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EDITORIAL

¿Camino de la jubilación a los 69 años?

    • 22 oct 2019 / 21:48
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    SEGURO QUE NADIE SE CREE HOY que, más pronto que tarde, la edad de jubilación en España subirá a 69 años, pero cada vez hay, sin embargo, más señales de que va a ser así. Primero, la Seguridad Social se asoma al abismo del colapso con una deuda que por primera vez supera los cincuenta mil millones de euros, disparada un 47 % en solo un año y con siete ejercicios seguidos de números rojos en una mochila cada día más pesada. Segundo, sumémosle a este catastrófico dato que el Gobierno central, salga el que salga de las urnas del 10-N, tendrá que tirar del fondo de reserva para pagar la extra de Navidad a nueve millones largos de subsidiados, con apenas mil quinientos millones en la anémica hucha de las pensiones. Tercero, pongámosle a esta tarta indigesta la guinda del modelo alemán, ahora que el Bundesbank acaba de reabrir el sempiterno debate con su recomendación de elevar por encima de los 69 años la edad de retiro, lo que significa que los nacidos en 2001 no se jubilarían hasta 2070. Las razones que aducen los analistas del banco central germano podríamos calcarlas con puntos y comas en España: la creciente esperanza de vida y los cambios demográficos ponen en serio riesgo tanto la viabilidad del sistema cuanto la suficiencia de unas prestaciones con las que sería imposible llegar a fin de mes. Conviene recordar que aquí tardamos cuatro años en copiar el acuerdo del Parlamento alemán, en 2007, para aumentar hasta los 67 años la edad de jubilación. Así (de mal) están las cosas, con el Pacto de Toledo estancado -nin arre nin xo- a la espera de un improbable Gobierno estable capaz de tomar decisiones de enorme trascendencia, y con los expertos alertando de los peligros de liarse la manta a la cabeza y tirar para adelante a golpe de medidas coyunturales -el abuso de los créditos para compensar el desequilibrio entre ingresos y gastos, en concreto- que no solamente no resuelven los evidentes problemas de sostenibilidad de la Seguridad Social, sino que contribuyen a engordar su endeudamiento y a erosionar su solvencia. El diagnóstico de la delicada salud del sistema público de pensiones lo ha hecho el Tribunal de Cuentas: los achaques estructurales que arrastra piden a gritos reformas en profundidad. También, añadimos, valentía y generosidad para el consenso. Nadie dijo que fuese a ser fácil, pero es necesario y urgente no seguir cruzados de brazos.

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