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El alzhéimer ‘comienza’ 30 años antes de manifestarse

En esta enfermedad las neuronas empiezan a morir 30 ó 40 años antes de que se manifieste, por lo que los médicos disponen de más de tres décadas para intentar interceptarla // Esta forma de demencia degenerativa se ha convertido en un problema prioritario de salud

  • 25 sep 2011 / 21:19
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Un siglo después de que Alois Alzheimer descubriera la enfermedad que hoy lleva su nombre seguimos debatiendo sobre sus causas, su diagnóstico y su tratamiento. Hemos aprendido mucho sobre la enfermedad de Alzheimer en los últimos 50 años, pero el conocimiento, en no pocas ocasiones, suele ser dinamitado por los intereses y las opiniones.

Hemos visto como gradualmente, esta forma de demencia degenerativa, se iba convirtiendo en un problema prioritario de salud, hasta llegar a ser la primera causa de discapacidad en mayores de 60 años y la quinta causa de muerte en las sociedades avanzadas, con más de 30 millones de afectados en el mundo y una perspectiva epidemiológica de cerca de 70 millones de casos en los próximos 25 años.

Hemos visto como esta enfermedad discapacitante, en un sector improductivo de la sociedad, iba minando el sustrato socieconómico de las decadentes arcas sanitarias, con un coste medio en Europa de 22.000 euros por paciente/año y un coste global de 160.000 millones de euros.

La demencia es la consecuencia lógica del envejecimiento poblacional. Igual que nuestra piel, nuestros huesos, nuestro corazón y nuestras arterias envejecen, lo mismo le ocurre a nuestro cerebro; por eso, a medida que envejecemos, progresa en paralelo la prevalencia de la demencia senil en nuestra sociedad, con un 1% de casos a los 60-65 años y más de un 25% de casos por encima de los 80 años.

Además, no toda demencia es alzheimer; la mitad de las demencias en nuestro medio son vasculares, por daño de las arterias y del riego cerebral, o mixtas, donde junto al daño vascular existen problemas carenciales (hierro, ferritina, ácido fólico, vitamina B12), metabólicos, endocrinos, tóxicos o traumáticos.

La experiencia y el conocimiento del genoma humano nos han enseñado que la demencia tiene un importante componente hereditario. Hay más de 200 genes en nuestro genoma cuyos defectos pueden abocarnos a formas de degeneración cerebral compatibles con una demencia. De hecho, en más de la mitad de los casos de demencia suelen existir antecedentes familiares en generaciones anteriores.

El desarrollo científico de los últimos 20 años también nos ha permitido disponer de marcadores genéticos para poder identificar la vulnerabilidad a padecer una demencia en la población a riesgo; y esto es fundamental para poder implantar programas preventivos. Hoy sabemos que en la enfermedad de Alzheimer las neuronas empiezan a morir 30 ó 40 años antes de que se manifieste la enfermedad, con pérdida de memoria, desorientación témporo-espacial, deterioro funcional y trastornos de conducta. Por lo tanto disponemos de más de tres décadas en la vida para intentar interceptar la enfermedad antes de que se manifieste. Cuando aparecen los síntomas han muerto miles de millones de neuronas y cualquier tratamiento farmacológico convencional lo más que puede hacer es someter a trabajos forzados a las neuronas remanentes, pero no puede resucitar a las neuronas muertas. Por eso han fracasado todos los intentos terapéuticos que hemos desarrollado hasta ahora. Las líneas de lucha eficaz contra el Alzheimer pasan inevitablemente por la prevención y por la personalización del tratamiento.

Más del 80% de la población a riesgo desea saber si son candidatos o no a padecer una demencia. La postura de la avestruz de aquellos que mantienen el no querer saber cuando todavía no hay un tratamiento eficaz va siendo desplazada en las sociedades avanzadas por la mentalidad proactiva del querer saber para defenderse del enemigo. Aunque hoy no existen tratamientos curativos para el Alzheimer, la demencia no es intratable; un 40% de las demencias vasculares y mixtas pueden beneficiarse eficientemente de tratamientos disponibles, y un 5-10% de las demencias carenciales son tratables y potencialmente curables.

