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El 12 % de las viviendas gallegas supera el radón máximo para la UE

La nueva directiva europea, que entra en vigor este mes, pone el umbral en los 300 Bq/m3 // Se tendrá que medir este gas en centros de trabajo y domicilios // El Gobierno subvencionará las mejoras para bajarlo

  • 04 feb 2018 / 21:51
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El Gobierno central tiene de fecha límite este mes de febrero para transponer una nueva normativa de la UE sobre el radón, la Directiva Europea 2013/59/Euratom, que indica que debe medirse el nivel de radón en viviendas y lugares de trabajo y que este no debe superar los 300 Bq/m3 (becquerelios por metro cúbico) en todos los estados miembro. Con este nivel de concentración de gas radón, en Galicia el 12,1 % de las viviendas superaría el umbral máximo, es decir estarían en potencial peligro y deberían de hacer obras de mejora para reducirlo. Y este dato corresponde solo a las viviendas, el porcentaje de centros de trabajo se desconoce.

Al establecerse la necesidad de hacer mejoras para reducir ese nivel de radón, la normativa indica que cada país deberá apoyar y fomentar las mediciones y las obras necesarias para que el lugar vuelva a ser sano. Por ello, esta misma semana, Luis Vega, del Ministerio de Fomento, anunció la publicación este mes de un Plan Estatal de Viviendas 2018/2021 –requisito de la directiva europea–, por el que se subvencionarán las actuaciones en el interior de viviendas para reducir de forma efectiva el nivel de radón.

El radón es un gas radioactivo, incoloro, inodoro e insípido que procede de la descomposición del uranio presente en la corteza terrestre (granito y pizarra son ricos en uranio). La presencia de radón en el exterior es baja pero se acumula en el interior de viviendas o lugares de trabajo, sobre todo en sótanos o plantas bajas. Cuando lo inhalamos se descompone y esas partículas impactan en los pulmones. Está demostrado que incrementa la probabilidad de padecer cáncer de pulmón. Según la OMS, es la segunda causa de cáncer de pulmón en el mundo, solo detrás del tabaco, y la primera en personas no fumadoras. La comunidad científica lleva alertando de su peligrosidad 30 años.

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