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Ledicia Cativa traerá en julio a 80 chavales de Chernóbil

La estancia con familias gallegas les ayuda a mejorar su salud y a reforzar sus defensas para afrontar el duro invierno ruso

  • 18 jun 2011 / 22:45
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El 26 de abril de este año, justo un mes y medio después del desastre de Fukushima, el mundo celebró el triste 25 aniversario del accidente nuclear más devastador de la historia de la humanidad, el de Chernóbil. La cantidad de material radiactivo liberado en Chernóbil se estima que fue 500 veces mayor que en Hiroshima y 10 más que en Japón. El desastre se hizo mayor porque las autoridades soviéticas ocultaron el accidente, impidiendo evacuar a la población afectada.

La asociación Ledicia Cativa, presidida por José Manuel Borrajo, tiene como principal actividad la acogida temporal de menores que viven en lugares muy contaminados por la radiación de Chernóbil. En los meses de julio y agosto, estos niños rusos viven con familias gallegas, disfrutan del clima y la alimentación y crean vínculos afectivos. Algunas de las familias que participan en este programa de acogida vienen rebotadas de otras asociaciones, y en Ledicia Cativa dicen haber encontrado mucha calidez, que lo primero son los niños y que los que ya llevan años ayudan a los nuevos a sentirse cómodos.

Este año son 77 los que disfrutarán de estas vacaciones de salud, 55 repiten la experiencia y 22 la vivirán por primera vez. Tienen entre 5 y 18 años y son mayoritariamente niñas. No están afectados por enfermedades declaradas, pero sí están sometidos a radiación persistente y prolongada, por la intoxicación ambiental y por la ingesta de alimentos contaminados. Estos dos meses de clima y alimentación gallegos aumentan su esperanza de vida como mínimos dos años.

Yulia, Lyuba y Nastya son tres de ellas, tienen 7, 9 y 8 años, y pasarán el verano con familias de A Coruña, Oleiros y Santa Cruz de Montaos por segundo año consecutivo. Si tienen las mismas ganas de que llegue el día de mañana que Susana, Julia y Ana, sus madres gallegas, estarán contando las horas para aterrizar.

Las familias que disfrutarán de su compañía estos dos meses comentan que cuando llegan vienen sin vitalidad, normalmente están delgados y tiene retraso en el crecimiento. La piel blanca y sin vida, el pelo seco, sin brillo, profundas ojeras... Pero tras estos 60 días, engordan de media 4 kilos y crecen unos 3 centímetros, la piel se colorea y el pelo recupera vitalidad. Además, los pequeños aumentan su autoestima y refuerzan las defensas para afrontar el duro invierno ruso.

Este año, además, con un plus de solidaridad, ya que Deleite Galego, la empresa de 11 cooperativas gallegas que engloba a unos 2.500 ganaderos, les donó un litro de leche con calcio por día para cada niño, es decir, 4.620 litros que les ayudarán a eliminar la radiactividad y a fortalecer sus huesos.

sbarba@elcorreogallego.es

LAS FAMILIAS ACOGEDORAS

"Tienen una capacidad de adaptación tremenda"

Susana y Alberto viven en A Coruña y este es el segundo año que participan en el acogimiento de menores rusos con Ledicia Cativa. A su casa viene Yulia, de 7 años. Antes vivía en un orfanato, pero ahora está en una casa de acogida, junto a otros dos niños que también pasan el verano aquí. Susana afirma que pese a no hablar el mismo idioma, la comunicación no fue ningún problema, estos niños aprenden rápido. Durante todo el invierno siguieron manteniendo el contacto, con permiso de su familia de acogida, y hablaron por teléfono todos los domingos.

"En mi pueblo todos se vuelcan con ella"

Ana, que posa en la foto con Sofía, la hija de una compañera de la asociación, a los pocos meses de quedarse viuda empezó a colaborar con Ledicia Cativa, y por segundo año ayudará estos dos meses de verano a que Nastya, diminutivo de Anastasia, pueda beneficiarse de unas vacaciones de salud. Vive en Santa Cruz de Montaos, una parroquia del concello de Ordes, y comenta que el rural se vuelca mucho más en la solidaridad de sus vecinos. Nastya, que tiene 8 años, está en la misma casa de acogida que Yulia, en la región de Briansk.

"Llevo dos días sin dormir, esperándola"

Para Julia y José este será el segundo año que puedan disfrutar de Lyuba, una niña de 9 años que pasará el verano en Oleiros. Ella vive con su madre y su abuela en una aldea de Novozybkov y el año pasado recibió tratamiento para una dolencia pulmonar que parece haber desaparecido. Julia dice que nunca olvidará el momento en que la conoció, cuando la recogieron en el aeropuerto y se dieron un abrazo, cómo latía el corazón de la niña. Lo peor de todo, tener que esperar un año entero para volver a vivir ese momento mágico.

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