Hemeroteca
Autor y cantante

Alberto Comesaña: “He tonteado con las drogas. Con 15 años cogí un billete sin rumbo fijo”

  • 17 nov 2007 / 06:34
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

Conserva ese aire de niño terrible y provocador, esas maneras de agitador de conciencias. Todavía parece querer sacudir con sus palabras la moral de los ciudadanos respetables, esos mismos de los que él ya forma parte indisoluble. Su rostro duro y afilado mantiene el toque burlón que, en los albores de los ochenta, dejó impresa su huella en las noches lucenses. Eran aquellas noches de disfraz y transmutación, de los mil y un personajes, de marqués de Bradomín y de Bosque Animado, de letrina y litrona, de "aves de paso" y de "ojos de gata", de "lo estás haciendo muy bien" y de "relatos de intriga".

Alberto Comesaña mantiene en la mirada ese regusto a motín y psicoanálisis, a desafío y abuso, a rebeldía y teatralidad. Son las huellas de identidad de este muchacho eterno que hoy aparca la peligrosidad para dejar paso a las nuevas amistades.

Me saluda cordial, abierto, con la sonrisa a media asta. Rastreo en mis recuerdos las huellas de este autor que todavía parece dispuesto a romper la madrugada. Me vienen a la memoria sus pasos poderosos sobre el escenario, cuando se precipitaba sobre la burguesía con sus propuestas musicales rompedoras desde el ya mítico Semen-Up. No ha cambiado. Ni siquiera travistiéndose de reposo y medio-ambiente. Su discurso está cargado de profundidad, de ganas de desentrañar de una vez por todas si es diablo o ángel. Permanece en esa eterna lucha, casi psicótica, por encontrar su identidad, su propio centro de gravedad, sus contradicciones en el guión.

Ahora, su estética rapada permite que tome protagonismo en su cara una ligerísima barba vertical, como una sonrisa brasileña, como un hilo de tanga diabólico. Bigote, fino e intermitente… cejas, pobladas y rotundas… ojos, escudriñadores y en permanente reto con el alma del interlocutor…

De no ser por el terno blanco y por sus zapatos hueso, juraría que nuestra entrevista va a ir de transacción entre el Fausto de Goethe y aquel Diablo que Mijail Bulgakov quiso imaginar en el purgado Moscú de los años treinta. Pero no, no me debo dejar impresionar por su habilidad para el Carnaval. Hoy Comesaña se ha disfrazado de uno de esos ingleses decimonónicos que pretendían pasar por dandis parisinos. No, hoy Comesaña viene de Comesaña, con sus cicatrices al viento…

"La cicatriz de la ceja fue por algo muy tonto. Me pasó revolviéndome en la cama. Tuve un mal sueño y me pegué con la esquina de la mesilla. Sin embargo, el labio, que también tengo partido, fue por un enfrentamiento en Lugo. Aquel fue un asunto un poco oscuro..."

– Así que… fuiste un ‘broncas’

– Desde muy pequeño me ha gustado meterme en follones, intentando no pasarme del límite. Me da morbo el peligro…

– ¿Te puedo hacer una pregunta de esas que ponen las cosas en su sitio?

– Naturalmente. ¿O no consiste la entrevista en alguien que pregunta y alguien que responde?

– Mejor dos que charlan…

– ¿Con preguntas y respuestas?

– Algo así, pero en este caso soy yo quien debe preguntar y tú quien debes responder… ¿O quieres hacerme tú la entrevista…?

– Estamos de acuerdo, pregunta que yo respondo…

– ¿Quién eres Comesaña…?

– Nunca me habían hecho esa pregunta…

– Te llegó entonces la hora…

– A veces me pregunto para qué estoy en la vida. Cuál es el sentido...

– ¿Me la vas a contestar…?

– Soy amante del riesgo. He tonteado con las drogas, con estramonio, algo nada recomendable. Con quince años me cogí un billete sin rumbo fijo, yo solo. Soy una persona solitaria, nunca he necesitado una pandilla. He vivido situaciones de riesgo pero nunca me dejé llevar por él.

– ¿Te arrepientes de algo?

– De haberle dado disgustos a mis padres. Tuve una época, de los quince a los dieciocho, en que perdí el contacto con ellos. Ni siquiera ahora he sido capaz de recuperar esa sensación. Mi padre ya es muy mayor y está bastante enfermo. Me iré del mundo y me quedará ese sinsabor de no haber estado más con ellos.

