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Oporto nos vuelve a ganar

    • 18 nov 2019 / 22:53
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    PERDEMOS otra vez contra Oporto, aunque en esta ocasión el culpable no es un penalti fallado por el gran Djukic sino un gol en propia puerta que se meten los aeropuertos gallegos. Daba cuenta ayer EL CORREO de que un concejal compostelano admitía con realismo que la batalla aeronáutica con la gran urbe del D­ouro está perdida porque "juega en otra liga". En otra liga en la que Galicia pudo jugar pero de la que desciende por culpa de un fatal localismo que finalmente dispersó esfuerzos y energías.

    La analogía futbolística deja de servir cuando nos adentramos en las causas. Aquella famosa eliminatoria en la que el Dépor acarició la gloria continental, se frustró por una serie de circunstancias que han quedado en los anales de la Champions y que se produjeron en ciento ochenta minutos. El ocaso aeroportuario galaico y el esplendor del Sá Carneiro son procesos que cristalizan a lo largo de décadas, mediante un rosario de decisiones equivocadas en un caso y acertadas en el otro. No se trata de algo repentino. No es que el edil responsable de Turismo se haya encontrado con algo inesperado y sorprendente que aparece de la noche a la mañana.

    Hubo innumerables avisos de que la trinidad aeroportuaria gallega perdía el pulso con Oporto. Se encendieron todas las señales de alarma suficientes para que la coordinación se pusiera en marcha pero la idea de formar un equipo con L­avacolla, Alvedro y Peinador en la alineación naufragó una y otra vez. Ni la implicación entusiasta del presidente Feijóo con aquel plan de un aeropuerto con tres terminales, ni el Comité de Desarrollo de Rutas Aéreas del ministro José Blanco fueron capaces de vencer al medievalismo aéreo. Ante cualquier propuesta que afectara a la soberanía de los aeropuertos se alzaban las voces indignadas de algunos alcaldes que entendían que la autonomía local implicaba obligatoriamente el derecho a decidir sobre sus aeropuertos.

    La competencia de Oporto se menospreciaba con ese desdén que todavía entonces suscitaba todo lo portugués, de manera que mientras el nuevo feudalismo hacía de las terminales unos nuevos castillos que había que defender de los intrusos, los vecinos del otro lado del Miño daban pasos inexorables en pos del gran aeropuerto del noroeste peninsular. Así fue como los lusos le ganaron la partida a los ilusos. El concejal susodicho no hace más que certificar con valentía una realidad que otros responsables locales soslayan, quizá debido a una cierta vergüenza.

    Es curioso constatar que Oporto gana el partido sin que su región goce de autogobierno, en tanto que Galicia lo pierde contando con una autonomía que tendría que servir para aunar esfuerzos. ¿Cómo se explica eso? Tal vez la explicación sea que en Oporto el Sá Carneiro es una infraestructura, al tiempo que los tres aeropuertos gallegos se han convertido sobre todo en símbolos cuya pérdida o menoscabo se interpreta como una humillación local. Lo importante es tenerlos. Por culpa de un feudalismo del siglo XXI Galicia se mete un gol en propia puerta, no involuntario como suelen ser los que vemos en los terrenos de juego, sino deliberado.

    Periodista

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