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Fray José de Carabantes, ¿tres siglos incorrupto?

El cuerpo de fray José de Carabantes, fallecido en 1694 y sepultado en las Clarisas de Monforte, se mantenía inalterado 169 años después de su muerte ·· Se carteó con la Dama Azul, la famosa monja de Agreda

  • 06 dic 2008 / 22:46
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Cuenta la tradición que el día de la muerte de fray José de Carabantes, el 2 de abril de 1694, un arco luminoso se tendió desde la humilde morada del santo varón al convento de las Clarisas de Monforte, donde fue enterrado, y las crónicas cuentan que su cuerpo se mantiene incorrupto desde entonces.

El caso de este capuchino soriano, llamado en 1675 a predicar en Monforte por Ana de Borja, mujer de Pedro Antonio Fernández de Castro, décimo conde de Lemos y virrey del Perú, nada tiene que envidiar al famoso padre Pío, también monje capuchino, uno de los santos más venerados en Italia, fallecido hace cuarenta años y cuyo cuerpo incorrupto se expuso al público en una urna de cristal en abril de este año en la cripta del santuario de Santa María de la Gracia, donde pasó la mayor parte de su vida. En seis meses, más de 700.000 personas acudieron al santuario italiano a ver el cuerpo de venerado padre Pío.

En el caso de Carabantes, que tomó el hábito de capuchino a los 17 años, un testimonio del 1 de marzo de 1899 aparecido en el Eco franciscano, revista de los frailes menores de la orden de Santiago de Compostela, dice que unos religiosos, cumpliendo una misión del arzobispo de Burgos, tuvieron que entrar en la clausura del convento de las Clarisas y a su vista apareció el cuerpo de fray José incorrupto, después de 169 años de su muerte.

Desde entonces no se ha vuelto a abrir la cripta en la que reposan los restos del misionero capuchino, en el coro de la iglesia conventual monfortina, para comprobar si el excepcional fenómeno de la incorruptibilidad de su cuerpo se mantiene.

Sin duda alguna, de ser así, la exposición del cuerpo de Carabantes en una urna, al igual que el del padre Pío o los de otros santos incorruptos repartidos por todo el mundo, sería un interesante foco de atracción para Monforte, dentro de lo que podría llamarse turismo de devoción religiosa.

Fray José de Carabantes vivió los últimos 19 años de su intensa vida en Monforte, donde ejerció como capellán de las monjas Clarisas y confesor a perpetuidad de la abadesa de la congregación, sor Catalina de la Concepción, gracias a una bula papal.

Su humilde sepultura en la iglesia conventual de las Clarisas, con una placa dedicada, y una calle con su nombre en el barrio de Abeledos son en la actualidad el testimonio de la presencia de Carabantes en Monforte.

MISIÓN EN LA SELVA

Ángeles que lo salvan de ser comido

Carabantes se ordenó presbítero en 1652 en Albarracín y por esta época ya mantenía relación epistolar con su paisana la famosa monja franciscana María de Jesús de Agreda, bautizada como la Dama Azul por el escritor Javier Sierra, que fue consejera de Felipe IV y conocida hoy por los episodios de bilocación que protagonizó para evangelizar a los indios de Nuevo México, Arizona y Texas.

La Dama Azul fue, en sus cartas, la que alentó a Carabantes en su vocación misionera y siguiendo los consejos de la mística monja soriana se embarcó en Cádiz rumbo a las Indias. A finales de 1657 desembarcó en la región venezolana de Cumaná. Carabantes ejerció su labor evangelizadora en isla Margarita, Caracas y las tierras de los antropófagos caribes. Cuentan las crónicas eclesiales que el intrépido misionero capuchino fue capturado por los indígenas y cuando iban a comérselo ocurrió un prodigio que le salvó: su cuerpo se iluminó y fue rodeado por ángeles celestiales protectores, los indios, aterrorizados, cayeron a sus pies y comenzaron a adorarlo como a un dios .

APUNTES

Una larga lista de milagros en su vida

Los memoriales de la Iglesia le atribuyen, además de la conversión de millares de paganos, una larga lista de milagros obrados a lo largo de su vida. Dicen esos opúsculos que renunció a riquezas materiales y que curó a ciegos, mudos y paralíticos. También expulsó a los demonios de los poseídos, hizo brotar fuentes, dispersó tormentas y multiplicó las cosechas. También dicen que al hablar salían estrellas de su boca.

Sufrió un centenar de enfermedades

La vida de Carabantes, que duró 66 años, estuvo marcada por la enfermedad, según reflejan sus biógrafos. Ya de novicio capuchino se vio afectado por una enfermedad considerada incurable de la que se recuperó milagrosamente. El cronista monfortino Manuel Hermida Balado dice en su libro Lemos que en apuntes del archivo del convento de las Clarisas se alude a 92 dolencias que padeció José de Carabantes .

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