Galicia

Luis Caramés, maestro de economistas

    • 09 jun 2021 / 01:00
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    No podía ser de otra manera, te has ido sin avisar, pero ocupado con lo que te hacía disfrutar en esta vida que has dejado, llena de recuerdos y de ejemplos para ser copiados. Te has ido compartiendo con los demás tus conocimientos y tu ilusión por mejorar la sociedad del bienestar que tanto has defendido.

    Me siento muy honrado por tu amistad, pero mucho más por haber compartido episodios de nuestras trayectorias profesionales y personales, que al recordarlos ahora cobran fuerza por el vacío que nos deja tu ausencia.

    Hace muchos años había trazado contigo una hoja de ruta para que fueses el director de mi tesis doctoral, pero se interpuso en el camino el Colegio de Economistas, y lo que parecía un obstáculo propició un sinfín de actividades y colaboraciones.

    Con la perspectiva de haber sido tú antes presidente de la Delegación en Santiago del Colegio, con tu inestimable ayuda fuimos capaces de poner en marcha durante mi presidencia el primer master de concursal, justo antes de la aprobación de la actual Ley Concursal. Aunque hayan sido muchas más las actividades, sólo quiero citar algunas a mi juicio muy significativas, porque lo que pretendo es hacer patente tu implicación en todas las actividades en que te comprometías.

    Pudimos disfrutar de la presencia en nuestra ciudad de Santiago de grandes economistas, gracias a tu relación personal con todos ellos, como el profesor Enrique Fuentes Quintana, el consejero del BCE José Manuel González Páramo, el ministro Cristobal Montoro, o el presidente de la CAI de Zaragoza, Manuel Pizarro.

    El primer Congreso de Economistas de la Educación, organizado por el Consejo General, tuvo lugar en la sede en Sober de la Fundación Belarmino Fernández.

    Se firmó un convenio de colaboración entre el Colegio de Economistas y el Master de Administración Financiera y Tributaria que dirigiste desde su primera edición en 1987, para el aprovechamiento de sinergias entre ambas entidades.

    Fuiste de los primeros en aceptar la invitación sin condiciones para participar en los almuerzos del Club Financiero de Santiago.

    No dejaste de hacer acto de presencia para recoger la Medalla de tus 25 años de economista-colegiado, que tuve el honor de entregar. Y participaste activamente en la organización de 25º aniversario de la Delegación de Santiago, acto en el que también se distinguió a sus presidentes, entre los cuales estabas tú.

    Cuántas tertulias tuve oportunidad de compartir contigo: Correo TV, los Foros Económicos del Correo Gallego, y en la Radio Galega, en el programa nocturno de A Crónica.

    Nunca has dejado de sorprenderme, y muy pocos pueden presumir de reunir en la misma fórmula dos ingredientes que tú manejabas a la perfección: tu erudición y la retranca gallega, que tan sabiamente empleabas para poder hablar sin molestar, pero para lanzar siempre unos mensajes muy certeros y atinados.

    Cada vez que teníamos que arreglar alguna cosa, lo hacíamos sentados en una mesa del restaurante Don Gaiferos, sin prisa y con una copa de vino como testigo de nuestras conversaciones. Pero la última vez que hablamos lo hicimos en mi despacho, porque la urgencia por ayudar un amigo común así lo exigía y quedamos emplazados para vernos; postergamos la copa de vino, pero ayudaste al amigo. Ya me lo habías enseñado en primera persona cuando fui yo el ingresado en el HULA de Lugo, y removiste Roma con Santiago para conseguir saber de mi estado de salud.

    No me puedo extender mucho más, pero no quiero omitir la actividad que venías desarrollando en los últimos meses, tu empeño por motivar a los integrantes del Grupo Colmeiro. Qué manera de implicar a los “colmeiros”, todos los días enviando artículos, noticias, propuestas, allende nuestras fronteras, con un entusiasmo inagotable. Y la otra niña de tus ojos, la Fundación Belarmino Fernández, en uno de cuyos actos participabas cuando sobrevino el accidente vascular.

    Me allegro ma non tropo de esta forma tuya de marcharte. La alegría nos la provoca el hecho de que te hayas ido disfrutando con lo que hacías, pero nos invade la tristeza de no poder seguir gozando de tu compañía. Nos quedan tus recuerdos, tus enseñanzas, tu vitalidad. Por todo ello seguirás estando muy presente, querido maestro de economistas Luis Caramés.

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