– Me da que va a ser complicado saber quién eres...

– Para eso necesitaríamos horas y horas de psicoanálisis...

– ¿Te hago una más fácil?

– Por favor…

– ¿De dónde vienes?

– De mi padre, que era de San Andrés de Comesaña, una aldea pegada a Vigo. Allí todos somos Comesaña… También vengo de mi madre, que es natural de Vilaxantar, aldea de Curtis, aunque estoy en el mundo de chiripa...

– ¿Y eso…?

– Se decía que genéticamente la sangre de mis padres era incompatible. Que el primer hijo nacería bien, el segundo sería retrasado y el tercero no llegaría a nacer… Yo soy el tercero.

– ¿Qué tal la infancia?

– Fui mal estudiante, aunque asimilaba bien toda la información. Carecía de interés por estudiar una carrera… Quise entrar en el mercado laboral cuanto antes.

– Pero te hiciste ingeniero...

– Lo de estudiar Ingeniería Agrícola fue por cabezonería de mi madre, por eso de que los de su generación no tuvieron estudios…

– No te veo de ingeniero.

– Mi madre tenía unas tierras que había comprado con un dinero que le había tocado en la lotería. Yo soñaba en aquellos tiempos con organizar una granja autosuficiente.

– ¿Un jipi?

– Jipi y anarquista. Una utopía. La típica autarquía en la que tú fabricas todo… luego te das cuenta de que hay bombillas y una serie de elementos que no puedes fabricar a menos que sean prehistóricos.

– ¿De niño querías ser cantante?

– Cuando era pequeño jugaba al festival de Eurovisión. Yo era todos los cantantes, el presentador, el público... Y eso que no era de esos típicos niños que se suben a la mesa para animar las fiestas familiares. Era muy tímido.

– ¿La mataste?

– Sí, acabé con la timidez. Había hecho teatro en la escuela. En Lugo, en mi primer año de carrera monté un grupo de teatro. Organicé un festival con patrocinador. Entonces empezó la fiebre por el Carnaval. Me acuerdo de que me disfrazaba de mujer, de militar… Salí con una falda escocesa de caballero a la calle y me detuvo la Policía porque decía que eso no le parecía adecuado… La tarde noche del viernes era mi Carnaval.

– Arrancas entonces con la provocación del grupo Semen-Up…

– Iba a todas las discotecas de Lugo. Bailaba con un estilo que yo mismo me había inventado. Por entonces, una señora que tenía una tienda de modas me vio bailar, vestido muy extravagante, distinto a todos, y me preguntó: "¿A ti te gustaría bailar en un desfile de modas que voy a hacer?"

– No lo dudarías…

– Claro, fui a ese desfile. Allí estaba un grupo musical de Lugo que andaba buscando un cantante. En seguida me preguntaron: "¿Quieres entrar con nosotros en nuestro grupo?". La verdad, nunca había cantado, no sabía si lo podía hacer…

-¿Y…?

– Pues que les dije que sí.

– ¿Cuestión de azar...?

– Posiblemente. En mi vida han pasado muchas cosas que me hacen creer en la casualidad del encuentro...

– ¿Canta un cantante por accidente?

– Por expresión vital. Cuando iba al instituto tenía una caminata de diez minutos hasta la parada del autobús… Iba siempre cantando. Era una liberación ante la presión que estaba viviendo con mi familia. Era como expulsar el demonio que se lleva dentro.

– Componer es otra cosa…

– Para eso hay muchos más motivos. Los momentos más intensos de un compositor son aquellos en que estás enamorado y no sabes si eres correspondido; son también esos otros en que te surgen las canciones de desamor, cuando te han dejado y tú quieres seguir.

– ¿Eres más autor o cantante?

– Como cantante soy limitadito. Supe encontrar mi estilo. Por debajo del tono natural de tu voz hay un campo nada explotado. Cuando descubres ese rango de los graves, encuentras una voz reconocible, tuya. A veces me confunden con Miguel Bosé.

– ¿Y cuando cantas en tu timbre natural?

-Resulto vulgar y poco atractivo.

– ¿Escribes…?

– Sin parar…

– ¿Y cuándo lo haces…?

