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El cártel sudamericano que trajo el superalijo de Arousa estableció su base en Compostela

El peruano que se encargaba de controlar el trabajo de los dos clanes gallegos cambiaba a diario de hotel y pensiones para no levantar sospechas // Se instaló a principios de febrero tras llegar en tren procedente de Barcelona con parada en Madrid

  • 04 abr 2020 / 22:38
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El peruano Oswaldo Tapia Alcalde, de 47 años, llegó a Barcelona a principios de año y una de las primeras cosas que hizo fue acudir a la Brigada de Extranjeria de la Policía Nacional, en la ciudad catalana, para presentar una petición de protección internacional, para conseguir asilo en nuestro país. Nadie sospechaba que pudiera tratarse de un miembro de una destacada organización de traficantes de droga cuyo objetivo era el de introducir en Europa, a través de las costas gallegas, el más importante de los alijos de cocaína de los últimos tiempos. Algunas fuentes cifran en diez toneladas, de los cuales 3.700 fueron incautados en el transcurso de la operación Lince que se desarrolló el pasado fin de semana en la ría de Arousa.

Oswaldo Tapia llevaba una vida anónima aunque realizaba frecuentes viajes a Madrid, siempre en tren para no tener que rendir cuentas en los aeropuertos. En la capital de España, que empezaba a notar los primeros hachazos del covid 19, este peruano estableció los primeros contactos con, al menos, dos organizaciones de traficantes gallegos: la cocaína ya estaba en camino y Tapia fue haciendo acopio de material tecnológico (teléfonos móviles y satélites, GPS, ordenadores y tablets) con la intención de controlar el desembarco de la droga.

Cuando recibió el OK del cártel sudamericano para el que trabajaba salió de Barcelona hacia Madrid y de allí a Santiago. Era a principios del mes de febrero cuando llegó a la capital gallega con la disculpa de hacer el Camino de Santiago.

En su mochila no había ni credencial de peregrino, ni ropa adecuada para la caminata, el grueso de su equipaje eran distintos teléfonos móviles y satélite y otros aparatos para controlar la navegación del mercante que se estaba acercando a nuestras costas con sus bodegas cargadas con droga.

Oswaldo Tapia era un tipo precavido y durante su estancia en Compostela cambiaba de alojamiento con cierta frecuencia alternando hoteles con encanto en la zona vieja con otros establecimientos de más categoría o pensiones económicas. Su intención era pasar desapercibido. Desde aquí se desplazaba hasta la comarca de Arousa y A Guardia para contactar con los grupos gallegos. Reuniones tranquilas en hostales, gasolineras o mesones a la espera de recibir el OK del cártel.

En tiendas de Santiago y O Milladoiro, donde contactó con varias personas, completó el material que necesitaba en tiendas de electrónica y telefonía móvil, así como ropa cómoda, impermeable y oscura para lo que se le venía encima. No reparaba en gastos a la hora de elegir.

El peruano y sus socios recibieron como una bendición el inicio del confinamiento y, sobre todo, comprobar que las fuerzas de seguridad habían volcado la mayoría de sus efectivos en la tarea de proteger la vida de los ciudadanos ante el avance de la pandemia que provoca el coronavirus.
La orden de confinamiento obligó a Oswaldo Tapia Alcalde a dejar Santiago para irse a la zona cero del desembarco: formaría parte de la tripulación de una planeadora que iba a encontrarse con el buque nodriza que traía la droga: solo él conocía las coordenadas donde iba a alijarse los casi cuatro mil kilos de cocaína. Era la garantía de que todo estaba controlado por el cártel sudamericano.

OPERACIÓN LINCE. Lo que no sabía el peruano es que los agentes de la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional y del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (Edoa) de la Guardia Civil, ambas con base en Pontevedra, habían detectado los movimientos de sus socios y tenían perfectamente controlado sus movimientos. Aunque carecían de muchos datos llevaban meses oliéndose que algo iba a ocurrir pero pensaba que no sería en estas fechas.

Tanto que durante la madrugada del sábado 28 se activó un operativo en el que también colaboraron medios aéreos del Servicio de Vigilancia Aduanera. Algo se estaba cociendo pero lo que desconocían los agentes era la magnitud de este desembarco de cocaína.

Las planeadoras habían alijado la droga y se disponían a entrar en la ría de Arousa como en los viejos tiempos, al más puro estilo de las movidas que protagonizaban antaño los grandes narcos gallegos. El control de la bocana de la ría no se hizo esperar y se pudieron avistar las lanzaderas semirígidas.

Una de ellas fue localizada en la playa de Barreiriño con prácticamente la mitad de los 3.700 kilos de droga pero sus tripulantes se habían dado a la fuga. La otra también apareció varada en la desembocadura del río Umia. En esta ocasión los narcos abandonaron todo pero antes se deshicieron de la drogas que aparecieron flotando, empujados por la marea, al otro lado de la ría, en las inmediaciones de la costa de Ribeira.

No muy lejos de donde se localizó la primera de las planeadoras, dotadas con potentes motores se encontraban dos individuos con las ropas mojadas y sin poder justificar su presencia en esa zona, máxime en una situación de alarma en la que se había prohibido el acceso a las playas de los ciudadanos.

Uno de ellos era el presunto piloto de la embarcación, un vecino de A Illa de Arousa llamado César Rial Rial y el otro el ciudadano peruano miembro del cártel que estaba controlando el desembarco de este superalijo.

En las proximidades, y a bordo de una furgoneta, circulaban otros dos individuos, José Otero Pérez, de Vilanova de Arousa, y Roberto Gómez Camiño, de Vilagarcía, al menos uno de ellos cuenta con antecedentes por narcotráfico, que también fueron apresados. Los investigadores suponen que se iban a encargar de recoger una parte del alijo para transportarlo a alguna nave o galpón antes de ser trasladado a otros puntos de España y Portugal.

En cuanto a los tripulantes de la segunda planeadora no pudieron ser localizados en un primer momento ya que se habían dado a la fuga tras deshacerse de la cocaína y recibir ayuda desde tierra para escapar del lugar.

Inicialmente el total de la droga intervenida se cifró en unas tres toneladas pero durante la mañana siguiente, y en la zona de Castiñeiras, en el concello de Ribeiro, aparecieron varios paquetes más que elevaron el total a los 3.700 kilos finales que suponen uno de los alijos más importantes localizados en Galicia en los últimos años.

Fue el lunes, 30, cuando los especialistas antidroga completaron la operación Lince deteniendo en su casa de Tragove a Jesús Mouta Vázquez por su relación con estos mismos hechos, sin que haya trascendido su vinculación con el operativo aunque se descarta que formara parte de la tripulación de alguna de las dos embarcaciones utilizadas y que fueron trasladadas al puerto de O Grove, junto a la cocaína. Todos están ya en la prisión pontevedresa de A Lama.

Y a todos ellos les acusa de un presunto delito contra la salud pública en su modalidad de tráfico de drogas de notoria importancia, y otro de pertenencia a banda organizada y criminal.

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