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caso resuelto

El 'caminante de Boisaca' ni era un fantasma ni un extraterrestre

Las huellas dactilares de Óscar Ortega Vasalo coinciden con las del joven que fallecía en 1988 arrollado por un tren ·· Su madre regenta una farmacia en Majadahonda ·· El cadáver está depositado en la fosa común del cementerio

    • 21 oct 2008 / 22:19
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    Óscar Ortega Vasalo tendría hoy 42 años. Han pasado 20 desde que su familia le perdía la pista. Sus huellas dactilares coinciden con las de aquel joven que fallecía el cinco de mayo de 1988 arrollado por un tren. Su cadáver fue enterrado en Boisaca y trasladado a la fosa común en 1995. En las últimas dos décadas nadie ha reclamado su cuerpo y el enigma no ha estado exento de especulaciones. La de Óscar Ortega es una historia real que, sin embargo, ha servido para nutrir la imaginación de medios de comunicación y fabricantes de fenómenos paranormales. El presidente de la Agrupación de Familiares de Desaparecidos y de Inter-Sos, Manuel Jaime, no salía ayer de su asombro. "En realidad, nadie quiere encontrar así a un ser querido. Pero el cuerpo se queda descansado", confesaba en declaraciones a este diario a la espera de recibir la notificación oficial de la familia Ortega. "Hemos luchado contra viento y marea para que los ADNs se publicaran", advierte el responsable del colectivo. Pero la lectura del código genético no ha sido esta vez la clave para identificar al legendariamente conocido como el caminante de Boisaca, sino las huellas dactilares.

    Desde la farmacia de María Bertina Vasalo Álvarez -con domicilio en Majadahonda- rehusaban ayer, sin embargo, confirmar el fatal desenlace. La titular del despacho, madre de Ortega, prefiere mantenerse al margen de la tormenta mediática. Lo habitual, comenta Manuel Jaime, es que la familia retire la denuncia de desaparición e inicie el proceso para recuperar el cadáver. El primer paso sería presentar la correspondiente reclamación en el juzgado. A continuación, las autoridades sanitarias tendrían que conceder el permiso para la exhumación que, en última instancia, debería notificarse al Ayuntamiento de Santiago. A Raxoi no le ha llegado por el momento solicitud de ningún tipo, señalaba ayer a este periódico la edil responsable de este área, Marta Álvarez-Santullano.

     

    El rastro de Óscar Ortega Vasalo se perdía el dos de junio de 1988. Tenía 22 años y la última vez que su familia tenía noticias suyas se encontraba en Barcelona. El misterioso accidente registrado en la vía del tren a la altura de Puente de Viso se producía un mes antes. El maquinista no pudo hacer nada por evitar el suceso y el cuerpo quedó totalmente mutilado, con la cabeza aplastada y las piernas separadas del tronco. Las primeras hipótesis apuntaban a un suicido. Sin embargo, siempre hubo demasiadas incógnitas en torno al caso. Sus huellas no se correspondían con las de ningún ciudadano español. Llevaba encima 15.000 pesetas, pero entre sus efectos personales no se encontró documento alguno que le identificase.

    Veinte años después se cierra uno de los casos más extraños de las últimas décadas. Inter-Sos, a la espera de la notificación oficial, pronto eliminará de su web la ficha de Óscar Ortega. Aún hay otros 14.000 desaparecidos en España y se computan más de 4.500 cadáveres sin nombre.

    EL PERFIL

    Una mili "muy traumática"

    Óscar Ortega quería opositar. Poco antes de producirse su desaparición se trasladaba a Barcelona con la intención de matricularse en una academia para preparar las pruebas. Su madre, María Bertina Vasalo, notó que algo no iba bien. Traspasó la farmacia que regentaba en Vigo y se instaló con su hijo en Castelldefels. Pero ni siquiera la protección materna sirvió para amortiguar el malestar del joven. Dijo que se iba de vacaciones y cerró la puerta de casa para no volver jamás. Según una reciente entrevista que publica www.madridiario.es, Óscar Ortega podría haber tenido un servicio militar "muy traumático" en la brigada de Salvamento de Pontevedra. Tres de sus compañeros de cuartel se habían suicidado.

    María Bertina Vasalo, que ahora reside en Majadahonda (Madrid), denunció entonces la falta de coordinación entre los distintos cuerpos de seguridad para resolver el caso .

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