– Trabajo sobre un pliego musical: me dan una canción ya hecha, a veces con melodía… a veces sin ella. Me tiro horas leyendo ese pliego y empiezo a canturrear en un inglés o en un italiano que me invento. A partir de ahí fabrico una melodía que me gusta, sin saber lo que estoy diciendo, hasta que parece que tengo mimbres para ir armando el cesto… como si fuera un crucigrama.

– Dame uno de tus crucigramas favoritos…

– Cuando empecé con Amistades Peligrosas, Luis Carlos Esteban me propuso un tema: Estoy por ti. No tenía letra, sólo melodía. Estuve cerca de seis meses con ella. Me parecía buenísima pero… no sacaba nada. Un buen día, viniendo desde Galicia, me llegó la inspiración: "Basta ya de tanta tontería, voy a ir al grano, te voy a meter mano" Fue como una inspiración divina.

– ¿Encontraste el secreto para dar con el tema perfecto?

– Para llegar a una canción hay cientos de caminos. Cualquiera puede componer. Cualquier tema, cualquier melodía es válida…

– ¿La música es matemática?

– Una matemática unida al sentimiento.

– ¿Tienes mente de matemático?

– Las matemáticas me encantan. Cuando comencé me gustaba mucho analizar por qué me atraía una canción, encontrar dónde estaba la clave de su éxito. Comprobaba la combinación de armonías.

– ¿Te has enamorado muchas veces?

– Hace poco estuve viendo un reportaje en televisión que contaba qué es un psicópata: una persona que no siente nada por nadie, que no siente amor por nadie, que le importan un bledo los problemas de los demás. Entonces me dije: ¡coño, eso me pasa a mí!

– Así que estoy con un psicópata…

– Bueno, tampoco hay que exagerar. Después de aquello hablé con un amigo psicólogo y me explicó que hay grados de psicopatía. Al fin y al cabo todos tenemos desórdenes mentales.

– Entonces, del amor nada de nada…

– Soy una persona muy desapegada. Mi mujer dice que no hablo con mis padres. Que a mi madre la despacho con una llamada de treinta segundos…

– No eres lo que se dice un romántico…

– El amor es una palabra que me dura poco. Me enamoro y me desenamoro con bastante rapidez. Me pasaba ya en mi época adolescente, cuando era un ligoncete de discoteca. No le daba importancia a las conquistas.

– ¿Por qué llevas dos alianzas?

– El primero es el anillo de casado, el segundo es por la boda que volvimos a hacer cinco años después.

– No me engañes…

– ¿Por qué lo dices…?

– ¿Por qué me niegas sentir amor y, sin embargo, te has casado y re-casado con la misma mujer? Tu hija mayor tiene nueve años, la segunda ocho y los gemelos tres… ¿Al final, el chico ‘despegado’ encontró el amor…?

– Si de algo estoy feliz en la vida es de haber dado con la mujer que tengo. Me proporciona muchísima estabilidad: ella me da la vida.

– ¿De dónde sacas la fuerza?

– Me la dan mis hijos…

– Eso es un topicazo, Comesaña…

– Pero es lo que me hace levantar todas las mañanas. Si estuviera soltero, sin ningún tipo de presión económica que me obligue a pagar sus colegios y su comida, sería más vago.

– ¿Tus hijos se arrepentirán algún día de cómo ha sido con su padre?

– Espero que no. Ahora mismo, por ejemplo, están en el colegio y estoy deseando ir a buscarlos. Pero cuando llegan a casa les aparto: quiero volver a sentir mi espacio y mi tiempo. Eso me jode muchísimo, porque crecen muy rápido. Ojalá fueran siempre pequeños.

– ¿Eliges o te eligen?

– Mis amigos me eligen. No soy una persona que presuma de tener grandes amigos.

– ¿Hiperactivo?

– Hipoactivo, de revoluciones bajas.

– ¿Te interesa la notoriedad?

– En los ochenta o los noventa puede que sí me interesase, vivía con ella y de ella. Hoy, cuando venía en el Metro pensaba: ¡Qué gozada poder viajar sin que nadie te reconozca!

– ¿La echas de menos?

– La notoriedad tiene cosas buenas: te invitan a fiestas, te dan entradas, te regalan cosas… Todo eso cada vez me interesa menos. Ahora bien, como Leo que soy, necesito vivir el éxito social… Los Leo disfrutamos siendo Rey Sol.

– ¿Qué es ser gallego?

