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Esperar

    • 25 mar 2020 / 23:09
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    ¿CÓMO están ustedes? Espero que bien. Aunque bien bien no creo que pueda estar nadie en esta circunstancia. A mí me está empezando a costar quitarme de la cabeza que estoy escondiéndome de un no sé qué, que es lo peor a que se puede temer. Si sabes lo que se te viene encima puedes asustarte, claro, pero mucho más si no lo sabes.

    Por lo menos, podrías hacer planes, de defensa o de ataque, de lo que sea. Como cuando viene la gripe, ¿no?, que te abrigas más. Pero esto de cerrarte en casa sin hacer nada, que ya sé que está dando resultados positivos, sí, que no lo niego, pero es agobiante. Esperar, esperar y esperar es todo lo que te toca. Y es agobiante.

    Sin querer hacer comparaciones con cosas que, aunque sólo sea porque pasaron hace mucho tiempo y, por lo tanto, no tienen nada que ver, estos días me he acordado muchas veces de un episodio tan agobiante como este, al menos para los niños, que sucedió en mi aldea cuando yo era uno de ellos. Un día apareció una vaca muerta en casa de un vecino. De repente, sin previo aviso. Y entonces alguien gritó: "Foi o aire".

    En aquel decir el aire no era el que respiramos, sino algo que no se ve, como un virus, que ataca y mata. Y como aún quedaba memoria de la peste, del sarampión y de otras varias epidemias que se habían padecido en Galicia y que se contagiaban como una maldición, enseguida tomaron a todos los niños, nos encerraron en una habitación de una de las casas del lugar, tapando la ventana y la puerta con los mantos negros de las abuelas, para protegernos de la amenaza.

    Por lo que supe luego en las charlas de lareira, los hombres llevaron la vaca muerta al monte y le pusieron fuego hasta que no quedó nada de ella, ni siquiera el humo de la cacharela. Luego nos liberaron. Recuerdo el miedo que pasé mientras estábamos encerrados, sin entender nada de lo que sucedía.

    No es lo mismo. Ya lo sé. Lo he dicho. Antes la ignorancia era muy grande. Y todo lo ignorado era peligroso porque sí. Pero ahora, a pesar de la mucha información de que dispongo, porque hay diarios, radios y televisiones, que entonces ni siquiera existían, pues eso, estoy agobiado.

    No saben ustedes cuando necesito que esto pase. Volver a salir por las mañanas, parar en el bar de al lado, leer el periódico mientras tomo el café -yo siempre lo leí así-, saludar a la gente, reírme del niño que pasa o dejar caer el reojo a la hermosa dama que se cruza. Ya sé que no son cosas muy especiales, pero a mí me abrían el día. Con recuperar eso me bastaba. Ir por la calle mirando a la gente. Compostela viva y yo con ella.

    Doctor en Economía

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