Tú no morirás
A Ruth Varela, in memoriam
LA mañana amaneció lluviosa y tristona en Bogotá. El cielo gris, el suelo gris, el aire gris. Le dediqué a mi joven sobrina mi último pensamiento de la noche anterior y el primero de la mañana porque sabía que luchaba a brazo partido contra la muerte. Todos sabíamos que se acercaba el final, aunque nadie quería aceptarlo.
Durante muchos meses le plantó, valientemente, cara a la enfermedad, aceptó con la mejor disposición de ánimo los tratamientos más agresivos para retrasar, hasta el límite de sus fuerzas, lo inevitable. Ella necesitaba ver como sus dos pequeñuelos cumplían a su lado una hora más, un día más, una semana más.
Pero la noticia llegó y la mañana se hizo trizas. Finalmente, ese buitre voraz que le devoraba lentamente las entrañas, esa carcoma maldita y mutante, se la había llevado por delante. Mas no del todo. Pues ni la muerte traidora, que arrebata vidas juveniles, es capaz de robarnos el amor que Ruth nos entregó a todos los que tuvimos la suerte de compartir con ella un tramo del camino. Su bondad, su generosidad, su inteligencia, su fe en la justicia y en el bien, que ella conoció y practicó como jurista y como persona, no pueden acabar en una mala hora.
Tú no morirás porque has conquistado nuestro corazón y en él seguirás latiendo. Tú no morirás porque tu sonrisa y tu pasión por la vida perdurarán en el alma tierna de tus dos retoños y de tu amor. Desde la lejana Bogotá, desde mi profunda soledad, te digo: tú no morirás. Y, cuando mañana salga el sol, germinarás en los pétalos de mil pensamientos de los más vivos colores, delicados pensamientos que mecerá la brisa cada tarde, mientras contemplamos absortos la línea invisible que separa el mar y el cielo.
Tú no morirás porque el amor es más fuerte que la muerte.
Catedrático de Filosofía