– El gallego es tan distinto al resto del mundo que no necesita demostrárselo a nadie.

– Conclusión…

– Tenemos un punto melancólico, cercano a la tristeza. Con mucha frecuencia me asaltan las imágenes de una Galicia triste y oscura, con mucha lluvia, con esa niebla que sale de los charcos que se van evaporando…

– ¿De izquierdas o de derechas?

– ¿Quién…?

– Pues: quien dijo quién…

– En mi caso hay un parlamento de Albertos Comesaña. No soy cien por cien de nada. En mi cabeza hay un tío del PP, uno del PSOE, uno de IU, un nacionalista, un ácrata, un homosexual, un heterosexual… Hay de todo.

– ¿No te vas a mojar...?

– Soy de quienes creen firmemente que quien a los dieciocho años no es de izquierdas no tiene corazón y que quien a los sesenta no es de derechas no tiene cabeza.

– ¿Te ha costado llegar?

– He tenido suerte en la vida. Sin haber estudiado música ni haber tenido un padrino, he conseguido varios éxitos. Con Amistades Peligrosas todo iba rodado. Sacaba un disco y era número uno. Me llamaban de las televisiones… todo era caviar del bueno…

– ¿Y ahora?

– Ya no es así...

– Pero sigues sacando discos...

– La ventaja de la música es que trabajas cuatro días al mes y ganas lo que otro en todo un mes de trabajo.

– ¿Cuánto trabajas?

– Cuarenta o treinta días al año. Soy de los que están ahí, sobrellevándolo.

– ¿Conseguiste vivir de la música?

– De la música se vive si estás en primera o en segunda división... Si estás en tercera… tienes que complementarlo con otras cosas.

– ¿Qué fue de Amistades Peligrosas?

– A medida que el grupo empezó a tener éxito, nuestra relación personal se iba deteriorando. Se terminó convirtiendo en algo muy parecido a un infierno. Una de las cosas que más rabia me da en mi historia musical es no haber podido disfrutar de aquel éxito que tuvimos.

– Algo bueno habría…

– Cuatro canciones: Estoy por ti, Me haces tanto bien, Africanos en Madrid y Me quedaré solo. Cuando cantas y hay cien mil personas que lo hacen contigo, entonces se produce una sensación similar al orgasmo.

– Son las canciones de toda una vida…

– Encuentro gente por la calle que me cuenta que se ha enamorado escuchando una de esas canciones, que ha reconquistado a su mujer... Es esa conexión con gente que no has visto nunca y con la que no tienes nada que ver. De eso me siento orgulloso.

– Tus canciones han empujado a ciertas pautas de comportamiento…

– Tengo cuarenta y seis años y me daría a mí mismo una colleja por no haber maquillado Lo estás haciendo muy bien. Ahora la autocensuro cuando la canto en un espectáculo… Hago una parada y me digo: pero qué salvaje eras, qué provocador…

– Nuevas Amistades: ¿ruptura o continuación?

– Nuevas Amistades era la posibilidad de continuar actuando con las canciones que habían tenido éxito. Era un juego de márquetin. En el mundo de la música éramos, simplemente: Amistades… No funcionó. La gente siempre me decía: "Vale, Nuevas Amistades pero… ¿qué pasa con el peligro…?"

– ¿Qué esperas de la vida?

– Salvar un año detrás de otro sin penurias, dejarle a mi familia los mínimos para vivir.

– ¿Por qué miras tu reloj…?

– Se me ha pasado volando…

– Te dispenso, hemos terminado… puedes ir a recoger a los niños al cole, niño provocón…

– Le diré a mi mujer que me hiciste la entrevista…

Comesaña se levanta plácido. Sonríe como un niño bueno que acaba de ser pillado en falta. Sigue siendo un enigma, probablemente porque se siente cómodo en la indeterminación, en ese territorio brumoso, donde no hay certezas, donde sólo hay incertidumbres… Y es que todavía mantiene esa necesidad de nuevas emociones que, como tantos otros de la generación de hermosos y malditos, siente que la realidad a veces no es la suya. Alberto Comesaña, ciento setenta y ocho centímetros de seducción, ochenta y ocho kilogramos de azufre, me deja el mismo regusto que percibió Ánxel Fole en Vigo al toparse con él. Camina lento y firme, se aleja… Como esa niebla que sale de los charcos que se van evaporando…

Tema marcado como favorito