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TRIBUNA LIBRE

De la manada a las manadas: ¿fenómeno de imitación?

    • 13 ene 2019 / 14:45
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    En el verano de 2016 se popularizaba (tristemente) un término: manada. Con él se autodenominaba un grupo de amigos que se haría conocido por la presunta violación colectiva a una joven en un portal durante las fiestas de San Fermín. Tras dos años en prisión preventiva, los hechos fueron catalogados por la Justicia como abuso sexual con prevalimiento en una sentencia muy controvertida.

    Desde entonces, manifestaciones de colectivos femeninos y feministas, debates de políticos y juristas y los ahora culpables en libertad a la espera de cumplir los nueve años de prisión de su condena. Pero, sobre todo,el paso del singular al plural que preocupa y ocupa a toda la sociedad: hoy no se habla ya de la manada, sino de las manadas. Desde aquel aciago suceso, las denuncias por agresión múltiple (realizadas entre cuatro y diez hombres) se han disparado hasta la veintena.Callosa de Sarriá, Burriana, Véjer de la Frontera, Pola de Lena, pueblos repartidos por la geografía española en los que situar el punto negro de la violencia sexual en grupo. ¿Se está produciendo un fenómeno de imitación? No lo podemos descartar, teniendo en cuenta la gran repercusión mediática del caso San Fermín 2016. En primer lugar, el caso ha podido producir admiración por parte de ciertos grupos que comparten los ideales, en los cuales consideran que por ser hombres tienen derecho a ejercer poder sobre la mujer. Por otro lado "el hecho de que se haya comunicado la ausencia de consideración de agresión, ha podido reforzar ciertas falsas creencias en las que la mujer ha sido consentidora".

    Pero no sólo debemos indagar en el fenómeno mediático, sino también en las dinámicas de grupo que permiten a ciertos individuos con carencias de autoestima sentirse con poder y ejercer el dominio a través de la manipulación y la violencia. Además, a la hora de delinquir se sienten protegidos y anónimos. Por un lado, se sienten amparados dentro del grupo al pensar que se reparte la responsabilidad de los actos cometidos y, por el otro, creen que disminuye el impacto de la gravedad de sus actos. Son personas cuya autoestima, considera la experta, depende de sentirse por encima de los demás, que necesitan sentir que son más poderosos y que pueden realizar actos vejatorios sin consecuencias. Su identidad depende a su vez de lo que aportan al grupo y de como son percibidos por él.

    Nos encontramos además, ante reflejo de ciertos rasgos psicológicos que aseguran el mantenimiento del grupo. Pueden ser desde frialdad hasta poder de seducción pasando por la falta de empatía. En la expresión y materialización de estos rasgos destaca el líder, que sobresale en planificación o intención de cometer los hechos, lo que les resta carácter improvisado.

    Estas manadas se componen de miembros con intereses, ideología y/o creencias similares que los unifican y los llevan a la a­cción. Hablamos en estos casos de agresiones y abusos sexuales, que, considera, denotan un trasfondo machista, al mostrar una posición de fuerza y vejación sobre la mujer. Estos individuos, explica, pueden creerse en una posición de superioridad sobre la mujer y tratar de volver a un antiguo orden mediante actos de fuerza y violencia.

    Ritos como la grabación de escenas de violación suponen la necesidad de demostrar que se es superior a las consecuencias negativas: creen que son indestructibles, que están por encima de la ley y que no les va a suceder nada. Por otro lado, les gusta revivir la vejación cometida, lo que refleja placer en la ejecución del acto, así como conservar recuerdos de la hazaña realizada y presumir de la misma.

    Sobre la posibilidad de reconducir a jóvenes y adolescentes con estos comportamientos violentos y sexistas, hay que remitirse a los antecedentes personales de cada individuo separado de la manada y, por supuesto, a las señales externas de culpa o arrepentimiento. Pero será muy difícil si se percibe en ellos una frialdad afectiva o falta de empatía.

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