No se puede meter a todas las demencias en el mismo saco, ni abusar del sobrediagnóstico "Alzheimer" porque con ello no sólo estamos etiquetando al paciente sino también estigmatizando a la familia. El mentalizarnos de que la prevención es la mejor estrategia para proteger a nuestro cerebro debiera ser un objetivo educacional. Igual que se educa ante el riesgo y las consecuencias de los accidentes de tráfico o el consumo del tabaco, debería educarse para evitar la multitud de barbaridades y agresiones que cometemos contra nuestro cerebro, con la alimentación, con el alcohol, con las drogas, con nuestro género de vida, con nuestro consumo inadecuado de medicamentos, con nuestro stress sociolaboral, con nuestras obtusas relaciones humanas.

La fotografía de la vejez, en gran medida, es el resultado del periplo de nuestra vida. El cerebro es el gran registrador que graba todo, para bien o para mal; y en la última etapa de la vida funcionará en base a la calidad de su genómica y al buen o mal trato que le hayamos dado en edades pretéritas. Si fuésemos capaces de retrasar en un año la aparición del Alzheimer en nuestra sociedad, estaríamos reduciendo en un 30% la prevalencia nacional, y habríamos disminuido los 6.000 millones de euros que hoy cuesta la demencia en España en unos 1500 millones de euros.

El otro frente a superar es el del tratamiento personalizado. Los pacientes con demencia toman más de 6 medicamentos diferentes diariamente. En Europa y Estados Unidos, un 20% de los ingresos hospitalarios de personas mayores son debidos a complicaciones farmacológicas. Más de un 30% de nuestros pacientes consumen fármacos que no pueden metabolizar y que son potencialmente perjudiciales.

En auxilio de esta situación ha venido la farmacogenómica, que nos permite dar el medicamento adecuado en la dosis precisa al paciente que se puede beneficiar de ese fármaco. Por un coste de 150-300 euros, hoy cualquier ciudadano puede saber el tipo de fármaco que puede consumir y el que no del 60% de los medicamentos de máximo consumo en el mundo. El 10% de los costes globales del Alzheimer son farmacológicos; y el 20-30% de los medicamentos que se administran indiscriminadamente deberían evitarse, con lo cual de los 500 millones de euros anuales que nos gastamos en los pacientes con Alzheimer, probablemente nos ahorraríamos unos 125 millones de euros si fuésemos capaces de implantar protocolos de tratamiento personalizado.

Otro frente a considerar es el de la gestión de la vida diaria. En un pasado reciente, cuando el ladrillo era una deidad en los altares de la economía, se sembró el país de geriátricos, con tan poco sentido analítico como la Ley de Dependencia. Ahora que la crisis económica golpea sin piedad a todos los sectores, es obvio que los recortes de recursos sociosanitarios se cebarán con los más discapacitados, por mucho que la conveniencia electoralista del momento pretenda desfigurar la realidad.

Pero el problema está ahí y las decisiones erróneas que se tomen lo magnificarán logarítmicamente. A peor asistencia mayor morbimortalidad. El asilo no es la solución institucional de la demencia. El Alzheimer y su entorno (pacientes, familias, administraciones, centros públicos y privados, médicos y personal sanitario, industria farmacéutica, farmacias, investigadores) son el apéndice de una Reforma (Socio)Sanitaria que pide a gritos poder instalarse en la realidad del siglo XXI.

Las soluciones a corto plazo son las de siempre: educación, apoyo sociofamiliar, diagnóstico precoz, mentalidad preventiva, optimización de los recursos terapéuticos y racionalización de las políticas institucionales. Casi todo está inventado, pero para poder implementar estrategias eficaces hay que tener la voluntad humilde de querer aprender, bebiendo de la fuente del conocimiento y huyendo de los clichés embotellados del costumbrismo instalado. La crisis hará el resto.

(*) RAMÓN CACABELOS ES PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE MEDICINA GENÓMICA     CÁTEDRA EUROESPES DE BIOTECNOLOGÍA Y GENÓMICA 

 

Ramón Cacabelos profesor y director de Euroespes
"Aunque hoy no existen tratamientos curativos para el alzhéimer, la demencia no es intratable"

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