dos mujeres, la secretaria del director del instituto y yo”.
Santiago. “Nuestro centro igual es un caso atípico, porque la verdad es que desde que empecé aquí me he dado cuenta de que somos incluso más mujeres que hombres”, asegura María Concepción Sánchez Fernández, investigadora del CSIC, a EL CORREO, que de hecho también valora que a lo largo de su trayectoria profesional tampoco “nunca he tenido problemas para crecer” dentro del sector.
Aunque también concede que en su caso personal no ha tenido que lidiar con ciertas problemáticas que a veces sí se le presentan a las mujeres que están a su alrededor, como la conciliación entre hijos y trabajo.
“Yo no tengo hijos y, si los tuviese, a lo mejor mi visión sobre el asunto iba por otros derroteros, porque soy consciente de que la maternidad y otro tipo de obligaciones que tradicionalmente se han asimilado a la mujer, como el cuidado de los más mayores, nos afectan”, explica.
En este sentido, la investigadora, perteneciente al ámbito forestal, considera que “es necesario a nivel cultural y de educación hacer mella ya desde las primeras fases de la enseñanza en que es necesario compartir este tipo de cargas familiares entre ambos progenitores, para que al final no siempre sean las mujeres las que se encuentran desfavorecidas”.
Cursó la carrera de Biología, una de las que no presenta mucha diferencia entre hombres y mujeres. Amante de la naturaleza, su gusanillo por el mundo de la investigación comenzó a gestarse en el CSIC. Le hacía ilusión poder trabajar desde el laboratorio y en cuanto tuvo oportunidad no lo dudó ni un momento. “Nunca tuve dudas”, asegura, añadiendo que su trabajo “es como una pasión”.
A nivel de laboratorio, tiene muchas compañeras mujeres, pero las empresas del sector forestal, en el trabajo de campo, sí están muy masculinizadas todavía.
Santiago. “Para conquistar la meta de ser una buena científica dediqué mi trayectoria de ya más de 35 años a estudiar el suelo, porque el suelo es un recurso oculto que no se ve, que está bajo nuestros pies, debajo de la vegetación”, asegura Monserrat Díaz Raviña, investigadora en el MBG-CSIC. Ella sabe bien lo que es progresar en el mundo de la Ciencia, y en una ciencia muy reciente (siglo XIX) en comparación con otras: la del Suelo.
“Si hacemos una encuesta en la calle preguntando por nombres de científicos del suelo relevantes la mayoría de las personas, que ni siquiera saben lo que es un suelo, no contestarán y, si lo hacen, mencionarán a hombres”, considera, poniendo en valor el hecho de que “también hay muchas mujeres que han realizado importantes aportaciones al avance del conocimiento de la Ciencia del Suelo y que son auténticas desconocidas incluso para muchos edafólogos”.
De ahí, en su opinión, la importancia de tener “referentes de mujeres científicas” que ayuden a dar visibilidad al suelo y a fomentar vocaciones científicas en este campo. En este sentido, Montserrat asegura sentirse “muy orgullosa” de ser un referente actual para las niñas y adolescentes que se identifiquen con ella, con “una niña de campo muy luchadora, de la zona de O Pico Sacro, y que llegó a ser científica del suelo”, para “que vean que con mucho esfuerzo y constancia esto es factible”.
“Según Ruy Pérez Tamayo la ciencia es una actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo resultado es el conocimiento científico obtenido por medio de un método científico organizado en forma deductiva y que aspira al consenso entre individuos técnicamente capacitados”, recuerda la investigadora, que asegura estar “cumpliendo mi sueño como científica”.
A Coruña. “Cuando empecé mis estudios de Ingeniería solo éramos tres chicas en clase, el resto eran todo hombres, de un total de 80 alumnos”, cuenta a EL CORREO Esther Merlo, fundadora y directora de la empresa Madera Plus Calidad Forestal. En su caso, cree que “muchas barreras las pone la propia sociedad, como si te encasillase por ser mujer en otro tipo de carreras, por eso mis compañeras acabaron estudiando otras carreras técnicas como Medicina o Económicas”.
Con este panorama en mente, apuesta por “romper con esa tendencia”, porque “la mayoría de ejemplos que se ven de estudios técnicosx siempre están muy masculinizados, y eso al final va calando en la mente de la juventud, de las niñas, e inconscientemente es como que no se les ocurre ya anotarse en ellas; las chicas ni siquiera se lo plantean como posibilidad”.
En su caso, dentro del mundo de la Ingeniería se especializó en el sector forestal, “clave a día de hoy”. Durante el primer año le entusiasmó ya la idea de “poder gestionar las masas forestales para obtener la materia prima de forma sostenible y poder así aportar al sector un producto que se haya generado de forma natural”, además de “poder, de alguna manera, diseñar los montes y planificar cómo se gestionan”. “Me pareció fascinante”, confiesa.
Aunque empezó en el mundo de la investigación para organismos públicos, terminó por fundar su propia empresa, que ya tiene diez años, y está especializada en evaluar las propiedades tecnológicas de la madera con mediciones indirectas sobre los árboles, disponiendo también de una serie de modelos predictivos que permiten aplicar variables de masa que cambien en función de la gestión, viendo cómo esto afecta a las propiedades tecnológicas de la madera. “Nosotros medimos densidad y otras propiedades de la madera pensando ya en el uso final de ese producto”, con el objetivo de lograr “promover el uso estructual de la madera” y un “aprovechamiento más optimizado de la misma”. También usan parámetros de selección genética.
Toda esta información es la que luego ofrecen a sus clientes, que tal y como apunta Esther, van desde empresas del propio sector hasta propietarios o gestores de montes, pasando por la propia industria, teniendo así una clientela muy diversificada.
Como ella misma dice, “siempre puedes aprender de los otros”, y su asistencia a un congreso le sirvió para encontrar toda una vocación. “Había escuchado a un investigador de Nueva Zelanda diciendo que ellos habían tenido que volver a empezar su programa de mejora genética de ‘pino radiata’ porque no habían considerado propiedades tecnológicas de la madera, y después de 20 años de selección genética los clones que más crecían no contaban todos con buenas propiedades tecnológicas”, cuenta.
Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de incorporar esa forma de selección genética en Galicia, así que se fue hasta Nueva Zelanda a aprender la técnica que ellos usaban para importarla luego a nuestra comunidad, tanto con ‘pino radiata’ como con ‘pinaster’ y otras especies.
Fue gracias a una beca cuando logró captar el interés de la Administración, pues Esther proponía hacer una caracterización del monte no desde el aserradero, como era habitual, sino “desde el propio monte”.
“Propuse hacer una selección de parcelas representativas de toda Galicia, que se apearan esos árboles y que, finalmente, eso nos llevara a hacer una caracterización estructural para conocer la variabilidad y las propiedades estructurales del pino gallego”, explica. Ahora es dueña de su propia empresa.
En la actualidad logró integrar también en su labor de investigación la informática, habiendo desarrollado una plataforma web (Visor Madera) y una app (+DERA) que integra los modelos predictivos de la empresa, y que, tal y como apunta Esther, “ofrece al usuario una información georeferenciada de la calidad tecnológica de la madera de cualquier monte en función de especie, sitio, edad y gestión que se realice”. La idea siempre es poner en valor la madera de nuestra querida comunidad gallega.